Terrible retrato de Iv¨¢n Zulueta
No hubo suerte. La jornada de ayer en la secci¨®n Zabaltegi/Nuevos Realizadores depar¨® sendas decepciones, representadas por una pel¨ªcula alemana, In die hand geschrieben (En la palma de mi mano), de Rouven Blankenfeld, una s¨®rdida, excesiva peripecia sobre una cat¨®lica obligada a cuidar de su padre enfermo, y por una francesa, Innocence, de Lucile Hadzihalilovic, inmoderadamente estirada, esteticista y pl¨²mbea adaptaci¨®n de un texto cl¨¢sico, Mine Haha, o de la educaci¨®n corporal de las ni?as de Franz Wedekind. As¨ª las cosas, este cronista tuvo que buscarse la vida en otras secciones para ver compensado su inter¨¦s por ver buen cine.
Y lo logr¨® con Moolaad¨¦, la nueva pel¨ªcula del patriarca del cine del ?frica negra, el senegal¨¦s Ousmane Sembene -ser¨¢ la primera suya que veremos en Espa?a de estreno, despu¨¦s de 38 a?os de carrera y un mont¨®n de t¨ªtulos en su haber: nunca es tarde-, una vigorosa denuncia de la ablaci¨®n de cl¨ªtoris, que aqu¨ª se presenta arropada por su paso por otros festivales, entre ellos el de Cannes. Y lo logr¨®, igualmente, donde menos se lo esperaba: en un humilde documental hispano rodado por un venezolano, Andr¨¦s Duque, llamado Iv¨¢n Z., un retrato tan cordial y respetuoso como a la postre terrible del m¨¢s maldito de nuestros cineastas malditos, el gran Iv¨¢n Zulueta, que aqu¨ª se proyect¨® dentro de una secci¨®n que se dir¨ªa un aut¨¦ntico caj¨®n de sastre, Incorrectos.
Miedos y fetiches
Asistido por un equipo m¨ªnimo, con una c¨¢mara ultraligera y con tan s¨®lo un par de d¨ªas para rodar una entrevista, Duque se acerc¨® el verano pasado a la casa donostiarra donde vive recluido Zulueta, emparedado entre sus imborrables, persistentes recuerdos de infancia, la huella que en ¨¦l han dejado sus a?os de dedicaci¨®n profesional al cine y su adicci¨®n a la metadona. Un Zulueta en zapatillas y bata de andar por casa recibe a Duque y se explaya mucho m¨¢s de lo que jam¨¢s ha hecho ante una c¨¢mara.
Y por la pel¨ªcula circulan sus confesiones, sus fetiches, sus miedos, sus amores. Su madre, el cine y la droga, los tebeos que le¨ªa de ni?o y que ya alfombraban el sentido de su obra maestra absoluta, Arrebato -sigue asombrando que cada vez que se proyecta, y en esto el festival donostiarra no ha sido ninguna excepci¨®n, suele despertar id¨¦ntica admiraci¨®n que en su lejano estreno, en 1980: aqu¨ª se han agotado las entradas para todos los pases tanto de Iv¨¢n Z y Arrebato-, su miedo a perder la protecci¨®n que le brindan los s¨®lidos muros del caser¨®n materno.
Con humildad no exenta de sabidur¨ªa, Duque film¨®, prest¨® al cineasta su propia c¨¢mara para que ¨¦ste se pusiera detr¨¢s de ella y rodara, tal vez los primeros segundos salidos de su mano en d¨¦cadas, y levant¨® testimonio. Del paso del tiempo, en primer lugar; pero tambi¨¦n de la persistencia de los recuerdos, de la disoluci¨®n de las certezas. Y el resultado no dista mucho de El desencanto, a¨²n el mejor filme de Jaime Ch¨¢varri: el retrato terrible, por desusado y honesto, de un aut¨¦ntico final de raza.
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