El apocalipsis en Angers
Accidentada llegada, con ca¨ªda masiva en el ¨²ltimo kil¨®metro, y triunfo de Boonen, la gran esperanza belga
Pobres chicos, los ciclistas. Vaya oficio el suyo. Cuando no es la can¨ªcula es el fr¨ªo inclemente, las lluvias tormentosas o el viento quienes les dan el d¨ªa. Y las ca¨ªdas habituales. Qu¨¦ bien hicieron Cipollini y Petacchi abandonando -ligeramente heridos- y dejando a los dem¨¢s el sufrimiento.
A ?scar Pereiro, el gallego amable, se le torci¨® un dedo -el me?ique de la mano derecha-en la ca¨ªda masiva de nada m¨¢s comenzar la etapa. Se cay¨® al lado de Armstrong, quien a veces hace prueba de humildad y tambi¨¦n besa el asfalto -y grit¨® ?ay! cuando sobre su juanete pas¨® la rueda de la bicicleta del l¨ªder, Thomas Voeckler, quien tambi¨¦n se cay¨®-, se levant¨®, se mir¨® el dedo y lo vio torcido, en rid¨ªculo ¨¢ngulo. Lo arregl¨® por las bravas, craac, gir¨¢ndolo, qu¨¦ da?o, hasta dejarlo m¨¢s o menos aparente. As¨ª pedale¨® 190 kil¨®metros. Termin¨® la etapa, se subi¨® a una ambulancia y se fue a un hospital a que se lo arreglaran. Lo hizo en medio de una barah¨²nda de lamentos, gritos, indignaci¨®n y miradas perdidas. Y con Flecha resoplando. Un caos estupendo.
Tour 2004 6? Etapa
Bonneval-Angers, de 196 kil¨®metros
ETAPA DE HOY
Ch?teubriant-St.Brieuc, de 204,5 km
GENERAL
1. Thomas Voeckler (Brioches) 24h 37.30m
2. Stuart O'Grady (Cofidis) a 3.01m
3. Sandy Casar (Fdjeux.com) a 4.06m
10. Jose Luis Rubiera (US Postal) a 9.59m
ETAPA
1. Tom Boonen (Quick St.) 4h 33.41m
2. Stuart O'Grady (Cofidis) m. t
3. Erik Zabel (Fdjeux.com) m. t
28. Francisco Mancebo (Illes Balears) m. t
Se mir¨® el dedo y lo vio torcido, en rid¨ªculo ¨¢ngulo. Lo arregl¨® por las bravas, crac
Flecha hab¨ªa dormido la noche anterior en un Ch?teau perdido entre un bosque de robles, un canal con siluros y barbos y un estanque gracioso. "Qu¨¦ bien he dormido", dijo por la ma?ana, mientras mojaba el croissant en el caf¨¦. "No he o¨ªdo ni un ruido. Me han despertado los pajaritos, como cuando era ni?o". Poco despu¨¦s, para que la felicidad fuera completa, le anunciaron su manumisi¨®n. "No te sientas m¨¢s esclavo, bravo y valiente Flecha", le hab¨ªa dicho, suave, su director, el viejo Ferretti. "Si¨¦ntete libre, abre tu alma aventurera, que vuele tu coraz¨®n salvaje, que a Petacchi le dol¨ªa el hombro, no pod¨ªa ni mover el brazo, y se va a casa. Ya, querido Flecha, no tendr¨¢s que tirar del pelot¨®n. Dejar¨¢s de ser polic¨ªa, perro de caza. Ahora ser¨¢s cazador, buscador de etapas, fugado permanente. Eso ser¨¢s". Flecha mir¨® al suelo, turbado. Luego levant¨® la vista, se asom¨® a la ventana y vio nubes oscuras movi¨¦ndose deprisa, fr¨ªo, gotas de lluvia en los cristales. Abri¨® la ventana y respir¨®. Parec¨ªa un d¨ªa de abril en el norte, en Flandes o por ah¨ª. No pod¨ªa pedir m¨¢s a la vida.
