El diplom¨¢tico Ronaldo
Es uno de los mejores futbolistas del mundo. Rico, famoso y tambi¨¦n generoso. Como embajador de Buena Voluntad de la ONU viaj¨® a Israel y Palestina. Convertido en uno de los personajes de su Proyecto Sombra, el autor del reportaje no se separ¨® de ¨¦l.
Si eres un ni?o pobre y un poco paleto, y Ronaldo te invita a viajar con ¨¦l en un avi¨®n de tan s¨®lo seis plazas lleno de curiosidades y de lujos, lo l¨®gico es que te quedes deslumbrado. Y eso es lo que me ocurri¨® a m¨ª, como ni?o pobre y paleto que soy. Ten¨ªa que hacerle una sombra, pero cuando puse el pie en el avi¨®n me olvid¨¦ del trabajo y me puse a tocar todos los botones y a abrir todas las puertas. Estamos hablando de un birreactor peque?o, un insecto de acero que surcaba los cielos con la agilidad y el zumbido de un mosquito. Dentro de ¨¦l, adem¨¢s de los dos pilotos, ¨ªbamos Ronaldo, un par de amigos suyos, su director de comunicaci¨®n, el fot¨®grafo y yo. No hab¨ªamos tenido que facturar ni hacer colas ni llegar con cuatro horas de adelanto por miedo al overbooking. Despegamos de la base a¨¦rea de Torrej¨®n de Ardoz de Madrid a eso de las siete de la ma?ana. En vez de asientos, el aparato ten¨ªa unas enormes butacas de piel que se adaptaban a todos los caprichos de tu cuerpo. La grifer¨ªa del cuarto de ba?o, situado en la cola, era dorada. Para ir de un extremo a otro ten¨ªas que caminar un poco encorvado, pues no daba la altura. Pero ¨¦sa es la posici¨®n que se adopta en el ¨²tero materno y aquello estaba concebido como un espacio blando en el que todas tus necesidades estaban cubiertas.
En la parte m¨¢s ancha del tubo, junto a la puerta de embarque, hab¨ªa un mueble m¨¢gico del que sal¨ªa todo lo que eras capaz de desear. Si se te pasaba por la cabeza la idea de tomarte un s¨¢ndwich de salm¨®n, abr¨ªas una puerta y aparec¨ªa el s¨¢ndwich de salm¨®n; si una cerveza, una cerveza; si un pastel de nata, un pastel de nata. Los l¨ªquidos calientes como el caf¨¦ o el t¨¦ se manifestaban por sendos agujeros, tras acariciar una palanca. Estuve abriendo y cerrando puertas un buen rato (el mueble ten¨ªa 14 o 15) y detr¨¢s de cada una hab¨ªa una sorpresa distinta. Daba pena no comerse ni beberse todo lo que aquella especie de placenta era capaz de segregar, pero pens¨¦ que me vengar¨ªa en el viaje de vuelta. Por otro lado, una vez satisfechas las necesidades m¨¢s primarias, tambi¨¦n resultaba muy entretenido mirar por la ventanilla, desde la que el borde de los continentes y las islas, quiz¨¢ porque vol¨¢bamos a menor altura que un avi¨®n de pasajeros normal, parec¨ªan maquetas, mapas, representaciones de la realidad en vez de la realidad misma. El mundo era un juguete.
El avi¨®n hab¨ªa sido puesto a disposici¨®n de Ronaldo por la ONU para que viajara a Palestina e Israel en calidad de embajador de Buena Voluntad. Era lunes, su d¨ªa de descanso, y el martes deb¨ªa entrenar a las 11.00, por lo que regresar¨ªamos de aquellas tierras lejanas el mismo lunes por la noche para aterrizar a lo largo de la madrugada del martes en Barajas.
