James Ellroy despliega su obsesi¨®n sobre la "gente violenta en tiempos violentos"
El escritor estadounidense cierra con 'Destino: la morgue' su trilog¨ªa sobre el mundo del crimen
El escritor estadounidense James Ellroy imparte magisterio sobre novela negra en Guadalajara porque aventaja a otros fabuladores del g¨¦nero en conocimientos y afici¨®n, y porque ha le¨ªdo tantos expedientes policiales que casi pierde el seso como el cervantino Alonso Quijano con los libros de caballer¨ªa. Desde el asesinato de su madre, cuando ten¨ªa 10 a?os, Ellroy ha sido alcoh¨®lico, drogadicto, mir¨®n, vagabundo, ladronzuelo, presidiario, marine y hombre de orden. "Escribo sobre gente violenta en tiempos violentos y con un lenguaje violento y preciso". El hurto de lencer¨ªa femenina fue fetichismo antiguo, pero su adscripci¨®n a los catecismos de George W. Bush es una "perversi¨®n" relativamente reciente.
"El culpable de la muerte de mi madre no fue detenido, pero mi madre me encontr¨® a m¨ª"
"Tengo un trato con Bush. ?l no se mete con mis libros y yo no me meto con sus pol¨ªticas"
El autor aprovech¨® su viaje a M¨¦xico para seguir pasmando con su fecunda sordidez y promocionar Destino: la morgue (Ediciones B), que cierra su trilog¨ªa sobre el mundo del crimen y la historia de Estados Unidos de los cincuenta a los setenta. Sus fieles le equiparan con Raymond Chandler y no se queja. Durante la conferencia de prensa de Guadalajara, el novelista de Los ?ngeles, de 56 a?os, fue correcto, a veces ir¨®nico y efectista, y ajeno a los exabruptos racistas y nazis del pasado. "?Vot¨® por Bush en dos ocasiones, apoya su guerra en Irak?". "Tengo un trato con ¨¦l. No hablo de pol¨ªtica. Bush no se mete con mis libros y yo no me meto con sus pol¨ªticas".
James Ellroy entraba de joven en domicilios ajenos para coleccionar las bragas de sus enso?aciones, y desde hace decenios escudri?a las entra?as del hampa, las comisar¨ªas y los bajos fondos con la precisi¨®n de un forense y una obsesi¨®n maniaca. "Mi curiosidad es muy limitada. Soy un tipo limitado. S¨®lo s¨¦ cuatro o cinco cosas, pero realmente las conozco muy bien". Ellroy es un especialista en expurgar archivos criminales, en la narrativa casi porno y en la construcci¨®n de tramas desdibujadas para que el lector com¨²n no sepa si lee ficci¨®n o realidad. "Creo en la moral. Creo en los Estados Unidos".
Poco antes de morir, su padre le dijo: "Hijo m¨ªo, t¨ªrate a todas la camareras que puedas". Se las tir¨® a su manera porque un escritor puede llegar a ser de todo. En su caso, pudo reinventar la historia de Estados Unidos, dibujar sus cloacas, apostar por la elecci¨®n de John F. Kennedy en el a?o 1960, ser cuate de Edgar J. Hoover, linchar a negros sure?os, invadir Cuba y asesinar a gente bajo banderas y patrias de conveniencia. "Eso es lo que yo, espec¨ªficamente, obtengo. Le doy a los lectores la infraestructura humana de los grandes acontecimientos p¨²blicos". S¨®lo lee lo suyo cuando escribe; s¨®lo lee sobre lo que ha le¨ªdo casi toda su vida: la marginalidad y los vicios de la condici¨®n humana. "No me interesa leer otras cosas. Todo lo dem¨¢s es intrusi¨®n".
La escritura impuso orden y centr¨® emocionalmente a un hombre marcado por la p¨¦rdida de su madre, una enfermera estragada por la bebida y los chulos que obtuvo la custodia de James tras la separaci¨®n de su marido. La encontraron muerta en una cuneta, estrangulada con una de sus medias. El asesino no fue capturado y Ellroy se atrevi¨® a investigar el crimen en el a?o 1994, cuando el paso del tiempo le dot¨® de las agallas necesarias para observar las fotos de su madre desnuda en un dep¨®sito de cad¨¢veres. Le ayud¨® en las pesquisas Bill Stoner, un detective de homicidios con 14 a?os en el cuerpo.
