El rey de la creaci¨®n
Marcos Serrano consigue, en la subida a Mende, el tercer triunfo de etapa para el ciclismo espa?ol
Lance Armstrong ha desaparecido. Lance Armstrong ha sprintado una vez m¨¢s nada m¨¢s cruzar la meta hacia el cami¨®n del control antidopaje, un proceso que cumple diariamente, desde que es l¨ªder, a toda velocidad, aunque ayer se demorara un poco m¨¢s. Aparte de la consabida orina, le extraen tambi¨¦n muestras de sangre. Despu¨¦s, siempre al sprint, se lanza hacia el podio, hacia el 80 maillot amarillo de sus siete Tours, hacia el n¨²mero que le permite superar a Hinault y acercarse un poco, pero qu¨¦ lejos est¨¢, a los 115 maillots de Eddy Merckx, r¨¦cord absoluto del Tour. Despu¨¦s, desaparece.
El asfalto arde, pero la brisa refresca. El Tour circula por el Midi, en un verano canicular, pero por las alturas del Midi, en el coraz¨®n del macizo de las C¨¦vennes, en el aer¨®dromo de Mende, altitud 1.050 metros. Ivan Basso acaba de cruzar la meta. Est¨¢ seco, sin ox¨ªgeno, est¨¢ que arde. La mirada negra, el gesto exagerado, la rabia. Su eterna serenidad, su m¨¢scara de sufrimiento, hermosa, sutil, est¨¢ rota. Discute, grita. No hay qui¨¦n lo entienda. ?No deber¨ªa estar feliz? ?No deber¨ªa sentirse satisfecho?
Armstrong super¨® ayer a Hinault en n¨²mero de 'maillots' amarillos y pas¨® un control sangu¨ªneo
Ha cumplido con su palabra, no ha fallado ning¨²n d¨ªa desde los Pirineos, desde que la carretera se inclinaba se ha puesto al frente del pelot¨®n y ha acelerado, ha tirado, ha muerto sobre la bicicleta, ha sufrido. Ha intentado ganar el Tour. Tambi¨¦n all¨ª, en las vertiginosas alturas de Mende, all¨ª, en el ¨²ltimo puerto duro del Tour, en los apenas tres kil¨®metros de la subida de la Cruz Nueva, corto pero empinado como un palo, al 10%. Lo ha intentado como si la vida le fuera en ello, ha pedaleado fuerte, sin volverse, y sin volverse, sin necesidad de girar la cabeza, ha comprendido enseguida que esta vez tampoco. Siente que bajo el sol implacable de julio su cuerpo proyecta en el asfalto una sombra amarilla, una sombra ligera, vol¨¢til, ¨¢gil, una sombra que vuela sobre una bicicleta como si entre plato y pi?ones no hubiera cadena, como si mover los pedales en molinillo en esa subida mortal en la tercera semana del Tour no costara nada. Pero eso ha sido as¨ª todo el Tour, ha sido todos los a?os, ha sido as¨ª toda la vida. Basso no conoce como corredor de Tour otro ganador que Armstrong. ?Por qu¨¦ iba a perder el temple, su calma, su raz¨®n, justo el ¨²ltimo d¨ªa?
"Ivan siente escalofr¨ªos", dice r¨¢pido uno de su equipo. "Ivan ha llegado a la meta empapado de sudor y nadie le ten¨ªa preparado un maillot seco, limpio, e Ivan se est¨¢ quedando fr¨ªo. Por eso est¨¢ enfadado". Ivan Basso se mete bajo el maillot fr¨ªo, empapado, entre la piel y el tejido, un par de folios blancos. Ivan Basso huye de la llegada sin decir palabra, con la mirada loca. Ivan Basso huye del peligro, de un resfriado, de un catarro, de una f¨¢brica de mocos en su interior como la que llevan Mancebo -una v¨ªctima de los aires acondicionados, de los cambios bruscos de temperatura, que ayer sufri¨® como nunca para terminar como siempre, en el grupo de siempre-, como la que sospecha que tienen otros compa?eros a los que oye resoplar, escupir, limpiarse las narices.
Escalofr¨ªos tambi¨¦n sufre, a apenas cinco metros de all¨ª, apenas 10 minutos antes, la misma tarde, Marcos Serrano. Tiene la piel de gallina, los ojos, tan expresivos, m¨¢s saltones que nunca, el pecho empapado, la boca de la felicidad. La mente, fr¨ªa, cerebral. Sabe lo que ha hecho, c¨®mo lo ha hecho, por qu¨¦ lo ha hecho, las consecuencias ¨ªntimas de lo que ha hecho. Est¨¢ empapado, suda, siente fr¨ªo, pero Marcos Serrano no huye. Marcos Serrano est¨¢ plantado en medio y se deja rodear, se deja abrazar, exprimir, agobiar. Marcos Serrano acaba de ganar una etapa del Tour y tiene derecho a sentirse el rey de la creaci¨®n. Ocho a?os lleva Marcos Serrano (Chapela, Pontevedra, septiembre del 72) corriendo el Tour, recorriendo los lugares en los que se ha escrito la leyenda, sinti¨¦ndose parte de la leyenda, y s¨®lo ayer se sinti¨® protagonista de la leyenda. Escritor. Inspirador. Lo consigui¨® en Mende, que no es un sitio cualquiera.
Mende son cinco letras con una fuerte carga simb¨®lica en la historia de los equipos de Manolo Saiz, en la historia del Tour tambi¨¦n, en la historia de los Tours de Indurain. En Mende, camino de Mende, en las alturas de Mende, Manolo Saiz se sinti¨® un d¨ªa tambi¨¦n el rey de la creaci¨®n. Fue hace 10 a?os. El equipo de Indurain sali¨® mal y ¨¦l lanz¨® un ataque demoledor con todo el equipo. Indurain se qued¨® aislado y Jalabert, la punta de lanza del ONCE, que entonces se llamaba as¨ª el equipo de Saiz, lleg¨® a contar con m¨¢s de 10 minutos de ventaja. S¨®lo la generosidad de otros equipos salv¨® a Indurain, su quinto Tour. As¨ª que Mende es tambi¨¦n sin¨®nimo de lo que pudo haber sido y no fue. No para Serrano. Para Serrano, el m¨¢s fuerte de los diez fugados de la ma?ana, el m¨¢s listo tambi¨¦n, lo que pudo haber sido, fue. Su rival m¨¢s duro, el bravo Zandio, cometi¨® un error de juvenil vaci¨¢ndose en un puerto de tercera que preced¨ªa la subida final. Zandio efectu¨® la selecci¨®n y Serrano, en el sitio exacto, en el ¨²ltimo kil¨®metro, con peque?os acelerones, con ataques de prueba, rompi¨® las ¨²ltimas resistencias, las de Vasseur y Axel Merckx. Y gan¨®.
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