Durante las cuatro horas que dur¨® el viaje de ida, el jugador durmi¨® a pierna suelta en un sof¨¢ que formaba parte del mobiliario del avi¨®n y que no he mencionado antes por miedo a que no me creyeran. Ello permiti¨® al fot¨®grafo obtener im¨¢genes in¨¦ditas del jugador y a m¨ª observar su rostro con detenimiento sin resultar impertinente. He de decir que si antes de conocerle me hubieran mostrado una r¨¦plica de esa cabeza asegur¨¢ndome que proced¨ªa de una excavaci¨®n arqueol¨®gica del antiguo Egipto, me lo habr¨ªa cre¨ªdo. Tal es la sensaci¨®n que producen su cr¨¢neo y sus facciones en reposo. Cuando sonr¨ªe, en cambio, regresa a la actualidad desde los dominios abisales de la historia antigua. Tiene dos sonrisas (una t¨ªmida y otra agresiva), adem¨¢s de una risa. Utiliza las sonrisas para seducir, y la risa, para descargarse de las tensiones emocionales excesivas. En la risa, que rara vez utiliza fuera de la intimidad o del campo de f¨²tbol (para celebrar un gol), muestra, adem¨¢s de los dientes, las enc¨ªas, que remiten tambi¨¦n a algo ancestral, anclado en los or¨ªgenes del hombre. Para expresar seriedad, frunce un poco los labios y fija la mirada en el interlocutor. Naturalmente, todo esto es un resumen. El rostro tiene decenas de m¨²sculos que, manejados con habilidad, proporcionan miles de matices. Un arma secreta de Ronaldo para desconcertar (que es su modo de seducir) consiste en hacer con la boca lo que otros hacemos con los ojos: sabe hacer gui?os con los labios y producir sonrisas con los p¨¢rpados.
El caso es que al llegar a Tel Aviv fue recibido con honores de jefe de Estado.
-No te puedes hacer una idea -le dijo la representante de la ONU que le dio la bienvenida- lo que simb¨®licamente representa tu estancia aqu¨ª.
Y deb¨ªa representar algo importante si tenemos en cuenta que pas¨® la ma?ana en Palestina y la tarde en Israel, siendo recibido con id¨¦ntico entusiasmo a uno y otro lado del conflicto. Ning¨²n pol¨ªtico, ning¨²n intelectual, ning¨²n l¨ªder religioso, ning¨²n cient¨ªfico, habr¨ªa concitado tal acuerdo.
Abandonamos el aeropuerto de Tel Aviv repartidos en un s¨¦quito de siete u ocho autom¨®viles bajo bandera de la ONU. Al llegar al puesto fronterizo de Betunia, nos esperaba una delegaci¨®n de la Autoridad Nacional Palestina que le ofreci¨® el Mercedes blindado del primer ministro para continuar el viaje hasta Ramala, la capital administrativa de Cisjordania. El paisaje era una cicatriz polvorienta formada por un muro de hormig¨®n y un conjunto de alambradas que separaban un territorio de otro. Pero la cicatriz estaba llena aquel d¨ªa de una multitud que hab¨ªa ido a dar la bienvenida al jugador. Los cables de las c¨¢maras de televisi¨®n serpenteaban por la tierra provocando nubes de polvo; los fot¨®grafos disparaban a ciegas, levantando sus objetivos sobre el mar de cabezas, como si fueran periscopios; los ni?os se colaban entre las piernas de los adultos para intentar alcanzar al h¨¦roe. Los servicios de seguridad palestinos, reci¨¦n incorporados a la comitiva, repart¨ªan a diestro y siniestro, pero entre torta y torta miraban o tocaban a Ronaldo para volver a casa con algo de ¨¦l. Los gigantescos bloques de hormig¨®n y los alambres proporcionaban al entorno un aire carcelario del que, m¨¢s que salir, nos fugamos perseguidos por las c¨¢maras, por los j¨®venes, por los adultos que gritaban ?Ronaldo!, ?Ronaldo!, ?Ronaldo!, esperando que el jugador se volviera y les dedicara una sonrisa. Me pareci¨® un suceso pintoresco, excepcional, sin saber que no era m¨¢s que un adelanto de la norma.
As¨ª, cuando llegamos a la residencia de Ahmad Qurai, el primer ministro de la Autoridad Palestina, casi no pod¨ªamos bajarnos de los coches. La multitud se agolpaba a los lados rompiendo el cerco de seguridad. El propio s¨¦quito del jugador se parti¨® en varios pedazos, quedando algunas partes separadas de la cabeza. Entre las partes separadas me encontraba yo, a quien el p¨¢nico a quedarme abandonado en medio de Ramala, con dificultades para justificar mi presencia en uno de los lugares m¨¢s conflictivos del universo, me llev¨® a bracear con desesperaci¨®n en el oc¨¦ano de cuerpos. Tengo recuerdos confusos de aquellos instantes. Un guardaespaldas, al ver que lograba progresar en direcci¨®n al jugador, me arrincon¨® contra una verja y me dio dos tortas (?c¨®mo explicarle, y en qu¨¦ idioma, que yo era la sombra de Ronaldo?). Cuando iba a darme la tercera, se acerc¨® otro que me hab¨ªa reconocido y le dijo algo al o¨ªdo. Entonces, con la misma violencia empleada en la agresi¨®n, me estrech¨® entre sus brazos y comenz¨® a darme besos en las mejillas al tiempo que dec¨ªa sorry, sorry, sorry. Antes de que la puerta del primer ministro se cerrara a mis espaldas, volv¨ª la vista y vi a Gorka, el fot¨®grafo, hundi¨¦ndose en la multitud con la c¨¢mara en alto, como si respirara por ella.
