Del 11-S al 11-M
Hay fechas de recuerdo gozoso, as¨ª el 20 de noviembre, pero tambi¨¦n d¨ªas nefastos, como el 11 de septiembre que en pocas d¨¦cadas nos ha hecho vivir el golpe de Pinochet en Chile y el monstruoso atentado de Al Qaeda, con el cual se abre un nuevo siglo cargado de los peores augurios. Y hace s¨®lo unos meses, a modo de secuela del 11-S, nuestro 11-M. Entre ambos, el goteo de atentados terroristas, unos abortados, otros como el de Bali causantes de cientos de muertes. Por si fueran escasos los logros de la t¨¢ctica de terror paciente practicada por Al Qaeda, la desatinada invasi¨®n de Irak ha servido para inaugurar un nuevo vivero de terroristas. En segundo plano de la actualidad habitual, pero con una cosecha de sangre comparable, el terrorismo checheno, enfrentado a la ocupaci¨®n rusa, crea uno tras otro escenarios de horror. Todo ello sobre un tel¨®n de fondo de matanzas olvidadas, del tipo de la sufrida por las minor¨ªas cristianas y animistas en Sud¨¢n a manos de un militarismo islamista, con el benepl¨¢cito hasta ayer de los progres del mundo y de Estados Unidos merced a los buenos oficios de Arabia Saud¨ª.
En lo esencial, el balance de tanta barbarie no ofrece dudas. Tenemos ante nosotros, y el nosotros no es s¨®lo Occidente, un movimiento de oposici¨®n a la modernidad, el terrorismo isl¨¢mico, que gracias a sus fundamentos doctrinales se encuentra preparado para sembrar el terror a escala mundial, como en aquellos cuentos de personajes malvados que le¨ªmos en nuestra infancia, o que contemplamos en las primeras pel¨ªculas de James Bond. Se?alar su naturaleza y sus or¨ªgenes tiene tan poco de islamofobia como de germanofobia tuvo el pensamiento democr¨¢tico opuesto al nazismo. En la vertiente opuesta, la llamada "guerra al terrorismo" puesta en marcha por George W. Bush desde los Estados Unidos, con la excepci¨®n del episodio de Afganist¨¢n, ha sido un fracaso estrat¨¦gico, no s¨®lo incapaz de destruir la trama de Bin Laden sino que al actuar confiando ¨²nicamente en la sacralizaci¨®n de la propia causa y en el recurso a la guerra viene a legitimar la actuaci¨®n de Al Qaeda ante la opini¨®n musulmana mundial y a crear en Irak un foco incontrolado de pr¨¢cticas terroristas.
Antes de eso, a diferencia de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en el 11-M, George W. Bush fue un consumado actor que convirti¨® la tragedia en catarsis colectiva, a partir de la cual ¨¦l y su c¨ªrculo de ultras desplegaron a los cuatro vientos la bandera de un antiterrorismo que utilizaron como cheque en blanco. Y sin pararse ante la violaci¨®n de los derechos humanos, bot¨®n de muestra Guant¨¢namo, ejemplo de la degradaci¨®n de la democracia y del grado de deshumanizaci¨®n que el terrorismo puede provocar. Surge la espiral de la barbarie. Fue as¨ª como la estrategia de la tortura adoptada por el Ej¨¦rcito franc¨¦s durante la guerra de Argelia, en respuesta a los atentados del FLN, tal y como explica aun hoy con satisfacci¨®n el general-verdugo Ausaresses, sirvi¨® de patr¨®n a las monstruosas violaciones de los derechos humanos en Argentina, Chile y Brasil. El terrorismo crea la impresi¨®n de que el Estado de derecho resulta in¨²til para combatirlo, y el efecto es perverso.
La lucha antiterrorista requiere an¨¢lisis cient¨ªfico, tanto del papel de los textos sagrados y de los factores que promueven la militancia en el terror, como de su sustrato social y de su tecnolog¨ªa. Requiere asimismo la generalizaci¨®n de un sentimiento de solidaridad y de amor, dirigido en primer t¨¦rmino hacia las v¨ªctimas. El odio debe ser patrimonio exclusivo de quienes practican el terror. La divisi¨®n de los dem¨®cratas o los encubrimientos, como el de la prol¨ªfica especialista que un a?o despu¨¦s del 11-S pon¨ªa a¨²n en cuesti¨®n la autor¨ªa de Bin Laden, impiden que la sociedad busque la comprensi¨®n de la g¨¦nesis ideol¨®gica y social de la estrategia terrorista. Primero hay que conocer, luego poner en marcha los mecanismos para impedir que siga difundi¨¦ndose en mancha de aceite el adoctrinamiento del islam integrista. Es este aspecto el que todav¨ªa sigue marcado entre nosotros por la debilidad despu¨¦s del 11-M, por contraste con la espl¨¦ndida movilizaci¨®n tras los atentados, libre por completo de xenofobia y cargada de sentimiento humanitario, sin apoyo a una revancha emprendida a los acordes del God bless America! ?sta parece la v¨ªa a seguir, siempre que no lleve a la pasividad frente a un enemigo implacable.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.