De este hombre podr¨ªa escribir Dostoievski
Media p¨¢gina. Estuvo en manos de Manuel Trujillo, uno de los psiquiatras m¨¢s importantes del mundo, en Nueva York, y durante a?os pase¨® su carn¨¦. Ahora es un hombre que, dice, se acostumbra a su dignidad, extra?ado a¨²n de ser curioso y apasionado a los 65 a?os, que cumpli¨® hace ocho d¨ªas. Es extravertido y arrollador, tiene una energ¨ªa que sus amigos temen, y ha hecho del tel¨¦fono un instrumento esencial de amistad y de comunicaci¨®n, para preguntar por la vida, para contar la propia. Un d¨ªa llam¨® a su amigo Rafael Azcona y le cont¨® algunas de sus tribulaciones. Para quitarle importancia a los dramas que refer¨ªa, el famoso guionista le dijo: "Con tus dramas Dostoievski no hubiera tenido ni para media p¨¢gina". El ¨²ltimo mi¨¦rcoles le preguntamos, por tel¨¦fono, para cu¨¢ntas p¨¢ginas de Dostoievski dar¨ªa ahora el relato de su vida: "Hombre", respondi¨® Juan Luis Galiardo, "si Dostoievski se re¨²ne con Manolo Vicent y con Jos¨¦ Luis Garc¨ªa S¨¢nchez y ¨¦stos le cuentan mis an¨¦cdotas m¨¢s significativas, seguramente tendr¨ªa el hombre para dos o tres cap¨ªtulos".
Verde que te quiero verde. "La an¨¦cdota que mejor me representa es aquella que me sucedi¨® en M¨¦xico, cuando actu¨¢bamos Mar¨ªa Luisa Merlo y yo recitando versos en el Hotel Camino Real. Un pol¨ªtico mexicano me interrump¨ªa cada vez que empezaba Verde que te quiero verde, y ¨¦l gritaba 'Azul, manito', hasta que Mar¨ªa Luisa me mir¨®, como alent¨¢ndome, 'S¨²per, m¨¢talo', y el t¨ªo ten¨ªa una pistola, pero me arm¨¦ de la hidalgu¨ªa de la raza, de la verg¨¹enza torera, as¨ª que me abalanc¨¦ sobre ¨¦l, y el t¨ªo se achant¨®... Me sali¨® la fuerza del hu¨¦rfano, ese momento de la vida en que eres o h¨¦roe o cucaracha, y sales h¨¦roe... Luego supe que el t¨ªo se hab¨ªa achantado porque ten¨ªa una placa de plata en la cabeza, as¨ª que si yo ca¨ªa sobre ¨¦l, aunque fuera ya cad¨¢ver, lo mataba seguro".
Agarrar la toalla. "Ahora estoy en la sala Villarroel, en Barcelona, representando Un hombre de suerte, de Jos¨¦ Luis Alonso de Santos... La idea era originalmente para cuatro personajes, dos mujeres y dos hombres, y yo los hago todos, entre ellos el de un actor veterano que vuelve al escenario obligado por un amigo suyo... Hablando con un taxista decid¨ª hacer una funci¨®n de apoyo a los vecinos del Carmel: ¨¦l me dec¨ªa: 'Usted tiene que hacerlos sonre¨ªr, sacarlos de los hoteles, darles una ilusi¨®n que les saque de su angustia'. Y en eso estoy, hablando con las asociaciones y buscando una fecha... Quiero darles mi energ¨ªa, eso es lo que m¨¢s tengo. A veces me asombro de ver que ya tengo 65 a?os y siete d¨ªas, acudo al teatro, hago re¨ªr, y estoy vivo, con presente y con futuro, y con cosas que hacer... ?Aparte de los zumos de naranja, qu¨¦ tengo para almacenar tanta energ¨ªa? Pues la capacidad de contestarme, de aprender, de avanzar... Cuando veo tanta gente de mi edad que ha tirado la toalla, qu¨¦ bien que tenga ganas de indagar y de entrar en los caminos de la luz, qu¨¦ bien... Porque en la oscuridad he estado mucho tiempo".
Desempleo de psiquiatras. "El teatro me ahorra el psiquiatra. Mi psiquiatra de apoyo me dec¨ªa: 'Nos vas a dejar en el paro'. Ahora soy psiquiatra de viejos amigos, que eran prudentes y sabios en su juventud, al contrario que yo, y ahora experimentan una grave regresi¨®n... Yo era un hu¨¦rfano desgarrado, y ahora soy un ser comprometido... ?Volver a la locura? Cualquier ser humano que no se vigile puede volver en cualquier momento a lo peor de sus vidas... Mi locura era emocional; era un grito desesperado contra la muerte de mi madre. Cre¨ªa que la muerte era un castigo. ?La religi¨®n nos hab¨ªa machacado! Yo era un demandante de afecto, mi ego no era como el de los genocidas o el de los que acu?an dinero, el ego de los que quieren pasar a la historia... Demandaba el cari?o de mi madre, y eso me hizo querer resbalar por las pieles femeninas...".
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