Catalu?a propone
El comentario m¨¢s repetido que recibimos los federalistas catalanes cuando casi hemos convencido a un nacionalista de las virtudes de la v¨ªa federal es el siguiente: ?con qui¨¦n vais a pactar si casi no hay federalistas en Espa?a? Raz¨®n no le falta si analizamos la historia contempor¨¢nea espa?ola. Y, por el contrario, no hay otro camino posible que el pacto auton¨®mico o federal. Esto ¨²ltimo tambi¨¦n lo sabe el nacionalista catal¨¢n. En realidad federalistas y nacionalistas catalanes hemos coincidido muchas veces en la pr¨¢ctica pol¨ªtica del pasado siglo XX, porque ten¨ªamos al nacionalismo espa?ol como adversario com¨²n y a la autonom¨ªa pol¨ªtica como objetivo compartido tanto de la estrategia federalista como de la nacionalista.
La democracia en Espa?a ha sido la condici¨®n necesaria para poder alcanzar el autogobierno en Catalu?a. La hist¨®rica relevancia de los Estatutos de 1932 y de 1979 viene dada por la restituci¨®n de la Generalitat como la instituci¨®n representativa y de gobierno de Catalu?a. As¨ª lo destac¨® Maci¨¤ en la sesi¨®n constitutiva del Parlamento catal¨¢n, el 10 de diciembre de 1932, al considerar la importancia de la instituci¨®n parlamentaria como signo de permanencia y representaci¨®n de la naci¨®n catalana. El fracaso del golpe de Estado del general Sanjurjo, el 10 de agosto de 1932, desbloque¨® y aceler¨® la aprobaci¨®n del Estatuto de 1932, pero tambi¨¦n confirm¨® que el ejercicio de la autonom¨ªa republicana estar¨ªa plagado de espinas. La distancia en cuanto a la calidad del autogobierno entre el proyecto de Estatuto de Nuria de 1931 y el finalmente aprobado por la Cortes republicanas era m¨¢s que notable, excesivo. Y el Estatuto de 1979 se parece mucho m¨¢s al de 1932. Para ser m¨¢s preciso, en materias como ense?anza, orden p¨²blico, divisi¨®n territorial y poder judicial, por ejemplo, ya quisiera que la reforma en curso nos acercara a los postulados del proyecto de N¨²ria.
La gran diferencia entre el actual proceso de reforma y los anteriores periodos estatuyentes es que la autonom¨ªa pol¨ªtica de las nacionalidades y regiones forma parte ya de un paisaje normalizado de la democracia espa?ola. El problema que todav¨ªa subyace en el Estado auton¨®mico es su insuficiente desarrollo en un sentido federal y plurinacional. Todav¨ªa prevalecen los mon¨®logos nacionalistas frente al di¨¢logo federal. La cultura federal implica dos requisitos, como m¨ªnimo: 1) el reconocimiento permanente del pluralismo como expresi¨®n de la diversidad del Estado compuesto; 2) la falta de legitimidad de toda decisi¨®n unilateral cuando afecta a dos, o a m¨¢s de dos. Los a?os de la transici¨®n democr¨¢tica tuvieron "gestos federales", es decir de reconocimientos y acuerdos con el otro. Lo hicieron el Rey y Adolfo Su¨¢rez cuando reconocieron la legitimidad hist¨®rica de la Generalitat republicana y de su representaci¨®n en la figura del presidente Tarradellas; lo hicieron las Cortes Constituyentes cuando regularon la pluralidad territorial de nacionalidades y regiones que integran Espa?a; lo hicieron los "nacionalismos de oposici¨®n" que comprendieron la autonom¨ªa pol¨ªtica como un derecho de todas las regiones y no s¨®lo de las nacionalidades. El reconocimiento de la diferencia fue un pilar esencial de la unidad constitucional.
La presidencia de Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero ha abierto una nueva oportunidad para el desarrollo federal del Estado auton¨®mico. En este marco hay que situar la reforma del Estatuto catal¨¢n, una reforma que no pretende ser ni exclusiva ni excluyente. Cada comunidad aut¨®noma puede proceder igualmente a la reforma de su Estatuto si ¨¦sta es su voluntad. Lo m¨¢s interesante y positivo de este proceso es que se va de lo particular a lo general y no al rev¨¦s. Varias voces del centro y algunas de la periferia regional ya se han alzado contra el peligro de centrifugaci¨®n que tiene todo proceso de reforma de los Estatutos que no nace de una previa reforma constitucional, o bien de unas bases previamente acordadas de car¨¢cter general sobre materias especialmente importantes como la financiaci¨®n de las autonom¨ªas o la administraci¨®n de la justicia. Se equivocan. Padecen la enfermedad del unitarismo y temen la diversidad. En la democracia pluralista lo particular es el fundamento de lo general mediante el pacto y el consenso entre diversos.
La presentaci¨®n e informaci¨®n del proceso de reforma estatutario en Catalu?a que el consejero de Relaciones Institucionales y Participaci¨®n, Joan Saura, est¨¢ realizando pr¨¢cticamente desde el inicio de esta legislatura en sus desplazamientos a otras comunidades aut¨®nomas, forma parte de esta concepci¨®n del catalanismo como motor de cambio de la concepci¨®n territorial del Estado espa?ol hacia un modelo m¨¢s pluralista y m¨¢s federal de la democracia espa?ola. Varios consejeros de la Generalitat se unir¨¢n a esta positiva campa?a cuyo lema Catalu?a propone tiene la prudencia de no querer dar lecciones a nadie, pero s¨ª quiere combatir prejuicios y desinformaciones muy extendidas en el territorio espa?ol con relaci¨®n a las leg¨ªtimas y democr¨¢ticas aspiraciones del catalanismo pol¨ªtico.
Miquel Caminal es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona.
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