100 a?os con Severo Ochoa
En el centenario de su nacimiento, el trabajo del premio Nobel es considerado fundamental para la gen¨¦tica moderna
Quien llegar¨ªa a ser el padre de la biolog¨ªa molecular espa?ola, Severo Ochoa de Albornoz, s¨®lo ten¨ªa un a?o cuando Santiago Ram¨®n y Cajal recibi¨® el premio Nobel de Medicina y Fisiolog¨ªa de 1906. La potente figura del investigador aragon¨¦s marcar¨ªa la carrera del asturiano nacido en Luarca tal d¨ªa como hoy hace cien a?os.
Ochoa ya quer¨ªa seguir los pasos de Ram¨®n y Cajal cuando, en 1922, se matricul¨® de Medicina en la Universidad de Madrid. Sin embargo, los dos sabios no llegaron a conocerse. Los escritos y la personalidad del primero marcaron la carrera de Ochoa. Su admiraci¨®n por el ¨²nico cient¨ªfico espa?ol que, adem¨¢s de ¨¦l, consigui¨® el Nobel no dej¨® de acrecentarse. En 1982, en el ep¨ªlogo a una biograf¨ªa de Cajal, Ochoa escribi¨®: "Tienes en tus manos la biograf¨ªa del m¨¢s grande hombre de ciencia que Espa?a ha tenido y uno de los m¨¢s grandes que ha tenido la humanidad; de la estatura, a mi juicio, de un Galileo, un Newton, un Darwin, un Pasteur o un Einstein, que con su obra hicieron posible nuestra actual comprensi¨®n del universo, la naturaleza, la vida y de nosotros mismos".
Severo Ochoa nunca quiso dedicarse a la pr¨¢ctica m¨¦dica. Desde muy joven tuvo muy claro que quer¨ªa ser investigador. Su trayectoria comenz¨® en tercero de carrera, cuando Juan Negr¨ªn, uno de los pocos profesores de la ¨¦poca que compaginaba las clases con la investigaci¨®n, le ofreci¨® un puesto como instructor de pr¨¢cticas en el departamento de Fisiolog¨ªa.
El joven m¨¦dico comenz¨® entonces una carrera de investigador que le llev¨® a Glasgow y Berl¨ªn. Sus primeras publicaciones cient¨ªficas (un estudio sobre el mecanismo que permit¨ªa que la piel de las ranas cambiara de color y otro sobre la medici¨®n de creatinina en el m¨²sculo) son de 1928 y 1929. Durante la d¨¦cada de los treinta altern¨® la estancia en centros investigadores del extranjero con su colaboraci¨®n con Negr¨ªn y trabajos en Espa?a. En 1931 se cas¨® con Carmen Garc¨ªa Cobi¨¢n.
La Guerra Civil espa?ola le empuj¨® a Alemania, de donde sali¨® en 1940 para huir de la Segunda Guerra Mundial. Ochoa march¨® a Estados Unidos. Su objetivo fue siempre el mismo: encontrar un lugar donde trabajar con tranquilidad, recuerda el cient¨ªfico espa?ol C¨¦sar de Haro, quien le conoci¨® en 1976 y le trat¨® hasta su muerte, el 11 de noviembre de 1993.
Siempre al tanto de las ¨²ltimas novedades cient¨ªficas, Ochoa cambi¨® su inter¨¦s de la fisiolog¨ªa a la enzimolog¨ªa. Esta rama de la bioqu¨ªmica estudia el comportamiento de las enzimas, un tipo de prote¨ªnas que regulanlas reacciones qu¨ªmicas. Precisamente un trabajo con una de ellas, la polinucle¨®tido-fosforilasa, le vali¨® el premio Nobel en 1959. Gracias a esta enzima, Ochoa consigui¨®, por primera vez, crear en un tubo de ensayo cadenas de ARN, las mol¨¦culas que se encargan de llevar una copia de la informaci¨®n del ADN desde el n¨²cleo de la c¨¦lula hasta el citoplasma, donde esas instrucciones se transforman en prote¨ªnas.
El descubrimiento fue la piedra Rosetta de la gen¨¦tica, explica Haro. Utilizando la enzima para crear cadenas de ARN con una composici¨®n predefinida, se encontr¨® la clave que permite traducir las combinaciones de letras qu¨ªmicas o bases del ADN (A, C, T, G) en amino¨¢cidos ( las unidades que forman las prote¨ªnas, que son a la vez materia prima y motor de todos los procesos celulares).
Por ejemplo, poniendo en un tubo de ensayo s¨®lo bases de tipo A (adenina) con la enzima descubierta por Ochoa, se consegu¨ªa una cadena de ARN que a su vez creaba una prote¨ªna que s¨®lo ten¨ªa un amino¨¢cido, la lisina. De esta manera se descubri¨® que la combinaci¨®n AAA se traduce en lisina, y as¨ª hasta hallar la combinaci¨®n de bases que produce cada uno de los 20 amino¨¢cidos. Este descubrimiento, por cierto, pudo haber proporcionado un segundo premio Nobel a Ochoa, opina Haro, pero la Academia de Ciencias sueca se lo dio en 1968 a otros dos cient¨ªficos que trabajaban en lo mismo, Gobind Khorana y Marshall Nirenberg.
Pero Ochoa no se durmi¨® en los laureles. "No estaba muy convencido de haber hecho lo suficiente para haber conseguido el Nobel, y decidi¨® trabajar a¨²n m¨¢s duro", afirma Haro. Cuando se jubil¨® como profesor de la Universidad de Nueva York, en 1975, fue al Centro de Investigaciones B¨¢sicas del laboratorio Hoffmann-La Roche, en Nueva Jersey. Al tiempo, puso en marcha en Espa?a su proyecto m¨¢s ambicioso.
Aunque Ochoa se hab¨ªa naturalizado estadounidense en 1956 -"por gratitud" hacia el pa¨ªs que le hab¨ªa permitido trabajar, dijo- siempre estuvo pendiente de la ciencia espa?ola. Con su impulso se cre¨® en 1963 la Sociedad Espa?ola de Bioqu¨ªmica, y en 1969 consigui¨® que se celebrara en Madrid el VI Congreso Europeo de Bioqu¨ªmica.
Por fin, en 1977 se inaugur¨®, gracias a su inter¨¦s y prestigio, el Centro de Biolog¨ªa Molecular Severo Ochoa, una instituci¨®n mixta participada por el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) y la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Al proyecto se incorporaron los cient¨ªficos Federico Mayor Zaragoza, Eladio Vi?uela, David V¨¢zquez, Antonio Garc¨ªa Bellido, Margarita Salas y Javier Corral.
Ochoa fue el presidente de honor del centro hasta su muerte. Durante unos a?os compagin¨® su trabajo en Espa?a con estancias en Estados Unidos, hasta que en 1985 volvi¨® definitivamente a Madrid. En 1986, con 81 a?os, public¨® su ¨²ltimo trabajo. Mel¨®mano empedernido, s¨®lo un buen concierto consegu¨ªa alejarle del laboratorio. Una afici¨®n que seguro que tendr¨¢ en cuenta la comisi¨®n creada ayer para celebrar su centenario.
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