La riqueza de un pa¨ªs de ficci¨®n
Una cucharada y engull¨ªas el "mar". Otra, para tejer "luna"... La sopa de letras ha sido siempre una marca de infancia en Argentina, la primera p¨¢gina en blanco para todo cachorro de escritor. A esa tradici¨®n de invierno, que anima a imaginar mundos distintos en cada plato, quiz¨¢ haya que agradecerle el germen de una literatura cada vez m¨¢s calidosc¨®pica, que desconoce hoy po¨¦ticas hegem¨®nicas y que frente a los nombres de exportaci¨®n del siglo XX (Arlt, Borges, Cort¨¢zar, Silvina Ocampo, Bioy, S¨¢bato...), ya tiene m¨²sicas y geometr¨ªas narrativas hijas de otras influencias (las de Puig, Saer y Aira, por ejemplo).
Diversidad parece ser el apellido de la ficci¨®n argentina de los a?os 2000. Existen, con todo, temas y preocupaciones que destacan los escritores consultados y que permiten si no componer un mapa exhaustivo ("no s¨¦ si es ¨²til ni sensato pedirle a un insecto que se haga entom¨®logo", advertir¨¢ Eduardo Berti, finalista del Premio Herralde 2004 por Todos los Funes), s¨ª delinear un retrato hablado de la narrativa actual, rico en matices.
Carlos Gamero y Daniel Guebel se atreven con lo antes intocable: una relectura del peronismo desde la parodia
Mart¨ªn Kohan reflexiona sobre el horror de la dictadura militar con la perspectiva de "quienes la vivieron pero no la protagonizaron"
"Lo que marca cierta diferencia es la recuperaci¨®n de Argentina como escenario. A fines de los ochenta, parte de mi generaci¨®n situaba sus novelas en China, Grecia, Malaisia o en lugares inexistentes, embarcada en una excursi¨®n al exotismo. Casi todos los que pertenec¨ªamos a la revista Babel -Alan Pauls, Daniel Guebel, yo mismo- hemos vuelto", destaca el periodista y escritor Mart¨ªn Caparr¨®s (Buenos Aires, 1957), premio Planeta de Argentina 2004 por su novela Valfierno, un thriller que recupera la vida de un argentino involucrado en 1911 en el robo de La Gioconda. ?Por qu¨¦ el regreso? "Quiz¨¢ porque la patria nos hizo el favor de desaparecer", ironiza, "y sentimos que de los restos, de los fragmentos vale la pena hacer literatura".
Sin grandes maestros
Leer las se?as de otras escritu
ras en la propia se parece bastante a mirarse al espejo. "Con justicia se puede nombrar a escritores de trayectoria impecable que marcaron las ¨²ltimas d¨¦cadas: Aira, Saer, Griselda Gambaro, Juan Gelman, Abelardo Castillo, H¨¦ctor Tiz¨®n, Ang¨¦lica Gorodischer, entre otros. Sin embargo, parece haber cedido el tiempo de los grandes maestros", sostiene Liliana Bodoc (Santa Fe, 1958), una de las autoras m¨¢s at¨ªpicas del panorama reciente. Su trilog¨ªa La saga de los confines (Norma) supone no s¨®lo una renovaci¨®n de la ¨¦pica fant¨¢stica que la cr¨ªtica ha destacado por su calidad, sino tambi¨¦n un boom editorial. Sus guerras sin fin, duelos entre el Bien y el Mal y largos y esforzados viajes siguen un proyecto literario personal¨ªsimo: "Mi intento fue el de entrecruzar un g¨¦nero de raigambre europea con un imaginario americano", en el que dialogan Tolkien y Ursula Le Guin con el Popol-Vuh y las leyendas mapuches. Y parece que funciona: la primera novela de la saga, Los d¨ªas del venado, aparecida en 2000, va por la 10? edici¨®n, con 35.000 ejemplares vendidos; la segunda lleva 16.000 y la tercera (publicada en 2004) vendi¨® 5.000 en su primer mes de librer¨ªas, en un pa¨ªs donde colocar 3.000 ejemplares construye un best seller.
Literatura nada t¨ªmida a la hora de cruzar fronteras (rasgo que explica la veta autobiogr¨¢fica en libros como Pap¨¢, de Federico Jeanmaire), en la ola de intercambios m¨¢s reciente destaca una relaci¨®n m¨¢s inmediata entre la escritura y la cr¨ªtica. Mart¨ªn Kohan (Buenos Aires, 1967), narrador y profesor de Teor¨ªa Literaria, se?ala como un logro "que Aira, cuya primera novela es de 1975, haya dejado de ser el nuevo" en los congresos de literatura. Un caso similar, afirma, fue el de Marcelo Cohen, autor de los cuentos de La soluci¨®n parcial (P¨¢ginas de Espuma), "otro gran escritor de la generaci¨®n intermedia", cuya obra tard¨® demasiado en ser le¨ªda. "Desde hace unos tres a?os la Academia Argentina se ha hecho cargo del estudio de la narrativa que le es contempor¨¢nea", se?ala Kohan, y suma a su propio nombre los de Juan Jos¨¦ Becerra (que acaba de publicar Miles de a?os, su tercera novela) y Gustavo Ferreira (El amparo), como ejemplos de una l¨ªnea que privilegia "el relieve del lenguaje, la intensidad, el riesgo y la reducci¨®n de la an¨¦cdota". En una lectura generacional, afirma, C¨¦sar Aira (1949) tiene casi todos los boletos de la rifa de las influencias: "Ciertas peripecias, ciertos disparates se construyen al estilo Aira; de ¨¦l aprendimos tambi¨¦n la velocidad narrativa".