Podr¨ªa a?adir que tras el encuentro con el primer ministro empleamos el resto de la ma?ana en visitar instalaciones y en inaugurar centros (uno de ellos con el nombre de Ronaldo), pero lo cierto es que mientras el jugador visitaba, inauguraba, daba ruedas de prensa y pronunciaba discursos, un servidor se limit¨® a sobrevivir al desvar¨ªo que provocaba su presencia entre las multitudes. A veces, entre desplazamiento y desplazamiento, el fot¨®grafo y yo coincid¨ªamos en el mismo autom¨®vil y nos mir¨¢bamos con extra?eza, como pregunt¨¢ndonos el uno al otro si est¨¢bamos viviendo lo que est¨¢bamos viviendo o era un sue?o. Nos hab¨ªan pedido que viaj¨¢ramos con traje, puesto que ten¨ªamos varios actos protocolarios, pero a las dos horas de encontrarnos en Palestina, los trajes eran un trapo de cocina. Cuando dejamos de sudar nosotros, porque la deshidrataci¨®n era brutal, comenz¨® a sudar nuestra ropa. Est¨¢bamos secos por dentro y empapados por fuera.
En cuanto a Ronaldo, con el que lograba tomar de vez en cuando un contacto visual, tampoco se libraba de algunos zarandeos que sobrellevaba con la dignidad de un jefe de Estado. Dec¨ªa en todas partes las palabras precisas; respond¨ªa a las preguntas con correcci¨®n, sensatez y distancia; firmaba aut¨®grafos y soportaba las agresiones de los admiradores y del servicio de seguridad con una cortes¨ªa sin l¨ªmites. Comparada su actitud con la que d¨ªas m¨¢s tarde, en un viaje oficial a Israel, mantendr¨ªan Maragall y Carod Rovira, el jugador quedaba como un diplom¨¢tico internacional de alt¨ªsimo nivel frente a dos gamberros sin l¨ªmites ni sentido com¨²n.
Por la tarde regresamos a Israel para atender una invitaci¨®n del Centro Simon Peres para la Paz. Se trataba de visitar un estadio situado en las afueras de la ciudad en el que se llevaba a cabo el experimento conocido como Escuelas de F¨²tbol Hermanadas por la Paz, consistente en la formaci¨®n de equipos de f¨²tbol en los que conviv¨ªan ni?os palestinos e israel¨ªes. Y all¨ª estaba, esperando al joven Ronaldo, el anciano Peres. Los ve¨ªas abrazarse y pensabas que no pod¨ªa haber en el mundo dos personas m¨¢s distintas, pero tampoco m¨¢s unidas por un inter¨¦s filantr¨®pico com¨²n. Alguien de Naciones Unidas dijo detr¨¢s de m¨ª: "Aqu¨ª estamos, en uno de los rincones m¨¢s calientes del planeta, y miren la naturalidad con la que se mueve Ronaldo". Qu¨¦ raro era todo.
