"Hemos pagado muy cara la tarjeta de residencia"
La historia de seis inmigrantes acogidos al proceso extraordinario de regularizaci¨®n
El permiso de residencia concedido a los inmigrantes que fueron v¨ªctimas del 11-M y sus familiares, no es ninguna ganga. A Vladimir Tomachevscii, lograr este documento le ha costado que su mujer sufriese la fractura de una pierna, lesiones severas en los pulmones y un trauma psicol¨®gico del que no sabe si se recuperar¨¢ alg¨²n d¨ªa. Este inmigrante moldavo fue el primero de cincuenta extranjeros que ayer recibieron el documento que todo inmigrante anhela, en la Comisar¨ªa General de Polic¨ªa.
Vladimir no parece estar contento, a pesar de que llevaba dos a?os so?ando con este d¨ªa. Desde que sali¨® de su pa¨ªs, no ha podido regresar para visitar a sus hijos por estar indocumentado. Intenta olvidar la tragedia, pero no puede. Con el semblante serio, recibe la peque?a credencial de pl¨¢stico; cada vez que la mire, recordar¨¢ los peores d¨ªas de su vida. "Mi mujer estaba en el tren que explot¨® en Atocha. Muchas horas estuve sin saber nada de ella, hasta que la encontr¨¦ en el hospital Gregorio Mara?¨®n", relata. La angustia continu¨® la semana que estuvo al pie de su cama mientras ella se recuperaba.
Como miles de inmigrantes, Vladimir toma cada ma?ana el tren de cercan¨ªas, entre las siete y las ocho de la ma?ana, de Vallecas hasta Alcal¨¢ de Henares. El 11-M no fue la excepci¨®n. Pero ¨¦l sali¨® m¨¢s temprano y esquiv¨® la tragedia. "Hemos pagado muy cara la regularizaci¨®n", afirm¨® tajante al recibir la credencial.
En papel moneda, el precio de emisi¨®n del documento es de seis euros. Pero en realidad, la tarjeta de residencia ha tenido un valor incalculable para los inmigrantes. Como el que sald¨® Andre Emil Dreghici, de origen rumano, quien el 11-M tom¨® un tren hasta Atocha para viajar hasta la obra donde trabaja. La onda expansiva de la bomba que explot¨® en su vag¨®n lo dej¨® sentado en el suelo, junto a las v¨ªas, y le provoc¨® deficiencias en la vista y dolores en los t¨ªmpanos. Cinco d¨ªas despu¨¦s entreg¨® un certificado m¨¦dico que acredita sus lesiones, y por eso pudo ayer regresar a casa como inmigrante regular.
"Ya no tendr¨¦ miedo por salir a la calle sin papeles", dijo, mientras la peque?a Claudia, su hija de cinco a?os, se esconde t¨ªmidamente entre sus piernas. Pero cuando le preguntan sobre aquel terrible d¨ªa, dice con una madurez sorprendente: "Cuando supe que explotaron los trenes, el coraz¨®n me lat¨ªa muy fuerte y quer¨ªa ver a mis padres". Entonces ella estaba en la escuela y su coraz¨®n no se calm¨® hasta que se reuni¨® con ellos en el hospital.
La tarjeta cambiar¨¢ la vida de los extranjeros v¨ªctimas del 11-M y sus familias al otorgarles la libertad de trabajar libremente en Espa?a con unos privilegios que no tienen el resto de inmigrantes regulares. En efecto, la nueva Ley de Extranjer¨ªa asigna a los inmigrantes el oficio con el que pueden ganarse la vida y la zona geogr¨¢fica donde ejercerlo.
Vladimir en cambio, a partir de ahora podr¨¢ poner en pr¨¢ctica sus conocimientos como t¨¦cnico mec¨¢nico industrial. "Cuando viv¨ªa en Moldavia trabajaba en una f¨¢brica pulidora de metales. Aqu¨ª construyo andamios", explica. No le gustan los protagonismos y es muy parco con los periodistas, pero es tajante al afirmar que desea trabajar en su oficio, algo que hasta ahora le era imposible por no tener papeles. "He sido instru¨ªdo y estoy capacitado. ?Por qu¨¦ no aprovechar mi formaci¨®n si hay trabajo?". Pero lo que m¨¢s le duele no es esto. Desde que vive en Espa?a, hace dos a?os, no ha visto a sus dos hijos que residen en Cichinev. Como extranjero irregular no hubiera podido viajar a su pa¨ªs y regresar a Espa?a. Pero despu¨¦s de recibir la tarjeta de residencia, podr¨¢ cumplir el sue?o de reunirse con su familia.
Los extranjeros esperan en la cola con impaciencia, porque ya no quieren saber nada de recuerdos de bombas y muertos. Ana, ciudadana rumana, est¨¢ ilusionada con la regularizaci¨®n pero al mismo tiempo no puede contener las l¨¢grimas. "Al fin podr¨¦ visitar la tumba de mi madre, que muri¨® el a?o pasado. No pude estar presente en su funeral porque estaba indocumentada. Aqu¨ª tengo a mi hijo y mi esposo; si me iba, no hubiera podido regresar", cuenta.
