El fin del poder regional sirio
La salida de las tropas de L¨ªbano pone al r¨¦gimen de Damasco frente a sus propias debilidades internas
"?Para cu¨¢ndo nos devuelven a nosotros el Gol¨¢n?", pregunta Ahmed tras conocer la retirada de las tropas sirias de L¨ªbano. El tono de su pregunta revela impotencia y frustraci¨®n. Toda la ret¨®rica pan¨¢rabe que durante 40 a?os ha alimentado el nacionalismo sirio no puede ocultar el fracaso de un sistema que no ha logrado triunfar ni dentro ni fuera del pa¨ªs. S¨®lo sobrevivir. Como Ahmed, que hoy conduce el taxi de un vecino y ma?ana Dios dir¨¢. "No hay una visi¨®n, no hay un plan", coinciden la mayor¨ªa de los entrevistados.
"Siria se enfrenta a unas fuerzas que quieren un nuevo sistema regional; es una batalla imposible de ganar porque en el exterior estamos solos, y dentro, divididos", asegura el intelectual Michel Kilo. ?l, como otros opositores, suscribi¨® hace cinco a?os una propuesta de reconciliaci¨®n con el r¨¦gimen. "Dejamos claro que no quer¨ªamos el poder, sino el reconocimiento legal y que se empezaran a introducir libertades, combatir la corrupci¨®n y desmantelar el sistema de seguridad", dice frustrado por la falta de visi¨®n de los dirigentes, a la vez que admite de forma impl¨ªcita la ausencia de alternativa.
Cuando Bachar el Asad lleg¨® al poder a la muerte de su padre en el a?o 2000, una bocanada de optimismo se extendi¨® por el pa¨ªs. Joven y con educaci¨®n occidental, el flamante presidente habl¨® por primera vez de democracia, aunque fuera a la siria. La llamada primavera de Damasco apenas dio tiempo a enumerar las quejas. Para septiembre de 2001, quienes hab¨ªan hablado en alto terminaron en la c¨¢rcel. Los gestos del r¨¦gimen tras la guerra de Irak tampoco se tradujeron en una reforma. Desde entonces, ha cundido el escepticismo.
El a?o pasado este diario pregunt¨® al presidente Bachar por la lentitud de las reformas. "?Lentos?", respondi¨®, "no, vamos para atr¨¢s". Su franqueza parec¨ªa alimentar la tesis de una voluntad de cambio bloqueada por la vieja guardia heredada de su padre y a la que debe su puesto. Otros observadores defienden que no existe tal diferencia, "es uno de ellos". Para la mayor¨ªa de los sirios, la distinci¨®n resulta irrelevante.
"Como empresaria, no juzgo las intenciones, sino los resultados", dice A. H., sin ocultar sus simpat¨ªas por la oposici¨®n. Como otros miembros de lo que queda de la alta burgues¨ªa tradicional siria, resiente el sistema de clientelismo sobre el que se sustenta el r¨¦gimen y centra sus aspiraciones en una reforma econ¨®mica que introduzca transparencia, elimine la corrupci¨®n y modernice los instrumentos financieros.
Eso es lo que pretend¨ªa Bachar, una reforma a la china. Primero, la econom¨ªa y la administraci¨®n, y luego, la pol¨ªtica. "Siria no es como China; el sistema de partido ¨²nico aguanta si la econom¨ªa crece, pero la nuestra est¨¢ estancada", apunta Nabil Sukkar, un economista independiente que trabaj¨® para el Banco Mundial. En su opini¨®n, no es posible reformar la econom¨ªa sin reformar el sistema pol¨ªtico.
El tiempo apremia. Un 50% de los 18 millones de habitantes de Siria tiene menos de 25 a?os y cada a?o 200.000 j¨®venes se suman a la poblaci¨®n en busca de trabajo. Antes de que acabe 2005, los parados superar¨¢n el mill¨®n, el 20% de la poblaci¨®n activa. Lo que es m¨¢s grave, entre el 25% y el 60%, seg¨²n las fuentes, est¨¢n por debajo de la l¨ªnea de pobreza.
Los reformistas del r¨¦gimen conf¨ªan en que el congreso del Partido Baaz, convocado para junio, anuncie una ley de partidos pol¨ªticos y el reconocimiento de las libertades de reuni¨®n y expresi¨®n. Ammar Abdulhamid cree que hace falta un milagro. "El r¨¦gimen es incapaz de cambiar por s¨ª mismo", asegura este activista que promociona el desarrollo de la sociedad civil. "El congreso del partido es un ¨²ltimo esfuerzo, pero el sistema no funciona. Se necesita uno nuevo".
"No tenemos las fuerzas para traer el cambio a la sociedad siria", admite el ex ministro de Industria Issam Zaim; "necesitamos ayuda exterior y no podemos conseguirla. Estamos en un callej¨®n sin salida". "La sociedad siempre ha sufrido las crisis del poder, pero ahora por primera vez el poder tambi¨¦n va a pagar un precio", afirma Kilo.
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