Por la noche, tras una breve incursi¨®n privada en Jerusal¨¦n, pues Ronaldo hab¨ªa pedido visitar los Santos Lugares, y ya de regreso al aeropuerto, el jugador provoc¨® una de las situaciones m¨¢s curiosas del d¨ªa: como no quer¨ªa partir sin agradecer al personal de Naciones Unidas su dedicaci¨®n, pidi¨® que nos detuvi¨¦ramos en un centro comercial para cenar y firmar aut¨®grafos a quienes los quisieran. Pero como la idea de entrar en un centro comercial con Ronaldo (la tercera persona m¨¢s famosa del mundo despu¨¦s del Papa y Bush) era un disparate, pues a los diez minutos habr¨ªamos estado completamente rodeados, la caravana se detuvo en el parking del centro comercial, desde donde se encarg¨® al McDonald's de arriba que bajaran hamburguesas y coca-colas para todos. Y en aquel lugar infernal, entre los coches aparcados y los humos de los que entraban y sal¨ªan, Ronaldo firm¨® amablemente todo lo que le pusieron por delante (camisetas, corbatas, peri¨®dicos) y se fotografi¨® con quien se lo solicit¨®. Yo, como no estaba dispuesto a quitarme el hambre con una hamburguesa sabiendo lo que nos esperaba en el avi¨®n, me retir¨¦ unos instantes del grupo, para contemplar las cosas con cierta perspectiva, y vi cinco o seis coches con bandera de Naciones Unidas aparcados en bater¨ªa, vi a un fot¨®grafo de El PA?S disponiendo sobre el cap¨® de uno de los autom¨®viles sus viandas, vi al mejor jugador de f¨²tbol del mundo departiendo alegremente con varios funcionarios de Naciones Unidas, vi a los ch¨®feres de las caravanas de autom¨®viles fotografi¨¢ndose una y otra vez junto a la estrella, me vi a m¨ª mismo, me dije que estaba, en efecto, en un parking de un centro comercial de Israel, a miles de kil¨®metros de casa, y comprend¨ª oscuramente que me encontraba ante una dimensi¨®n de la fama completamente desconocida hasta ese instante para m¨ª. La fama, en efecto, pero la fama de verdad, la de Ronaldo, y no esos suced¨¢neos baratos que aquejan a pol¨ªticos y artistas, nos hab¨ªa conducido a aquella situaci¨®n delirante. ?Era entonces buena o mala la fama? Estaba a punto de decidir que era mala cuando al observar la naturalidad y la cercan¨ªa con que Ronaldo hablaba con la gente, despu¨¦s de haberse sabido comportar todo el d¨ªa como un jefe de Estado, suspend¨ª mi juicio.
Ya en el interior de la furgoneta que rodaba por la pista del aeropuerto en direcci¨®n al avi¨®n, nos miramos con expresi¨®n de agotamiento, pero tambi¨¦n de felicidad por haber sobrevivido y por encontrarnos tan cerca del ¨²tero que nos devolver¨ªa a Madrid. Entonces, Ronaldo hizo un comentario curioso:
-Cuando estuve en Kosovo, tambi¨¦n con una misi¨®n de Naciones Unidas, sub¨ª a un helic¨®ptero militar y vi las casas desde arriba. No ten¨ªan tejado, pero la gente continuaba viviendo en su interior. Me cost¨® mucho desconectar de esa visi¨®n. Me recupero antes del cansancio f¨ªsico que del mental. Cuando salgo de lugares as¨ª y veo mis energ¨ªas, me siento un privilegiado.
Fuimos recibidos a pie de ¨²tero por dos pilotos amabil¨ªsimos, distintos a los de la ma?ana, que nos informaron de que el vuelo durar¨ªa seis horas, pues navegar¨ªamos en contra del viento, por lo que quiz¨¢ tuvi¨¦ramos que repostar en Palma de Mallorca. La perspectiva era llegar a Madrid a las seis de la ma?ana. Pero todo me dio igual cuando vi que el mueble m¨¢gico continuaba en su sitio, y repleto de las viandas m¨¢s ex¨®ticas que uno pudiera imaginar. As¨ª que una vez que alcanzamos la altura de crucero, me dirig¨ª a ¨¦l e hice una selecci¨®n de delicadezas que acompa?¨¦ de una botella de Mo?t & Chandon. Cuando termin¨¦ esa botella, regres¨¦ al mueble, abr¨ª el caj¨®n del que la hab¨ªa sacado y encontr¨¦ otra. No importaba cu¨¢ntas botellas extrajeras, porque siempre se renovaban de manera m¨¢gica, y siempre estaban fr¨ªas. Se lo hice saber a mis acompa?antes, pero no me creyeron.
Tras comer y beber hasta saciarnos mientras coment¨¢bamos los acontecimientos de la jornada, alguien atenu¨® las luces y nos quedamos todos dormidos como en el interior del claustro materno mientras el avi¨®n se deslizaba suavemente bajo las estrellas. Antes de dormirme, tuve un momento de gran excitaci¨®n al imaginar el armario m¨¢gico del avi¨®n privado de Emilio Bot¨ªn, que, al ser m¨¢s grande, tendr¨ªa por lo menos tres cuerpos. ?Qu¨¦ no saldr¨ªa de detr¨¢s de sus puertas?
A los pocos d¨ªas de la aventura palestino-israel¨ª, de la que la prensa se ocup¨® como de un suceso de primer orden, Ronaldo me invit¨® a pasar una jornada con ¨¦l, as¨ª que me present¨¦ en su casa a las ocho y media de la ma?ana y llevamos a su hijo, de cinco a?os, al colegio.
