El adi¨®s de un mito
Con 65 a?os y 17 nietos, se retira Jack Nicklaus, el mejor golfista de la historia
El p¨²blico encaramado a las gradas met¨¢licas de Saint Andrews se levant¨® en se?al de respeto de su silla 19 veces. Una, para guardar los dos minutos de silencio por las v¨ªctimas del atentado de Londres. Las otras 18, para dedicar una exaltada reverencia a Jack Nicklaus (Columbus, 1940), el mejor golfista de la historia, el mejor deportista del siglo XX seg¨²n la revista Sports Illustrated y el mito colgado en la pared, pintado al carboncillo, de cada uno de los bares y las tiendas que rodean el viejo campo de Saint Andrews. El estadounidense, de 65 a?os -"soy consciente de mi edad cada d¨ªa cuando me levanto"- y dos piezas de cer¨¢mica en lugar de los huesos propios de la cadera, levant¨® la mano derecha y salud¨® como un monarca paseando en carroza. "Lo m¨¢s probable, siendo realistas, es que haya sido mi pen¨²ltimo recorrido", concedi¨® despu¨¦s bajo una carpa y perseguido por una tropa de periodistas. Lo m¨¢s probable, aunque su "desaf¨ªo" es "cruzar el Swilcan bridge el domingo", es decir, pasar el corte y alcanzar la ¨²ltima jornada. Ayer, hizo 75 golpes, lejos de la cabeza.
Ha ganado 18 'grandes' y un total de 113 torneos; su juego figura en todos los manuales del golf
La primera ocasi¨®n en que Nicklaus particip¨® en un Open fue en 1962, cuando los Beatles empezaban a menear el flequillo, se llevaban bien y lo m¨¢s complejo de sus letras era un reiterativo ye-ye. "Ha sido el mejor", susurran sus fieles, que le persiguen por el laberinto acordonado, que comentan cada giro de su mu?eca, cada golpe que recuerde su extraordinario juego corto. El mejor jugador por sus n¨²meros. Pero tambi¨¦n por los intangibles, los sentimientos, la capacidad de agitar a las masas y de inaugurar una mercadotecnia planetaria en el mundo del golf. Ha ganado tres veces el torneo brit¨¢nico (1966, 1970 y 1978), las dos ¨²ltimas en Saint Andrews. La suma total de su bot¨ªn de grandes es de 18. M¨¢s que nadie. En total ha vencido en 113 torneos a lo largo de su carrera profesional. Esta semana cada vez que baja del autom¨®vil gris met¨¢lico de la organizaci¨®n y posa un pie en la calle recibe un homenaje. Desde el premio que le otorg¨® la asociaci¨®n de la prensa el martes pasado, al billete de cinco libras de edici¨®n limitada y prensado con su cara en el Royal Bank of Scotland. Nicklaus ya estuvo a punto de dejar el golf en 1989, cuando tuvo que operarse de la cadera y sustituir su osamenta original por dos r¨¦plicas de loza.
Su despedida comenz¨® ayer. Poco despu¨¦s de las siete de la ma?ana, Nicklaus, con un jersey color marr¨®n clarito y unos pantalones negros, mov¨ªa el cuello, como un boxeador, a derecha e izquierda en el tee del hoyo 1. Primer aplauso. Aunque todav¨ªa su escolta no se hab¨ªa convertido en una hist¨¦rica persecuci¨®n de masas. Eso suceder¨ªa m¨¢s tarde. Los silbidos, gritos y agitaci¨®n de sus seguidores romp¨ªan la habitual contenci¨®n del espectador de golf, que suele ser un individuo bastante discreto. "No me han despistado, no he perdido la concentraci¨®n, ha sido muy agradable", coment¨® con diplomacia el jugador al concluir la jornada. Tampoco dijo que le hubiese sorprendido. Una ni?a de siete u ocho a?os llevaba bajo el brazo un libro de los a?os 70 en el que un Nicklaus muy rubio en versi¨®n c¨®mic ense?aba los rudimentos del juego. No consigui¨® que se lo firmase el jugador. Otro se?or le mostr¨® la primera edici¨®n, de 1968, de un manual. "No es la primera edici¨®n, antes apareci¨® otro en 1964", le dijo el jugador, que esta vez s¨ª sac¨® el rotulador.