"El tema de mi madre est¨¢ agotado. Nada m¨¢s tengo que decir al respecto. No puedes estar toda la vida en ello. El culpable nunca fue detenido, pero mi madre me encontr¨® a m¨ª". El reencuentro aparece en Mis rincones oscuros, publicado en el a?o 1996. El pol¨¦mico autor no bebe, no fuma, se acuesta temprano y exhibe man¨ªas veniales. "Lo que hago esencialmente en mis libros es recrear grandes trozos de la historia estadounidense y reescribir esa historia. Miento, distorsiono, digo parte de la verdad, impresiono, impacto y entretengo", resumi¨® en la FIL.
"A ver, alguna pregunta. ?Son ustedes drogadictos o qu¨¦?", anim¨® segundos despu¨¦s de ser presentado, ante la inicial indecisi¨®n de la prensa. "Y usted que cree tanto en Estados Unidos ?cu¨¢les cree que son sus principales valores?". "Los principales son el capitalismo y la libertad". No obstante, confes¨® no tener ning¨²n inter¨¦s en la cultura o la historia contempor¨¢nea de Estados Unidos, ni tampoco por leer a otros autores. Hubo muchas preguntas, casi todas de car¨¢cter personal, y respondi¨® en corto, con sequedad. S¨®lo se sonre¨ªa para publicitar a su casa editora. "?Y sobre mis libros, qu¨¦?". Sobre sus libros tambi¨¦n se le pregunt¨®.
De ni?o devor¨® el que le regal¨® su padre: The badge: a history of the LAPD, de Jack Webb. "La historia de Am¨¦rica en el siglo XX es la historia de los cr¨ªmenes cometidos por malvados hombres blancos", dijo en una ocasi¨®n. A los 30 a?os, todav¨ªa tarambana e inmerso en la disipaci¨®n, public¨® su primera novela: R¨¦quiem por Brown (1979), autobiogr¨¢fica. Despu¨¦s, La dalia negra (1987), El gran desierto (1988), LA Confidencial (1990) y Jazz blanco (1992), las cuatro sobre la ciudad de Los ?ngeles de los cincuenta. Tabloide americano sali¨® en 1995. Kim Basinger, Russell Crowe y Kevin Spacey bordaron la pel¨ªcula L.A. Confidencial. A?os atr¨¢s, la actriz resum¨ªa a la prensa el papel servido en bandeja por Ellroy, muy presente en casi toda su obra: "La pel¨ªcula es de buenos y malos. Los malos son cr¨¢pulas poderosos, pero en el equipo de los buenos los hay incluso peores. Y dentro del tr¨ªo de polis buenos, el que no es un trepa sin escr¨²pulos tiene ligero el gatillo o recibe propinas del periodista m¨¢s amarillo del lugar".
A pu?etazo limpio
Destino: la morgue aborda la recurrentes fijaciones de James Ellroy: los cr¨ªmenes no resueltos, el sexo, la droga o la corrupci¨®n policial. El autor prepara un recuento sobre el periodo 1968-1972 de Estados Unidos, y le gustar¨ªa escribir una historia sobre el boxeador mexicano Marco Antonio Barrera. El mundo del pugilismo y su constelaci¨®n de criaturas ejercen una fascinaci¨®n en el gringo de Los ?ngeles, que s¨®lo conoce las ciudades del pecado mexicanas, entre ellas Tijuana y Ensenada, donde abunda la gente que se parte el morro y la madre a tiros y pu?etazos.
"Creo que tarde o temprano podr¨¦ conectar con ¨¦l [Marco Antonio Barrera]", declar¨® Ellroy, quien reiter¨® su profesi¨®n de fe en los Estados Unidos como imprescindible potencia dominante, no quiso criticar a su pa¨ªs en el extranjero, y enumer¨® las ambiciones incubadas desde los 13 a?os: el boxeo, las mujeres, los perros, Beethoven, Brahms, Schubert, Liszt, y los coches deportivos. Barrera puede colmar una de ellas porque le han zurrado bastante y posiblemente no le importar¨¢ contarlo.
Tras haber ganado una pelea casi por aniquilaci¨®n, el boxeador se proclam¨® feliz: "Le part¨ª la ceja, le part¨ª el puente de la nariz, le infl¨¦ los ojos, la boca y yo sal¨ª como si no hubiera peleado".
La brutalidad del cuadril¨¢tero no agota la disponible en algunos barrios mexicanos pay per view. Ellroy probablemente desconoce que chavales de 20 a?os combaten casi a muerte a patadas y pu?etazos en lugares clandestinos del Distrito Federal. Se corren la voz y las apuestas y no hay reglas: el perdedor puede volver a casa, por sus propios medios o en camilla, sin dientes o con el bazo reventado. El destacado representante de la novela negra estadounidense no es moralizante, ni pretende exorcizar sus demonios personales a trav¨¦s de la literatura. S¨®lo los explota. "Vives con unos, descartas otros y algunos cambian. Yo no busco psicoanalizarme".
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