-Siempre que duerme conmigo -dijo llev¨¢ndose las manos a los ri?ones con expresi¨®n de dolor, tras haber dejado al cr¨ªo en el aula- me deja hecho polvo porque da patadas en sue?os.
Desde el colegio, continuamos hacia las instalaciones de la Federaci¨®n de F¨²tbol, en Las Rozas, donde entrena el Real Madrid. El jugador llevaba unos pantalones vaqueros, una camiseta amarilla y un Audi que ten¨ªa tambi¨¦n algo de ¨²tero y que se deslizaba perezosamente por las calles de La Moraleja, en Madrid, la urbanizaci¨®n de chalets en la que vive (el tercer ¨²tero). Era una de esas ma?anas soleadas de mayo en las que uno tiene la impresi¨®n de estrenar el universo. Ronaldo conduc¨ªa despacio, con indolencia. Al observar el panorama exterior, sentenci¨® que era una hora excelente para pasear con el perro y ver a las madres llevando a los ni?os al colegio.
En la carretera de salida hab¨ªa atasco, as¨ª que matamos el tiempo hablando de la vida. Creo que le pregunt¨¦ c¨®mo le explicaba a su hijo lo de la fama.
-Cuando me pregunta por qu¨¦ me sacan tantas fotos, le digo que porque soy jugador de f¨²tbol y meto muchos goles, pero tambi¨¦n porque tengo un hijo muy guapo.
El paisaje, una vez dejada atr¨¢s la urbanizaci¨®n, se llen¨® de gr¨²as y de edificios en construcci¨®n. Entonces hice un comentario t¨®pico sobre la fiebre del ladrillo, al que Ronaldo respondi¨® como un entendido en la materia. Hablaba de Entrecanales, de Dragados o de Fomento de Construcciones y Contratas con la autoridad con la que un fil¨®sofo se habr¨ªa referido a S¨®crates, a Plat¨®n o Arist¨®teles. Met¨ª un poco el dedo en ese asunto y result¨® que la secci¨®n que m¨¢s le interesaba del peri¨®dico, despu¨¦s de la de Deportes, era la de Econom¨ªa.
-Me interesan muchas cosas, pero hay que saber a fondo de una. Quiz¨¢ cuando deje el f¨²tbol estudie econom¨ªa y marketing. No me veo el resto de mi vida de entrenador ni metido en la din¨¢mica de viajes de un equipo.
La conversaci¨®n sobre la vida continu¨® en una cafeter¨ªa cercana a la Ciudad del F¨²tbol, donde nos detuvimos a hacer tiempo. All¨ª, tambi¨¦n de manera casual, averig¨¹¨¦ que ha construido en R¨ªo de Janeiro un complejo universitario.
-Yo no ten¨ªa inversiones -dice-, y me asoci¨¦ con Nilton Petrone, el fisio que me cur¨® la lesi¨®n. Nuestro campus tiene 12 carreras, todas relacionadas con el ¨¢mbito de la salud. Mi hermana es fisioterapeuta y dirige uno de los departamentos.
La lesi¨®n a la que se refiere estuvo a punto de apartarle del f¨²tbol cuando ten¨ªa 24 a?os y jugaba en el Inter de Mil¨¢n. Es uno de los momentos m¨¢s misteriosos de la carrera de Ronaldo, no porque haya cosas que no se sepan, sino por lo que se sabe. Y lo que se sabe es que un d¨ªa, jugando un partido, se rompi¨® el tend¨®n rotuliano, cuya funci¨®n es esencial en la articulaci¨®n de la rodilla. Se lo hab¨ªa roto, adem¨¢s, longitudinalmente, lo cual constitu¨ªa una rareza sin precedentes en la medicina deportiva. Tras el diagn¨®stico y la intervenci¨®n, fue sometido a un tratamiento de rehabilitaci¨®n que lo tuvo apartado del c¨¦sped durante seis meses, al cabo de los cuales regres¨® para jugar contra el Lazio, en el estadio Ol¨ªmpico de Roma. A los 20 minutos de iniciarse el partido, el tend¨®n salt¨® de nuevo por los aires. Quienes vieron las im¨¢genes de aquel encuentro todav¨ªa recuerdan a Ronaldo sujet¨¢ndose la rodilla con un gesto de dolor que no presagiaba nada bueno. Era el d¨ªa 12 de abril de 2000.