Las historias abundan, tanto como las necesidades. Alejandra Arellano es una ecuatoriana de 16 a?os. Acompa?a a su padre,C¨¦sar Arellano, que se lesion¨® el tobillo en una de las explosiones de la estaci¨®n de Atocha. Ahora, mientras esperan su turno, Alejandra piensa con ilusi¨®n en sus compa?eros de colegio. Hace poco interrumpi¨® sus estudios porque la Administraci¨®n no se hace cargo de la ense?anza de inmigrantes irregulares despu¨¦s de cumplir su edad. Entonces trunc¨® su aprendizaje b¨¢sico y se matricul¨® en un centro de peluquer¨ªa. "Con mis papeles podr¨¦ volver al colegio y sentarme otra vez junto a mis amigos", asegura esta joven.
"Esta regularizaci¨®n nos ayuda mucho, pero espero que haya otra oportunidad para mis paisanos y muchos extranjeros de otros pa¨ªses que tambi¨¦n los necesitan para trabajar, sin necesidad de m¨¢s bombas", a?ade su padre mientras se encamina hacia la oficina donde recibir¨¢ el carn¨¦ pl¨¢stico que le permitir¨¢ realizar sus aspiraciones.
No ha faltado quien, sin haber viajado en los trenes que el 11-M segaron las vidas de 47 inmigrantes, ha aprovechado la oportunidad que constituye esta regularizaci¨®n de lograr esa vida mejor por la que abandonaron su tierra y renunciaron a su cultura y su idioma. "El problema es que hay intentos de fraude. La picaresca es normal en estos casos, porque la gente se agarra a un clavo ardiendo para legalizarse en Espa?a", afirma Carlos Olavide, comisario encargado del proceso.
Pero adem¨¢s de p¨ªcaros, tambi¨¦n hay verdaderas v¨ªctimas que tienen que hacer un doble esfuerzo para justificar que viajaron en los trenes. Algunos no se atrevieron a recibir atenci¨®n m¨¦dica el mismo d¨ªa de los atentados, por el temor de recibir una orden de expulsi¨®n al estar indocumentados; otros, temieron nuevas explosiones y se marcharon a sus hogares. Ambos miedos los tuvo Viorel, de origen rumano, quien ahora tiene los t¨ªmpanos rotos, y sufri¨® amnesia repentina cuando caminaba por su barrio, en Alcal¨¢ de Henares, un d¨ªa despu¨¦s del atentado. Fue atendido en el hospital Pr¨ªncipe de Asturias. Gracias al parte m¨¦dico, su esposa Ana, pudo recoger ayer su tarjeta y la de su hijo. ?l espera conseguir la nacionalidad.
Esta informaci¨®n ha sido elaborada por Gustavo Franco, Patricia Ortega Dolz y Soledad Alcaide.
Permisos flexibles
El proceso extraordinario de regularizaci¨®n abierto tras el 11-M ha recogido, de momento, 1.043 solicitudes de nacionalidad y 692 de residencia. "Parece extra?o que sobrepasen las peticiones de nacionalidad a las de regularizaci¨®n, pero la tendencia se est¨¢ invirtiendo porque en muchos casos, como en el de los rumanos, tienen que renunciar a su nacionalidad para adquirir la espa?ola", comenta el comisario Carlos Olavide, encargado del proceso. "De momento no se ha concedido ninguna nacionalidad porque requiere un procedimiento m¨¢s complejo", se?ala.
Hasta ayer se hab¨ªan entregado ya unas 66 tarjetas de residencia, que regularizan la situaci¨®n de sus titulares durante un a?o y les permiten, en contra de los habituales procesos de regularizaci¨®n, trabajar en cualquier sector laboral y en cualquier lugar de Espa?a. Son permisos de residencia mucho m¨¢s flexibles.
El mayor n¨²mero de solicitudes de regularizaci¨®n proviene de inmigrantes rumanos (238), ecuatorianos (212) y colombianos (112), mientras que en el caso de las peticiones de nacionalidad las m¨¢s numerosas son las ecuatorianas (406), seguidas de las rumanas (214) y de las colombianas (168).
"Seg¨²n nuestros datos, de los 190 muertos del atentado, 47 eran extranjeros [la mayor¨ªa rumanos, 16] y de los casi 1.500 heridos, 101 proced¨ªan de otros pa¨ªses. Si calculamos que cada familia la constituyen seis personas, nos enfrentar¨ªamos a un proceso de regularizaci¨®n de unas 900 personas y ya llevamos 1.600 expedientes y hemos atendido cerca de 5.000 consultas", dice Olavide.
Para este proceso ha sido necesario reforzar la oficina central de extranjer¨ªa con un equipo de urgencia de 25 funcionarios de la Direcci¨®n General de Polic¨ªa y cuatro del Ministerio de Justicia.
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