Misterio, precisi¨®n y lirismo de Juan Gris
La exposici¨®n que se exhibe en el Museo Reina Sof¨ªa, en Madrid, sobre el artista madrile?o permite situar sus ra¨ªces en la corriente m¨¢s secreta de la pintura espa?ola de los siglos XVI y XVII, en la m¨ªstica e incluso en el arte medieval
En el claustro de la catedral de Palencia puede verse en la actualidad una exposici¨®n de arte religioso titulada: La palabra en la piedra. Hace unos d¨ªas, cuando la visit¨¦, un grupo de visitantes escuchaba con atenci¨®n las explicaciones de un sacerdote que ejerc¨ªa las labores de gu¨ªa. Estaban ante una delicada talla rom¨¢nica de la Virgen con el Ni?o. Era una Virgen muy hermosa, con su dulce hieratismo y sus luminosos ojos almendrados, que parec¨ªan no perderse ni un solo detalle de lo que pasaba a su alrededor. Pero lo que llamaba la atenci¨®n de todos era las enormes orejas del Ni?o. El sacerdote, despu¨¦s de preguntar, sin obtener respuesta, si alguien pod¨ªa explicarle lo que significaban, dijo con la mayor naturalidad: "La Madre est¨¢ mirando el mundo y el Ni?o nos pide que escuchemos el silencio con que lo hace". ?stas fueron sus sorprendentes palabras. Seg¨²n ellas, lo que el artista medieval hab¨ªa querido expresar con aquellas orejas enormes es que debemos prestar atenci¨®n al silencio.
Su obra parece pintada en las sombras, a la luz de una llama. Lo que hace que todos sus cuadros remitan a un espacio secreto
He pensando en esa talla y en el comentario del sacerdote porque, viendo la reciente exposici¨®n de Juan Gris, en el Museo Reina Sof¨ªa, no he podido dejar de tener la impresi¨®n de que sus cuadros nos est¨¢n pidiendo lo mismo, que aprendamos a escuchar el silencio. Y ciertamente basta con pasear con calma por las distintas salas para experimentar esa mezcla inconfundible de cotidianidad y misterio, de precisi¨®n y lirismo que definen la obra del pintor madrile?o. Una mezcla que tiene el poder de interrogarnos y conmovernos, pues los cuadros de Juan Gris son a la vez enigmas que tenemos que descifrar y humildes bodegones que hablan de nuestra pobreza; escenas que remiten al mundo de lo furtivo, a ese mundo que descubrimos en los paseos nocturnos, a la luz de una peque?a l¨¢mpara. Y puede que esa cualidad temblorosa, que evocan el reflejo de las llamas sobre la superficie de las cosas, sea la m¨¢s singular e ¨ªntima de la obra de Juan Gris. Una cualidad que la emparienta con esa tradici¨®n espa?ola que nada tiene que ver con el barroco o el realismo m¨¢s descarnado de una buena parte de nuestros pintores. Una tradici¨®n que hunde sus ra¨ªces en la corriente m¨¢s secreta de la pintura espa?ola de los siglos XVI y XVII, en Zurbar¨¢n, o los bodegones de Vald¨¦s Leal o S¨¢nchez Cot¨¢n, pero tambi¨¦n en la m¨ªstica y, de alguna forma, en el arte medieval. De forma que su s¨ªmbolo no ser¨ªa el espejo que aspira a reflejar el mundo, su realidad visual, sino la l¨¢mpara con la que nos adentramos en ¨¦l. Y ciertamente la mayor parte de la obra de Juan Gris parece haber sido pintada en las sombras, a la luz de una llama. Lo que hace que todos sus cuadros, hasta los m¨¢s coloristas, sus paisajes, sus arlequines, sus bodegones con ventanas, remitan siempre a un espacio secreto, interior, a un lugar que s¨®lo la pintura desvela. Cualidad que fue la causa de la admiraci¨®n que Joseph Cornell siempre sinti¨® por ellos. Pues a su manera Joseph Cornell, con sus colecciones de objetos, no hizo sino ver el mundo como un jerogl¨ªfico que hab¨ªa que descifrar. Que es lo mismo que sentimos ante los bodegones de Juan Gris, en que siempre se percibe la presencia de un orden, de una arquitectura, como le gustaba llamarla a ¨¦l. Algo parecido a la peque?a casa que Paulette Godard prepara para el vagabundo en Tiempos modernos. Y tanto las cajas de Joseph Cornell como los cuadros de Juan Gris tienen que ver con esa casita tambaleante que en la pel¨ªcula de Chaplin parece sostenerse no tanto por obra de la raz¨®n como de la gracia (o mejor dicho, en que la raz¨®n es agente de la gracia). Y son por eso lugares po¨¦ticos, en el sentido que Octavio Paz diera a esta palabra, de volver habitable el mundo. Lugares que hablan de nuestro abandono, y de la pobreza radical de la condici¨®n humana, pero