En esta ocasi¨®n estuvo retirado de los campos de f¨²tbol un a?o y tres meses, durante los que se sucedieron los peores augurios. Todo el que ten¨ªa oportunidad de hablar, aun sin haber visto la rodilla, se mostraba esc¨¦ptico frente a las posibilidades de recuperaci¨®n. Ronaldo confiaba en el doctor Sayant y en Nilton Petrone. El primero era un m¨¦dico franc¨¦s, con consulta en Par¨ªs; el segundo, un conocido fisioterapeuta especializado en lesiones deportivas. No obstante, buscando una segunda opini¨®n, Nike lo llev¨® a Estados Unidos para consultar con un famoso m¨¦dico que se mostr¨® dispuesto a operarle, aunque sin garantizar los resultados, ya que la rodilla del jugador, seg¨²n dijo, nunca recuperar¨ªa una flexi¨®n del 100%. A Ronaldo no le gust¨® el m¨¦dico y regres¨® a Par¨ªs, con Sayant. Hab¨ªa perdido, en efecto, un 30% de su capacidad de flexi¨®n, pero despu¨¦s de la operaci¨®n, y con el tratamiento de rehabilitaci¨®n adecuado, podr¨ªa recuperar parte de esa p¨¦rdida. En todo caso, Sayant le asegur¨® que no necesitaba el 100% para jugar. Ronaldo se puso en sus manos y, tras la intervenci¨®n, se encerr¨® cuatro meses en una cl¨ªnica con Nilton Petrone, recuperando un 15% de de la capacidad perdida: lo suficiente para regresar al c¨¦sped y ganar la Copa del Mundo con la selecci¨®n de Brasil (fue el m¨¢ximo goleador). Tras ese mundial, recibi¨® el t¨ªtulo de Mejor Jugador del Mundo.
Esto es lo que se sabe, dec¨ªamos. La pregunta es de d¨®nde sac¨® fuerzas un chaval de 24 a?os para hacer frente a aquel c¨²mulo de malos augurios, para escoger la mejor soluci¨®n, que quiz¨¢ no era la m¨¢s espectacular, y, finalmente, para someterse a la disciplina que requer¨ªa una rehabilitaci¨®n de esa naturaleza. Talento emocional, tal vez ah¨ª se encuentre la respuesta.
-El 12 de abril -dice- hizo cinco a?os de mi lesi¨®n y no vi una sola declaraci¨®n de quienes entonces aseguraron que no volver¨ªa a jugar.
-?Tuviste muchos momentos de p¨¢nico?
-De p¨¢nico, no. Pero s¨ª de gran tristeza. Pasaba d¨ªas y d¨ªas sin hablar.
La conversaci¨®n sobre la vida deriva hacia los padres, divorciados desde que ¨¦l ten¨ªa 13 o 14 a?os, y con los que mantiene excelentes relaciones.
-Siempre aprend¨ª mucho de mi padre -dice-. Era mi ¨ªdolo. Todo el mundo me dec¨ªa qu¨¦ inteligente es tu padre, as¨ª que mi padre se convirti¨® en mi h¨¦roe. Mi madre es muy distinta. Tiene menos formaci¨®n que mi padre, es m¨¢s intuitiva, pero los dos son id¨¦nticos: tranquilos a la hora de tomar decisiones.
Utiliza con una frecuencia curiosa el t¨¦rmino "tranquilo", como si la tranquilidad fuera una aspiraci¨®n moral de primer orden. As¨ª, cuando le pregunt¨¦ c¨®mo se ve¨ªa dentro de ocho o diez a?os, cuando se haya retirado del f¨²tbol, me dijo que se ve¨ªa tranquilo. Y de su hijo asegur¨® que iba a ser tranquilo y educado, como ¨¦l.
Es cierto, Ronaldo es un hombre tranquilo y educado. Conduce tranquilo, habla tranquilo, juega tranquilo. Pero su tranquilidad, que a veces se disfraza de aut¨¦ntica indolencia, es la del felino que pasa en cuesti¨®n de segundos del estado de reposo al de ataque. Lo que desconcierta de este jugador a los defensas son sus cambios de ritmo, que aplica tambi¨¦n a la vida y a las conversaciones. Da la impresi¨®n de estar hecho de contrarios, pues es a la vez lento y r¨¢pido; perezoso y activo; joven y viejo; ingenuo y avisado; prudente y atrevido; t¨ªmido e insolente; serio y bromista; distante y cercano; cobarde y audaz.