Peronismo, dictadura y exilio
Bucear en tonos y voces distintos de los ya transitados para contar el pasado es otra l¨ªnea de fuerza de la nueva ficci¨®n argentina. En su cuarta novela, Dos veces junio (Norma), Kohan parte de una pregunta escalofriante ("?a partir de qu¨¦ edad se puede empezar a torturar a un ni?o?") y reflexiona desde la ficci¨®n sobre el horror de la dictadura militar con la perspectiva de "quienes la vivieron pero no la protagonizaron". Con un claro antecedente en Villa, de Luis Gusm¨¢n, el relato rompe con el tipo de representaci¨®n realista costumbrista, com¨²n en los autores que hab¨ªan tocado antes el tema y muestra c¨®mo interroga la joven ficci¨®n las cuestiones a¨²n abiertas de la historia reciente. Tendencia que ha encontrado una espeluznante vuelta de tuerca en Auschwitz, de Gustavo Nielsen.
La revisi¨®n se atreve con los mitos. Novelas recientes como La aventura de los bustos de Eva, de Carlos Gamerro, y La vida por Per¨®n, de Daniel Guebel, se atreven con lo hasta hace poco intocable: una relectura del peronismo y sus figuras desde la parodia, la s¨¢tira o la farsa, con un tono desacralizado que se sit¨²a en los ant¨ªpodas del usado, por ejemplo, por Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez en La novela de Per¨®n (1985) o en Santa Evita (1995).
En un pa¨ªs atravesado por tantos exilios no extra?a una rica tradici¨®n de extrarradio. La lista de autores que escriben en argentino desde el extranjero es suculenta y en ella se encuentran est¨¦ticas tan diversas como las de Juan Jos¨¦ Saer (en Par¨ªs), Rodrigo Fres¨¢n (con sede en Barcelona), Sergio Chejfec (afincado en Caracas, que acaba de publicar Los incompletos, sexto t¨ªtulo de una opci¨®n literaria experimental a la que algunas voces auguran un impacto futuro similar al del Aira actual), Andr¨¦s Neuman (hispano-argentino en Granada) y Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964), otro parisiense por adopci¨®n. Berti se enrola en la tradici¨®n que trabaja en torno "al extra?amiento, a lo siniestro, a las epifan¨ªas cotidianas, al fant¨¢stico razonado" y percibe un clima de "reconsideraci¨®n y renovaci¨®n" de la literatura argentina le¨ªda en Europa, que hasta hace siete a?os no inclu¨ªa nada de lo escrito despu¨¦s de los a?os ochenta.
Del mestizaje al 'corralito'
El reverso de salir de Argentina para contar es llegar para hacerse escritor. Anna-Kazumi Stahl (Estados Unidos, 1962) visit¨® Buenos Aires por primera vez en 1988, se enamor¨® de su vida cultural signada por el "intercambio din¨¢mico" entre autores, periodistas y cr¨ªticos. Desarm¨® las maletas definitivamente en 1995, se convirti¨® en una porte?a de ojos rasgados con sangre japonesa y alemana y comenz¨® a escribir en espa?ol del R¨ªo de la Plata. "La estrechez ling¨¹¨ªstica", afirma, "despeja la tabla" y da claridad narrativa: se queda s¨®lo con "lo fundamental de lo que se elabora escribiendo". Sus historias integran la tradici¨®n nipona y las voces literarias del sur de Estados Unidos (Faulkner, Welty, Capote...) con la m¨²sica de esa ciudad que los nativos llaman Baires. Cat¨¢strofes naturales y Flores de un solo d¨ªa (Seix Barral), se?ala, son hijos del mestizaje y narran "los encuentros entre culturas distintas, con la confusi¨®n y la riqueza que surge al entrar en el mundo del otro", creando pares: Oriente-Occidente, Norte y Suram¨¦rica, hombre y mujer.
