M¨²sica y palabra
Comenzaba la ORCAM con este concierto un nuevo ciclo que, con base en obras sobre textos de la generaci¨®n del 27 y adl¨¢teres, tendr¨¢ continuaci¨®n el a?o pr¨®ximo con otras dos sesiones m¨¢s. El planteamiento es el mismo que en sus abonos regulares: descubrir m¨²sicas distintas y recuperar ese patrimonio que, sin empe?os como ¨¦ste, se quedar¨ªa irremisiblemente atr¨¢s, fruto de ese desd¨¦n tan nuestro por lo que nos resulta raro. Y no ser¨ªa justo. Adem¨¢s se nos brinda una ocasi¨®n estupenda de volver a discutir lo de siempre: ?qui¨¦n es antes, si la palabra o la m¨²sica?, ?cu¨¢l es el peso de cada una en su historia com¨²n? y ?qui¨¦n, a fin de cuentas, sirve a qui¨¦n? Dos obras americanas y dos espa?olas unidas por el nexo com¨²n de la poes¨ªa hisp¨¢nica nos pon¨ªan ante una apuesta arriesgada e imaginativa.
Orquesta de la Comunidad de Madrid
Jos¨¦ Ram¨®n Encinar, director. Mar¨ªa Jos¨¦ Su¨¢rez, mezzo. Jos¨¦ Antonio L¨®pez, bar¨ªtono. Vicente Canseco y Fernando Rubio, bajos. Asier Polo, violonchelo. Obras de Var¨¨se, G¨®mez, Otero y Ginastera. Auditorio Nacional. Madrid, 20 de diciembre.
El programa se abr¨ªa y se cerraba con piezas de dos compositores que figuran entre lo mejor del siglo que acab¨® hace todav¨ªa bien poco: Offrandes de Var¨¨se y la Serenata, op. 42 de Ginastera. La primera, sobre poemas de Vicente Huidobro y Jos¨¦ Juan Tablada. La segunda, sobre versos de Pablo Neruda. En Var¨¨se est¨¢n bien visibles la fuerza, la energ¨ªa, la ra¨ªz y el futuro. Se dir¨ªa que es m¨²sica que habla por s¨ª misma, pero el texto -estupendamente cantado por Mar¨ªa Jos¨¦ Su¨¢rez- se imbrica excelentemente en el tejido sonoro y los dos se complementan. La verdad es que cada nueva vez que se escucha a Var¨¨se sigue manifest¨¢ndose su asombrosa modernidad, esa que lo convierte en cl¨¢sico justamente porque siempre parece nuestro estricto contempor¨¢neo. En Ginastera es la m¨²sica la que prevalece como un fondo que se comiera cualquier deseo de la palabra por ser escuchada, y el oyente se acaba olvidando de aqu¨¦lla. La verdad es que, en lo estrictamente instrumental, la Serenata es una maravilla. Jos¨¦ Antonio L¨®pez estuvo mejor como cantante que como recitador, pues si en lo primero es muy bueno para lo segundo le sobra una cierta impostaci¨®n, pero ya se sabe que muchas veces ni los buenos actores leen bien poes¨ªa. Asier Polo, al violonchelo, estuvo sensacional. En obra tan poco transitada mostr¨® la belleza y el cuerpo de un sonido muy amplio y de una musicalidad sin tacha.
Dos obras espa?olas completaban el programa. Los deliciosos Seis poemas l¨ªricos de Juana de Ibarbourou, de Julio G¨®mez, en la delicada y muy profesional orquestaci¨®n de Manuel Angulo que se estrenaba para la ocasi¨®n y en la que Mar¨ªa Jos¨¦ Su¨¢rez volvi¨® a mostrarse en plena forma. Hay que recuperar la obra de G¨®mez, maestro de tantos m¨²sicos espa?oles como su hijo Carlos lo es de tantos cr¨ªticos. En Canci¨®n desesperada, de Francisco Otero, estrenada en 1978 y sobre palabras de Pablo Neruda, son precisamente las palabras las que no acaban de funcionar en su fusi¨®n con la m¨²sica. Ni el uso de meg¨¢fonos para las voces masculinas, ni el cambio de disposici¨®n espacial de los cantantes ayudaron al efecto deseado, y como ejemplo quedaron los esfuerzos de la soprano, junto al piano, por hacerse o¨ªr. Tambi¨¦n aqu¨ª el texto acaba por ser secundario frente a un magma sonoro que quiere subrayarlo, pero esta vez el oyente se ve agobiado por un exceso de datos, una abundancia de gestos que no acaban de cerrarse.
Jos¨¦ Ram¨®n Encinar fue, una vez m¨¢s, el maestro inquieto y solvente que conocemos, capaz de enfrentarse como el que lava a m¨²sicas nuevas, desconocidas u olvidadas. Nunca se lo agradeceremos bastante.
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