Quiz¨¢ su secreto para el f¨²tbol y para la vida consista en moverse siempre entre los dos extremos de una dicotom¨ªa. Lo diab¨®lico es la velocidad con la que pasa de un extremo al otro. Sus manifestaciones p¨²blicas son pol¨ªticamente correctas. Procura no da?ar a nadie ni darse importancia, pero en el momento m¨¢s inesperado hace un quiebro ir¨®nico que desconcierta al interlocutor. Cuando le pregunt¨¦ por las declaraciones de Eto'o respecto al Real Madrid al d¨ªa siguiente de que el Barcelona ganara la liga, dijo que estaban hechas desde la mentalidad de un equipo peque?o.
-Si has ganado -a?adi¨®-, disfruta del ¨¦xito y no te metas con nadie.
A esa misma cuesti¨®n, en rueda de prensa, respondi¨® que Eto'o hab¨ªa dicho una tonter¨ªa a la que no hab¨ªa que dar demasiada importancia porque no estaba acostumbrado a ganar t¨ªtulos.
-?Has felicitado a Ronaldinho? -le pregunt¨® alguien.
-S¨ª -dijo-, le puse un mensaje. Pero corto.
Ronaldo dice que no le convienen entrenamientos muy intensos. Estuve observ¨¢ndolo desde las gradas y me pareci¨® que mostraba, en general, la actitud perezosa del felino que reserva sus energ¨ªas para la caza. De todos modos, fue un entrenamiento flojo para todos: el Madrid ya hab¨ªa perdido la liga, y la temporada estaba pr¨¢cticamente liquidada.
Tras el entrenamiento, lo acompa?¨¦ a una reuni¨®n de trabajo con gente de Nike. Quer¨ªan mostrarle los dise?os de las botas para la nueva temporada, as¨ª como las estrategias de comunicaci¨®n de la casa. Todo era muy confidencial, pero me dejaron entrar cuando les asegur¨¦ que s¨®lo me interesaba ver c¨®mo se mov¨ªa el jugador en una reuni¨®n de negocios. Y se movi¨® como en el campo, como en la vida: tranquilo. De vez en cuando bostezaba y se pasaba la mano perezosamente por el cr¨¢neo, como si sus intereses estuvieran a miles de kil¨®metros del lugar en el que nos encontr¨¢bamos, pero cuando el otro bajaba la guardia, realizaba una observaci¨®n sorprendente o le met¨ªa un gol. Por lo dem¨¢s, fue hermoso verle manipular las botas cuyos dise?os somet¨ªan a su aprobaci¨®n. Las cog¨ªa entre sus manos y las palpaba con el cuidado con el que un veterinario palpar¨ªa a un animal peque?o y delicado antes de emitir el diagn¨®stico. La mesa se llen¨® de parejas de estos peque?os animales que el ejecutivo de Nike iba sacando de una bolsa. Cada pareja ten¨ªa un color. No era necesario ser un fetichista del calzado para gemir de gusto frente al espect¨¢culo.
Tras la reuni¨®n con los de Nike, nos fuimos a comer. La comida era mi ¨²ltima oportunidad para averiguar lo ¨²nico que me interesaba. Y lo ¨²nico que me interesaba era saber c¨®mo se puede llegar a ser la tercera persona m¨¢s famosa del mundo, el mejor jugador del mundo, uno de los deportistas m¨¢s ricos del mundo (y todo ello a los 29 a?os), sin enloquecer. Los jugadores del f¨²tbol saben, adem¨¢s, que las cosas nunca ir¨¢n a mejor. Empiezan a perder la fama, y quiz¨¢ el dinero, a la misma edad en la que la gente normal comienza a salir adelante. Lo tienen todo cuando quiz¨¢ les falta la madurez precisa para disfrutarlo. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que, en tal situaci¨®n, lo normal es que te ocurra lo que a Maradona. As¨ª que fui directo al grano:-?De d¨®nde obtienes los recursos emocionales para no volverte loco?
-Bueno -dijo-, hace falta tener buena cabeza, pero tambi¨¦n buena gente que te rodee.
No logr¨¦ sacarle nada m¨¢s, aunque me habl¨® de la importancia de la familia ("yo siempre estoy disponible para formar una familia") y me cont¨® que su madre, nada m¨¢s enterarse de su separaci¨®n, que coincidi¨® con el final de una liga que, m¨¢s que ganar el Barcelona, perdi¨® el Madrid, cogi¨® el avi¨®n y se present¨® en su casa. Me cont¨® la historia de Renati?o, un joven que fue a buscarle al aeropuerto el d¨ªa que volvimos de Palestina e Israel y al que tambi¨¦n hab¨ªa visto en el entrenamiento, muy pendiente de las necesidades de Ronaldo. Era un amigo de la infancia al que se hab¨ªa tra¨ªdo de Brasil, donde ten¨ªa problemas para salir adelante.
