Los cuadernos
Un cuaderno en blanco no est¨¢ vac¨ªo. Por eso es una invitaci¨®n al futuro. La escritura, como la ley, no supone una decisi¨®n sobre la nada, sino la puesta en orden de la realidad a trav¨¦s del poder que confieren las imaginaciones. Llamamos imaginaci¨®n al ojo de la cerradura por el que nos vemos a nosotros mismos. As¨ª que las historias, los sue?os, los deseos, caminan al lado de nuestra piel y nos obligan a viajar como una tentaci¨®n disfrazada de gu¨ªa. El papel en blanco parece el mapa de una abstracci¨®n, pero est¨¢ lleno de lo que somos, de lo que recordamos, de lo que nos han hecho, de lo que da vueltas en la cabeza y busca el equipaje para salir de nosotros en forma de palabra, que es el modo que tienen las ilusiones y los miedos de poner el pie en la calle. Las ilusiones y los miedos son una respuesta a la inquietud que vive en un papel en blanco o en un cuaderno vac¨ªo. No me convencen los innovadores que convierten las palabras en una abstracci¨®n racional, borrando la experiencia hist¨®rica que determina las identidades. Para darle sentido a la afirmaci¨®n de que todos somos iguales ante la ley, hay que empezar por entender que no somos iguales en la historia. No me convencen los tradicionalistas que niegan la capacidad de invenci¨®n, la promesa de futuro que ofrecen las p¨¢ginas en blanco, creyendo s¨®lo en la repetici¨®n perpetua de lo que siempre se ha escrito de la misma manera. Conviene elaborar con imaginaci¨®n las identidades, para buscarle un sentido a la convivencia, que no debe confundirse con una acumulaci¨®n tormentosa de astillas y fragmentos. El todo significa por fortuna algo m¨¢s que la suma de las partes. El todo es un argumento, la historia que se puede escribir en un cuaderno en blanco, un cuaderno que, sin embargo, no est¨¢ vac¨ªo.
Siento debilidad por los cuadernos. La casa se llena de viajes gracias a los cuadernos, porque viajo con ellos, o porque me gusta comprarlos en ciudades lejanas, o porque las p¨¢ginas en blanco son un itinerario, una sala de espera. Los cuadernos colocan sobre la mesa unas velas de barco para que el viento escriba sus historias mientras el mar se abre y se cierra. Vivimos ¨¦pocas de navegaciones, de buenos vientos, de cuadernos por escribir. Se abren en Espa?a juzgados especiales contra la violencia de g¨¦nero, al mismo tiempo que se cierran prejuicios y el Congreso aprueba la ley de los matrimonios homosexuales. Empezamos a saber que todos somos iguales ante la ley, pero tambi¨¦n comprendemos que no somos iguales en la historia y que conviene discriminar. La sociedad espa?ola se est¨¢ llenando de cuadernos en blanco, de argumentos, de p¨¢ginas por escribir que no est¨¢n vac¨ªas, de motivos razonables para sentirse orgullosos de esta tarea de redacci¨®n que es la vida. Cuando los piratas de la realidad nos abandonan en una isla desierta, m¨¢s que un libro, conviene esconder en la chaqueta un l¨¢piz y cuaderno en blanco. Se trata de mirar al horizonte y de escribir, a la sombra de una palmera, lo que se nos ocurra, lo que vive con nosotros, mir¨¢ndonos por la cerradura de la imaginaci¨®n. Escribir, por ejemplo, que el mar est¨¢ en calma, que el sol ilumina la espuma plateada de las olas y que sobre el azul del cielo aparece la silueta de un barco. Las velas y las p¨¢ginas vienen a rescatarnos.
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