Una elipse circundada por los Pirineos
Quietud y placeres reparadores en el entorno del circo glaciar de Panticosa
La monta?a, cuando menos, despierta en muchos hombres el deseo de descubrir qu¨¦ es lo que oculta. Algunos no pueden resistir la tentaci¨®n, ascienden hasta la cima, tienden la mirada a sus pies, contemplan los nuevos horizontes y se sienten satisfechos. No necesitan m¨¢s.
-?Por qu¨¦ tanta obsesi¨®n en subir al Everest? -dicen que preguntaron a Hillary, primer conquistador de la m¨ªtica monta?a.
-Porque la tengo ah¨ª delante -se limit¨® a responder el alpinista neozeland¨¦s.
M¨¢s que la belleza de esos paisajes in¨¦ditos, lo que satisface a esos hombres es el hecho de haber llegado hasta lo m¨¢s alto.
La monta?a s¨®lo engrandece a quien pisa su cumbre, piensan.
Hay casos, sin embargo, en los que el hombre se siente tan fascinado por la belleza de los montes que le rodean que ni siquiera necesita ascender a la cima. Es otra forma de entender la monta?a. Esos hombres tienen m¨¢s que suficiente con el paisaje que les circunda. No les importa incluso sentirse empeque?ecidos entre las altas cumbres. No van hacia la monta?a, prefieren esperar que la monta?a penetre en ellos. Se sientan al pie de las colosales moles de granito, levantan la mirada hacia las alturas y dejan volar la imaginaci¨®n.
?Por qu¨¦ ser¨¢ que todas las mitolog¨ªas sit¨²an en lo m¨¢s alto la morada de los dioses solares? ?Por qu¨¦ se considera a las monta?as s¨ªmbolo de todo lo trascendente? ?Ser¨¢ cierto que esas nubes que algunos d¨ªas rodean las cumbres y la niebla que desciende silenciosamente por las laderas se?alan las variaciones de los sentimientos divinos, que no permanecen indiferentes ante la conducta de los mortales?
Tratan de responder todas esas preguntas, renuncian al sendero que conduce a la cumbre y optan por permanecer al pie de la monta?a esperando el momento en el que ser¨¢n ya capaces de descifrar todas sus voces y descubrir todos sus misterios.
Hielo y deshielo del granito
Algo parecido sucede a muchos de los viajeros que llegan al balneario de Panticosa, ubicado en el centro de un antiguo circo glaciar cubierto de dep¨®sitos y derrubios procedentes de la disgregaci¨®n de las rocas (erosi¨®n, hielo y deshielo del granito) de donde emergen toda una serie de manantiales termales a diferentes temperaturas. Esta cubeta glaciar queda configurada por monta?as que rozan y aun superan los 3.000 metros. Sobre las monta?as, los preciosos ibones o lagos de origen glaciar que dan origen al r¨ªo Caldares.
"El establecimiento de Panticosa", puede leerse en el Diccionario geogr¨¢fico estad¨ªstico hist¨®rico de Pascual Madoz, "est¨¢ situado en una pradera llana, de figura el¨ªptica, circundada por todas partes por los altos Pirineos, que lo defienden de todos los vientos cuando no son muy recios".
Tambi¨¦n estuvieron aqu¨ª hace m¨¢s de veinte siglos los admirables romanos. Alguien les habl¨® tierras abajo de las prodigiosas aguas termales y decidieron subir a conocer si eran ciertas las virtudes que les atribu¨ªan los lugare?os. Nadie pone en tela de juicio su llegada, pues se han encontrado monedas de la ¨¦poca de Tiberio en la captaci¨®n del manantial, que fue bautizado luego con el nombre de aquel emperador romano. Con toda seguridad, esas monedas fueron ofrendadas a las ninfas por los enfermos, pidi¨¦ndoles a cambio que, con la mediaci¨®n del agua, les devolviesen la salud perdida.
