Ni Drogba, ni la maldici¨®n pueden con Ayala
Al primer minuto, el bal¨®n llovi¨® del cielo Drogba bes¨® el suelo.. Un antebrazo de Ayala le hab¨ªa enviado de bruces contra la cruda realidad. El jefe hab¨ªa marcado el territorio ante la divinidad del Olympique, que se qued¨® unos segundos en el suelo dolorido y pensativo. Ya sab¨ªa que el duelo ser¨ªa duro, aunque el marfile?o es hombre de car¨¢cter y dej¨® algunos detalles de su clase cuando el bal¨®n baj¨® al prado y Ayala se ve¨ªa m¨¢s desprotegido.
A la media hora, el bal¨®n volvi¨® a caer llovido pr¨¢cticamente en el mismo sitio y Drogba corri¨® id¨¦ntica suerte. Ya menos pensativo (nada hab¨ªa que pensar que no supiera) se fue hacia el central argentino y le ense?¨® dos dedos. "Ya van dos", debi¨® decirle y Ayala simplemente mir¨®, call¨® y sigui¨® jugando. El duelo era hermoso porque enfrentaba probablemente al mejor central de Europa con uno de los delanteros de moda en el continente. Y como en el resto del partido apenas ocurr¨ªa nada interesante -hasta que el penalti de Barthez a Mista rompi¨® la monoton¨ªa-, la pareja adquiri¨® un protagonismo m¨¢s expectante que real.
Luego pasaron al olvido hasta que en pleno desconcierto marsell¨¦s, tras el gol de Mista, Drogba, herido, aburrido y rabioso, lo pag¨® con Baraja en una fe¨ªsima entrada por detr¨¢s de la que luego se disculp¨®, y por la que Collina, el ¨¢rbitro, le mostr¨® la tarjeta amarilla. La actitud de Drogba era el fin del Marsella y el final de la maldici¨®n europea del Valencia, que se supo ganador en el descanso. Una maldici¨®n que se hab¨ªa fraguado en sus derrotas en sendas finales consecutivasd de la Liga de Campeones, frente al Real Madrid y el Bayern de M¨²nich.
El Valencia ganaba en n¨²mero, en color y en sonido a los aficionados franceses, menos uniformados y pagando, quiz¨¢s, la palidez de sus colores (blanco y azul cielo) frente a la marea naranja que se divisaba desde lejos. Tanto ruido, color y deportividad hubo, que los vigilantes voluntarios de la UEFA que rodeaban el estadio se fueron relajando. A la media hora, los vigilantes de la zona valencianista se dieron la vuelta y decidieron ver el partido; los de la zona francesa, impert¨¦rritos, segu¨ªan de espaldas al f¨²tbol. Para algo era el Valencia, oficialmente, el equipo de casa y el Olympique quien perd¨ªa. Y el Valencia gan¨® tan pronto que concedi¨® a su afici¨®n 45 minutos extra de festejo. Y fue a falta de siete cuando Drogba, por vez primero, logr¨® escaparse de Ayala. Conseguido el primer, y hasta entonces imposible, prop¨®sito, se encontr¨® a Marchena en su avance. Y tambi¨¦n contra el andaluz perdi¨® el duelo.
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