Estatour
Adem¨¢s del turismo convencional, sexual, rural, espacial y de aventura, hay que a?adir a la lista el turismo electoral. Para promocionar el futuro Estatut, la Generalitat ha fletado un autob¨²s informativo, una fiesta itinerante y una web a la que dirigir, dicen, "reflexiones y sugerencias" (abstenerse exabruptos, falsas cartas al director y delirios de ciudadano col¨¦rico). Fiel a la tradici¨®n de empezar la casa por el tejado, la campa?a L'Estatut ¨¦s de tothom parece no tener en cuenta que, a estas alturas, muchos todav¨ªa no sabemos si el anterior Estatut ya no sirve porque est¨¢ agotado o porque quienes ten¨ªan que aplicarlo lo hicieron con toda la negligencia de la que fueron capaces. No se trata, insisto, de opinar sobre un borrador sino de aportar, en plan brain storming, ocurrencias y tal. Humildemente, les regalo una idea: suspender la campa?a. Sospecho que los ide¨®logos de semejante operaci¨®n conf¨ªan en que, al ver el autob¨²s, sintamos la repentina necesidad de sacar del armario al jurista constitucionalista que todos llevamos dentro.
Ni siquiera hace falta ser desconfiado para entender que se trata de una operaci¨®n de propaganda. En nombre de la participaci¨®n se cometen muchos abusos. Suele ocurrir con las buenas causas. La cooperaci¨®n internacional, por ejemplo, que intenta aliviar las carencias de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, es una idea extraordinaria que se ha visto perjudicada por el turismo solidario de algunos que, para trufar su curr¨ªculo con destellos de heroismo sin fronteras, se apuntan a un bombardeo. Con la participaci¨®n ocurre algo parecido. Partiendo de la necesidad de crear v¨ªas de comunicaci¨®n con los organismos oficiales, se montan tinglados que, lejos de movilizar, disuaden. La idea de abrir consultas es buena, por supuesto, pero quiz¨¢ convendr¨ªa tener algo m¨¢s que una promesa entre manos para empezar a hablar y sentirse acompa?ados por unos pol¨ªticos capaces de ahorrarnos problemas en lugar de crearlos. De no ser as¨ª, el Estatut pasar¨¢ a ser otra estrella fugaz que, tumbados en el suelo y con la ilusi¨®n de un astr¨®nomo aficionado, esperamos ver aparecer por el firmamento.
Formalmente, la Operaci¨®n Autob¨²s se enmarca en esa obsesi¨®n p¨²blica por montar fiestas con cualquier excusa, ya sea para celebrar un relevo de la antorcha ol¨ªmpica, la inauguraci¨®n de un tramo de rambla recuperado o, como en este caso, la recogida de sugerencias para el nuevo Estatut. La campa?a de evangelizaci¨®n tendr¨¢, pues, su ap¨¦ndice festivo, del que se ocupar¨¢ la Companyia d'Aigua, encargada de la denominada Festatut (juego de palabras que recuerda aquel desmadrado Festafotre). No s¨¦ qu¨¦ pensar¨¢n los que todav¨ªa sienten dolor en piernas y espaldas a causa de las balas de goma que la polic¨ªa les dispar¨® cuando corr¨ªan entonando aquel m¨ªtico estribillo de Llibertat, amnist¨ªa i Estatut d'Autonomia. Habr¨¢ de todo, supongo. De hecho, algunos de aquellos barbudos y melenudas son los impulsores de la campa?a, lo cual confirmar¨ªa la sospecha de que cada maestrillo tiene su antifranquismo. Por supuesto, limitar la participaci¨®n al voto ser¨ªa un error pero tampoco estar¨ªa mal que el voto sirviera para algo (y el viejo truco de que con el Estatut tendremos los medios para resolver todo ya no cuela). En determinadas situaciones, campa?as tan l¨²dicas, bienintencionadas y propagand¨ªsticas como la del Estatut tienen algo de lujo en un paisaje en el que abundan las carencias, las chapuzas, la amenaza de una creciente inestabilidad (que hablen con los comerciantes y los empresarios, se avecina una crisis de tres pares de test¨ªculos) y los problemas.
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