-?Qu¨¦ hace para ti?
-Ser mi amigo. No tiene ninguna obligaci¨®n, no tenemos ninguna relaci¨®n jefe / empleado. Le ayudo porque es mi amigo. Vive en Getafe y tiene dos hijos gemelos.
Me cont¨® tambi¨¦n que hac¨ªa unos d¨ªas hab¨ªa cenado, en el restaurante en el que nos encontr¨¢bamos, con Maradona y que el jugador argentino le hizo llorar.
-?Y eso?
-Yo hab¨ªa observado durante toda la cena que llevaba dos relojes. Estuve varias veces a punto de preguntarle sobre ellos porque me llamaban mucho la atenci¨®n, pero no lo hice. Al final, a punto de despedirnos, me llev¨® a un sitio aparte y me dijo que aquellos relojes se los hab¨ªan regalado sus hijas. Entonces se quit¨® uno y me dijo: "Toma, Roni, te regalo ¨¦ste por lo bien que me recibiste y por lo buena persona que eres".
Y bien, quiz¨¢ no hubiera ning¨²n secreto para evitar la locura, quiz¨¢ es la locura la que te evita a ti, aunque lleves todas las cartas para perder el seso. Disfruta de la comida y de la conversaci¨®n, me dije; despu¨¦s de todo, te sobra material para la sombra. Y en esas estaba, disfrutando de la conversaci¨®n y la comida, cuando Ronaldo hizo un comentario casual sobre el vino que nos acababan de servir. Dijo que le interesaba mucho la cultura del vino, de la que apenas sab¨ªa nada, aunque estaba dispuesto a aprender. Le recomend¨¦ que viera Entre copas, una comedia de ¨¦xito que cuenta la historia de dos amigos que recorren California de bodega en bodega. Le dije que los personajes de esta pel¨ªcula hablaban de s¨ª mismos al describir los vinos que cataban. As¨ª, cuando uno de ellos dice de un caldo que es herm¨¦tico, est¨¢ describiendo sus propias dificultades para comunicarse con el mundo. Le cont¨¦ una de las escenas m¨¢s conmovedoras de la pel¨ªcula, en la que el protagonista da, a una mujer de la que se acaba de enamorar, una conferencia sobre el pinot noire, una variedad de uva procedente de Francia. Lo bueno es que todo lo que dice de esta uva (que es solitaria, fr¨¢gil, que necesita cuidados especiales) es lo que habr¨ªa dicho de s¨ª mismo si se hubiera atrevido.
Ronaldo escuchaba con la atenci¨®n o la falta de atenci¨®n que pon¨ªa en todo, es decir, con pereza. Mencion¨® el Vega Sicilia y le dije que eso eran palabras mayores, que yo nunca hab¨ªa tenido entre las manos una botella de ese vino. La comida fue larga y agradable, y ajustada a la prescripci¨®n de la dietista del Real Madrid excepto por las patatas y el helado. Cuando est¨¢bamos a punto de despedirnos (Ronaldo duerme la siesta siempre que le es posible), me pregunt¨® qu¨¦ iba a hacer.
-Coger¨¦ un taxi. ?Por qu¨¦?
-Me habr¨ªa gustado que pasaras por casa, para hacerte un regalo.
Le dije que podr¨ªa tomar el taxi en su casa, as¨ª que lo acompa?¨¦ y me pidi¨® que le esperara un momento. Al poco, sali¨® con una botella de vino: un Vega Sicilia del 91. No llor¨¦ porque no tengo esa condici¨®n, pero creo que me sent¨ª como cuando Maradona le regal¨® el reloj a ¨¦l. Ronaldo hab¨ªa comido con pereza, hab¨ªa bromeado con pereza, hab¨ªa conversado con pereza, pero de repente cambi¨® de ritmo y me regal¨® una botella de vino. Quiz¨¢ me meti¨® un gol. Estoy esperando una ocasi¨®n especial para abrirla, aunque en la pel¨ªcula Entre copas dicen que la ocasi¨®n especial es el hecho mismo de abrirla.
(Por cierto, se me hab¨ªa olvidado decir que el Ronaldo del que vengo hablando a lo largo de todas estas p¨¢ginas es Ronaldo Luiz Nazario de Lima, pero creo que ustedes ya se hab¨ªan dado cuenta).
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