Nicklaus sonr¨ªo y salud¨® a la gente. Charl¨®, brome¨® y palme¨® los hombros de su caddie. Hizo observaciones sobre el juego y comentarios t¨¦cnicos con Tom Watson, uno de sus compa?eros de partido y rival desde los a?os 70. Watson le venci¨® el ¨²ltimo d¨ªa del Open en 1977 en uno de los duelos m¨¢s c¨¦lebres de la historia de este deporte. Duelo al sol, fue el sobrenombre cinematogr¨¢fico que perdura de la derrota de Nicklaus. "Es, probablemente, el mejor jugador de todos los tiempos", se rinde Watson, algo arrugado, pero muy delgado con un polo verde. "Nuestra amistad florece especialmente en el Open", comenta Watson, que cuchiche¨® tras casi todos sus golpes con Nicklaus.
"La prensa est¨¢ bien, pero se va perdiendo la posibilidad de hablar con libertad, como en una mesa camilla con amigos. Ahora hay mucho riesgo de que te encuentres al d¨ªa siguiente frases que nunca has pronunciado", dice Nicklaus, que no concede entrevistas en las semanas anteriores ni posteriores a un torneo. Ni siquiera por cuestiones promocionales. De natural ir¨®nico, el estadounidense, imagen de miles de m¨¦todos para aprender a jugar al golf, es m¨¢s apreciado en el Reino Unido que en su pa¨ªs. De hecho, durante el adi¨®s de otro m¨ªtico, Arnold Palmer, the army, en Estados Unidos, Nicklaus se sinti¨® ninguneado, herido. Y avis¨®: "Ya ver¨¦is en mi despedida".
A Nicklaus le llamaban el oso a secas. Entonces, a¨²n no era dorado. Se lo llamaban porque, al igual que ahora, tiene los hombros anchos y el jersey abombado a la altura de la tripa. Despu¨¦s alguien se acord¨® de que es rubio y a?adi¨® la coletilla dorado. Un sobrenombre que algunos achacan a su capacidad de ganar dinero. El jugador, junto a sus hijos, dise?a campos de golf y participa en las sociedades constructoras.
En 1976, Nicklaus fue decisivo para que se abriera la Copa Ryder a otros jugadores que no fueran brit¨¢nicos o irlandeses. Estados Unidos ganaba con regularidad el torneo y Nicklaus dio una pista: "Fijaos en Severiano Ballesteros, haced algo con ese chico".
Pero Nicklaus, a pesar de que lo que se le demanda es el discurso emotivo del adi¨®s, no lo puede evitar. No puede resistir hablar de la bola, de sus extra?os efectos, de las trampas del Old Course: "Mir¨¦ la bola y aguard¨¦ el aplauso. No la vi caer, pero cuando camin¨¦ me di cuenta de que estaba 35 metros a la derecha del hoyo. Esto es Saint Andrews y sus toboganes, ya se sabe". Y es que el jugador, al que le cuesta agacharse, flexionar las rodillas, para ver la perspectiva en los greenes, dice que ha venido "a jugar". El jugador tiene cuatro hijos y 17 nietos. Uno de ellos muri¨® hace unos meses en la ba?era.
El libro del bolsillo del golfista define al estadounidense como "una personificaci¨®n de todo lo que es bueno en el juego". "Nos acordaremos de esta semana toda la vida", dice, rom¨¢ntico, sentimental, el surafricano Ernie Els. La ¨²ltima del Oso dorado en las dunas de Saint Andrews despu¨¦s de ocho participaciones en el m¨ªtico campo escoc¨¦s y 38 en el Open. Hoy, siendos realistas, echar¨¢ el cierre. Sus 18 ¨²ltimos hoyos. Sus 18 ¨²ltimas reverencias. El golf le debe su mayor cap¨ªtulo.
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