tambi¨¦n del orgullo inherente a esa misma condici¨®n, capaz de elevarse de sus miserias y hacer del mundo el lugar de la posibilidad. Que combinan de una forma admirable "la poes¨ªa del orgullo con la poes¨ªa de la humildad". Y es esto lo que me parece que Agust¨ªn S¨¢nchez Vidal quiere decirnos al relacionar la obra de Juan Gris con el creacionismo de Vicente Huidobro. Juan Gris intervino en la traducci¨®n de los poemas de Huidobro al franc¨¦s, y hasta puede que fuera ¨¦l quien sugiri¨® al poeta chileno la conocida expresi¨®n de que hab¨ªa que producir poemas como la naturaleza hace un ¨¢rbol. El mundo, para los creacionistas, no estaba terminado de crear y el hombre participaba en esa tarea con cada una de sus palabras y acciones. De forma que los cuadros y los poemas no eran tanto una interpretaci¨®n o visi¨®n de la realidad, sino objetos que se le a?ad¨ªan prologando interminablemente el libro del G¨¦nesis. "C¨¦zanne, de una botella hace un cilindro; yo parto del cilindro para crear un individuo de un tipo especial, de un cilindro hago una botella, una cierta botella. C¨¦zanne va hacia la arquitectura; yo parto de ella (...) Esa pintura es a la otra lo que la poes¨ªa a la prosa". Un plat¨®nico que estuviera enamorado de las sombras de la caverna, ?es posible algo as¨ª?
El artista medieval tambi¨¦n parte de la idea para llegar a la imagen. En el caso de la Virgen palentina, parte de la idea de la redenci¨®n para llegar a esa imagen concreta en que un ni?o de grandes orejas nos pide que estemos atentos. Una talla que bien podr¨ªa considerarse precubista, por esta preponderancia de los fragmentos -los ojos de la Virgen, las orejas del Ni?o- sobre el todo. El artista medieval, seg¨²n E. H. Gombrich, no se propone crear una imagen convincente de la naturaleza o realizar cosas bellas sino comunicar el contenido y el mensaje, las historias que sostienen su fe. "Los egipcios plasmaron lo que sab¨ªan; los griegos lo que ve¨ªan; los artistas de la Edad Media aprendieron a expresar lo que sent¨ªan". Que es justo lo que hace Juan Gris cuando partiendo de lo abstracto quiere llegar a una botella. S¨®lo que Juan Gris realiza una s¨ªntesis de las tres maneras: quiere ver, pero sin dejar de saber y sentir. Eso hace que su cubismo se diferencie del cubismo de Braque y de Picasso. Braque se aparta del mundo para elevarse a sus leyes abstractas; Picasso, juega con sus criaturas. Ve el mundo y, al ver la loca variedad de sus formas, se siente autorizado, como Barbazul, a ensayar sus propias combinaciones. Braque quiere conocer las leyes que rigen la formaci¨®n de las cosas, Picasso ocupar el lugar de su creador. El reino de Braque es el reino de la abstracci¨®n; el de Picasso, el de la metamorfosis. ?Y el de Gris? A Juan Gris le basta con sentirse cerca de lo creado. En realidad, el cubismo no ser¨ªa para ¨¦l sino el verdadero realismo, pues el mundo est¨¢ hecho de fragmentos y lo que quiere el poeta es encontrarse un mundo dividido para tener la libertad de recogerlo y agruparlo a su manera. Es lo que hacemos en el amor, ya que el cuerpo amado nunca es un todo sino un rastro de fragmentos vivientes que tenemos que reunir y combinar: un lenguaje.
"S¨®lo entre almas separadas -escribi¨® Chesterton- cabe el amor, entre almas confundidas claro est¨¢ que no hay amor posible. Puede decirse, de modo ligero, que un hombre tiene amor propio; pero dif¨ªcilmente se enamorar¨¢ de s¨ª mismo, o si lo hace, no le envidio las monoton¨ªas del cortejo". Es lo que significan las orejas del Ni?o: que tenemos que cortejar el mundo. Nadie lo ha expresado mejor que Luis Javier Moreno, en el hermoso poema que dedica al pintor: "La ma?ana es la forma de una taza humeante / de caf¨¦ muy cargado, que es lo que desayuna / la luz mientras espera que Juan Gris la reciba". El pintor se detiene a contemplar el mundo y ¨¦ste le corresponde transform¨¢ndose en una "mesa fragante de manzanas". "Hace tiempo que llueve por la fruta que ¨¦l pinta, / las cerezas le aman y las uvas ajustan / el racimo a la forma de sus fruteros planos". Es el amor el que individualiza y humaniza el mundo. La pintura, expresi¨®n de ese amor, es lo que le robamos a la noche.
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