Despu¨¦s de la ca¨ªda que le rompi¨® el dedo a Pereiro, Flecha se junt¨® a otros cinco y se fug¨®. No pod¨ªa aguantar m¨¢s. "Qu¨¦ relevos da Flecha", dec¨ªa Jalabert, que sigue el Tour en moto, admirado. "Los da dobles, los da triples, qu¨¦ pena que no llegue". A Flecha le guiaba el coraz¨®n como hace un a?o, cuando gan¨® en Toulouse, pero el pelot¨®n a veces no entiende de esos asuntos. Flecha ya no era polic¨ªa, ni tampoco su amigo Bruseghin, ni nadie del Fassa Bortolo, el equipo que marcaba el ritmo hasta entonces, pero otros les reemplazaron, galgos del Quick Step, podencos del Gerolsteiner, perdigueros del Lotto, pastores del Ag2r, corredores que nunca perdieron el rastro de la fuga, que cuanto m¨¢s cerca estaban de los huidos m¨¢s se excitaban y aceleraban. A cinco kil¨®metros de la llegada, con todo perdido, Flecha -"bravo corredore, coragioso"-, repiti¨® Ferretti estremecido, redobl¨® su esfuerzo, ya solo. Le alcanzaron bajo la ara?a y el tri¨¢ngulo rojo que marcaba el ¨²ltimo kil¨®metro.
Fue en Angers, en la misma ciudad de los Plantagenet y Blanca de Castilla, en que hace 37 a?os Errandonea, un irundarra poderoso, le gan¨® de noche, iluminado por los faros de los coches y farolas de gas, a Poulidor por 6s el primer pr¨®logo del Tour. Ayer llegaron de d¨ªa. No hab¨ªa gas, pero si un estrechamiento s¨²bito de la calzada donde el travieso McEwen embisti¨® al tremendo Hasselbacher y provoc¨® una ca¨ªda espectacular, un amontonamiento de hierros, fibra de carbono, aluminio, carne, huesos, piernas, brazos y sangre que convirti¨® la calle en el callej¨®n de la plaza de Pamplona en d¨ªa de tr¨¢gico encierro. A Hasselbacher se lo llevaron en ambulancia, con tres costillas rotas y la nariz, a McEwen no le pas¨® nada, Menchov se mare¨® y se desorient¨®, blanco como la cera volvi¨® a montar en la bici; Hamilton se dio una costalada. Los 20 que pasaron por delante se dieron un lujo de sprint en el que se exhibi¨® el guapo joven belga, menudo tallo de 1,90, Tom Boonen, 22 a?os, gran esperanza, ganador de la Gante-Wevelgem, un ciclista que fue capaz de abandonar a mitad de contrato al US Postal de Armstrong, su primer equipo. El resto del pelot¨®n, con Armstrong, en plan Hinault, levantando el pu?o contra la organizaci¨®n por el absurdo embudo, lleg¨® en grupos dispersos y lentos. Como el jurado consider¨® que la ca¨ªda fue en el ¨²ltimo kil¨®metro a todos les dieron el mismo tiempo. Tambi¨¦n al pobre Simoni, que lleg¨® sin casco, si ¨¢nimo, empujado por sus compa?eros del Saeco.
A Loosli, un chaval¨ªn suizo debutante del Saeco que se llev¨® un buen golpe en la ca¨ªda, uno de los moscones que agobian tras las vallas intent¨® quitarle el bid¨®n de la bicicleta. Por poco muere de dolor el ciclista cuando, con el brazo r¨ªgido y magullado, intent¨® evitarlo.
Se rumoreaba anoche que como premio la organizaci¨®n del Tour iba a invitar a los ciclistas a visitar el famoso tapiz del Apocalipsis de Angers, bordado en el siglo XIII, para que viendo las alucinaciones de San Juan tejidas se enteraran de lo que es bueno. Como si no lo supieran. Pobres chicos.
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