Puede que en muchos casos las ninfas desoyesen las plegarias -ya se sabe lo caprichosas que son algunas veces las ninfas-, pero puede tambi¨¦n que muchos de aquellos viejos romanos regresasen a la tierra llana completamente restablecidos. Ren¨¢n, aquel racionalista franc¨¦s que estaba convencido de que la ciencia liberal es la ¨²nica que puede resolver los grandes problemas de la humanidad, dudaba de los prodigios de Lourdes: "?Qui¨¦n sabe de lo que son capaces las fuerzas ocultas de la naturaleza!", dec¨ªa cada vez que le presentaban un milagro, sin dar su brazo a torcer.
Lo cierto es que, como asegura el refr¨¢n, algo tendr¨¢ el vino -en este caso, las aguas termales de Panticosa- cuando tanto lo bendicen. Durante la Edad Media, sin embargo, se perdieron las noticias de este lugar y fue preciso esperar hasta principios del siglo XVII para que volviese a hablarse de las virtudes de sus aguas nitrogenadas o sulfuradas. Creci¨® la fama con el paso de los a?os, y en el siglo XIX Panticosa se hab¨ªa convertido ya en uno de los mayores y m¨¢s prestigiosos balnearios europeos.
El balneario, me informan, se construy¨® en tres fases. En 1827 se inician las obras del n¨²cleo inicial; se ampl¨ªa entre 1854 y 1883, y entre 1896 y 1906 se construyen los edificios m¨¢s importantes. El Gran Hotel ha sido reformado ahora por un arquitecto de ¨¦lite, Rafael Moneo, que ha respetado escrupulosamente el exterior original del edificio.
Ortega "tomando las aguas"
Me cuentan tambi¨¦n que aqu¨ª estuvieron "tomando las aguas" personajes tan famosos como Niceto Alcal¨¢ Zamora, Ortega y Gasset, Primo de Rivera, Perico Chicote e incluso Ram¨®n y Cajal, que aqu¨ª tuvo oportunidad de practicar la fotograf¨ªa, su afici¨®n favorita.
Hace a?os que todos esos personajes han desaparecido y nadie ha sido capaz hasta ahora de entrever sus fantasmas, pero nos queda el recuerdo de su presencia y, desde luego, nos quedan tambi¨¦n las monta?as que ellos amaron y que permanecen intactas, tal como las encontraron los romanos.
La Biblia nos dice que el fin del mundo supondr¨¢, en primer lugar, el hundimiento de todas las monta?as. Una vez entregado a Dios el c¨¢liz del vino de la indignaci¨®n, san Juan Evangelista escribe en su Apocalipsis que "los montes no fueron hallados".
Nos resistimos a creer, sin embargo, que estas bell¨ªsimas monta?as puedan desaparecer alg¨²n d¨ªa, por mucha que sea la c¨®lera divina. Antes que ellas, de todas formas, habr¨¢n muerto las llanuras. Eso es tambi¨¦n lo que nos cuenta una leyenda india: "Cuando no quede en las llanuras ni un solo ser vivo, las monta?as continuar¨¢n elevando al cielo sus rostros altivos".
Javier Tomeo (Quicena, Huesca, 1935) es autor de Los nuevos inquisidores (Alpha Decay).
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos
- El balneario Panticosa Resort (www.panticosa.com), situado a unos ocho kil¨®metros del pueblo de Panticosa, cuenta con una decena de edificios, en los que se proyecta construir cinco hoteles (entre ellos, uno, en el que ya se trabaja, encargado al arquitecto portugu¨¦s ?lvaro Siza), varios restaurantes, una galer¨ªa comercial, un centro de ocio y un campo de golf. Est¨¢n ya terminadas las rehabilitaciones del Gran Hotel, el restaurante del Lago y el casino, obra del arquitecto Rafael Moneo.
Gran Hotel (902 25 25 22; www.panticosa.com). Un cinco estrellas gran lujo con spa, construido en 1896. La habitaci¨®n doble, desde 168 euros.
Comer
- Restaurante del Lago (902 25 25 22; www.panticosa.com). Cocina creativa con la supervisi¨®n del cocinero Pedro Subijana. Unos 60 euros.
- Buf¨¦ del casino. Para descansar del black jack o la ruleta americana. Unos 23 euros.
- Restaurante El Mirador. En el edificio del casino. Productos de temporada. Unos 36 euros.
Informaci¨®n
- Oficina de turismo de Panticosa (974 48 73 18).
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