Las novelas no son noticieros, pero la crisis de 2001 a¨²n se deja o¨ªr en ellas. La cartograf¨ªa de ciudades heridas por la marginaci¨®n monopoliz¨® los argumentos de los 815 originales que aspiraron en 2004 al Premio Clar¨ªn de Novela. Las cicatrices ti?en el ¨¢nimo de la ficci¨®n. "La marca m¨¢s profunda y duradera es el cambio en la percepci¨®n de la ciudad y la incorporaci¨®n de la idea de peligro, que era algo totalmente ausente", apunta Pablo de Santis, periodista y escritor que viene imaginando ficciones para j¨®venes y adultos desde los a?os ochenta. Huella de esa ciudad enrarecida es, por ejemplo, la incorporaci¨®n del asesinato de un joven cuyo padre no ha pagado el rescate pedido por sus secuestradores, que Aira incluye en la trama de la reciente Las noches de Flores (Mondadori).
Eco del derrumbe es, tambi¨¦n, cierto efecto dej¨¢ v¨´: "Se han reflotado temas que parec¨ªan anacr¨®nicos en los noventa", se?ala Leopoldo Brizuela (La Plata, 1963). "Se habla nuevamente de la relaci¨®n entre la realidad pol¨ªtica y su representaci¨®n en la ficci¨®n, del papel del escritor en la crisis... Hay en algunos casos mucho de moda, mucho de pose, mucho de culpa. Pero el cambio es, en s¨ª, positivo", sostiene el autor de Inglaterra, una f¨¢bula (Alfaguara), una novela en la que las tradiciones ind¨ªgenas de la Tierra del Fuego dialogan con el teatro de Shakespeare y la corte isabelina.
Otros ritmos est¨¢n sonando. Mientras editoriales medianas y peque?as (Adriana Hidalgo, Beatriz Viterbo, Alci¨®n y Vox, entre otras) rescatan para lectores curiosos libros que las multinacionales no consideran aptos para el paladar del gran p¨²blico, la literatura argentina suma en los m¨¢rgenes acordes tropicales. En las dos nouvelles que integran Cosas de negros (Interzona), de Washington Cucurto (nacido como Santiago Vega en 1973), el lenguaje oral de la inmigraci¨®n reciente (paraguayos, dominicanos...) recuerda que el obelisco tambi¨¦n es Am¨¦rica Latina. "Mi mayor influencia literaria es la cumbia", sostiene Cucurto, con un desparpajo que recuerda a Copi, cuando la alta cultura se rasga las vestiduras.
El mercado manda
En un contexto empobrecido por la tataranieta de la primera crisis, el mercado (contra cuyas acciones y omisiones se lanzan dardos desde tiempo inmemorial) es una referencia ineludible. Su peso se multiplica cuando se lo vincula con la visibilidad de la obra. Mart¨ªn Kohan dispara: "Siempre ha habido una escritura de la convenci¨®n, pero hoy su promoci¨®n excesiva implica la invisibilidad de muchos otros autores. Que los referentes de la joven literatura argentina sean Marcelo Birmajer, Guillermo Mart¨ªnez, Federico Andahazi y Pablo de Santis que si por algo se caracterizan es por no tener nada de nuevo, nada audaz, nada distinto para decir y que en el mejor de los casos son buenos ejecutores de reglas de g¨¦nero me parece una injusticia literaria".
Las r¨¦plicas tambi¨¦n vienen con p¨®lvora: "A m¨ª no me interesan las pol¨¦micas, me interesan las historias", resume Marcelo Birmajer (Buenos Aires, 1966), para quien los argumentos de Kohan suenan a los de "una amante despechada". "Ni mi estilo ni mis relatos pretenden ser modernos. Cuento las mismas historias de amor que ya aparec¨ªan en la Biblia", afirma. Periodista, guionista de cine y autor entre otros de Nuevas historias de hombres casados (Alfaguara), Birmajer sit¨²a desde hace 20 a?os sus ficciones en su barrio, el Once, y asume el juda¨ªsmo como su "punto de partida para mirar el mundo". M¨¢s all¨¢ de Piglia, Saer, Aira y Fogwill (que Espa?a ha empezado a leer con d¨¦cadas de retraso), Birmajer es uno de los autores que ha logrado cruzar el Atl¨¢ntico y cuyos libros junto a los de Pablo de Santis, Guillermo Mart¨ªnez y Roberto Fontanarrosa (escritores con los que reconoce cierta afinidad) se hallan con facilidad en las librer¨ªas espa?olas.
Segundo round (De Santis-Kohan): "No creo que hoy existan pol¨¦micas en el ¨¢mbito literario. Existen ataques personales, que luego se disfrazan como pol¨¦micas con alg¨²n ingrediente te¨®rico. El resentimiento es el c¨®digo samur¨¢i del escritor argentino", define Pablo de Santis (Buenos Aires, 1963), autor de El cal¨ªgrafo de Voltaire (Destino), que se suma a la l¨ªnea de la "literatura de imaginaci¨®n, no realista". Siempre que se habla de "po¨¦ticas arriesgadas", apunta, vale recordar aquello de: "Todo cambia en el mundo, menos los escritores de vanguardia".
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