Mrs. Robinson
Hace unos d¨ªas pudimos ver en un telediario c¨®mo en EE UU la polic¨ªa llevaba esposada a una ni?a de cinco a?os a requerimiento de su maestra, incapaz de calmar a la peque?a iracunda.
Coincidi¨® que esa misma noche volv¨ª a ver, cuarenta a?os despu¨¦s, la pel¨ªcula El graduado y me impresion¨® revivir el temor de los protagonistas a los prejuicios de sus padres. En nuestro mundo escolar no es com¨²n que la mirada de-saprobadora de los adultos produzca sentimientos de culpa en los adolescentes.
En la emergente clase media de aquella primera mitad de los sesenta, a¨²n imperaba la hip¨®crita proclamaci¨®n de unos valores sociales que se sab¨ªan transgredidos por los adultos sin otro requerimiento distinto de la discreci¨®n. Las adolescentes deb¨ªamos hacer grandes esfuerzos para aceptar un perfil de joven casadera que, por ejemplo, solo pod¨ªa aspirar a licenciarse en Letras. Y, al verano siguiente, descubr¨ªamos que para los mayores todo aquel rasgado de vestiduras era un puro teatro de la apariencia social.
Llegamos a adultos enarbolando la bandera de la coherencia y la sinceridad. Cre¨ªmos que eran unos principios especialmente ¨²tiles para sacar buena nota en la educaci¨®n de nuestros hijos: no levantar¨¦ la mano contra los alumnos, no mentir¨¦ a mi hijo, me mostrar¨¦ ante ¨¦l como soy, sin miedo al desnudo. Pero ?qu¨¦ hacer cu¨¢ndo los infantes se asustan y encolerizan al contemplar nuestra inseguridad en la determinaci¨®n de los l¨ªmites?, ?cu¨¢ndo nos volvemos tan incre¨ªbles para ellos que se creen con derecho a ense?orearse de la vivienda familiar o a dominar el aula desde los pupitres?
Ahora nos sorprende ver en un v¨ªdeo a unos polic¨ªas esposando a una ni?a. La noticia se titulaba: "La polic¨ªa denigra a una ni?a de cinco a?os". Yo la habr¨ªa titulado "Maestra y polic¨ªas desbordados por una agresiva ni?a de cinco a?os". Ser¨¢ la edad de la menor lo que nos sorprende. Pero con unos pocos a?os m¨¢s, el desbordamiento de maestros por sus alumnos puede verse a diario.
Pronto, el oficio de negociador o mediador policial, que ya existe para situaciones de toma de rehenes, habr¨¢ que extenderlo al trato con elementos antisociales de entre cinco y quince a?os de edad.
Supongo que si supi¨¦semos para qu¨¦ educamos sabr¨ªamos tambi¨¦n algo de c¨®mo hacerlo. Sin embargo, no estamos seguros. Conocemos muchas m¨¢s cosas que antes, pero la dificultad est¨¢ en integrarlas. Y las m¨¢s dif¨ªciles, como el sentido de ciudadan¨ªa, la dignidad o la responsabilidad, solemos aparcarlas en favor de disciplinas m¨¢s "exactas", como las habilidades ling¨¹¨ªsticas.
El desconcierto es nuestra patria profesional. A pesar de ello, me quedo con la conciencia de la fragilidad del mundo actual, antes que con la falsa robustez de aquel mundo de Misses Robinson.
Aunque a veces yo tampoco sepa c¨®mo convencer a una cr¨ªa de que se baje de la mesa.
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