El estigma persigue a los vecinos de La Mina
Ni la friolera de 174 millones de euros invertidos en la rehabilitaci¨®n del barrio barcelon¨¦s de La Mina ni la celebraci¨®n del F¨®rum de las Culturas el a?o pasado a escasos 200 metros de su casa han evitado que alg¨²n seleccionador de personal haya mirado por encima del hombro a Elena Tarasevych. Al enterarse de que esta ucrania de 36 a?os viv¨ªa en este barrio, de poco le ha servido su licenciatura en Econom¨ªa y su carrera de Derecho casi acabada. "Todos me dec¨ªan: '?uy La Mina!".
El estigma de la marginalidad que persigue a este barrio de 13.000 habitantes, separado de Barcelona por una calle, y ahogado por los seis carriles de la ronda del Litoral no desaparece pese a que, tras siete planes fallidos, ahora ha llegado el dinero para transformarlo. En los tres a?os escasos que Elena ha vivido en la zona, hasta hace bien poco habitada casi exclusivamente por poblaci¨®n gitana, el cambio ha sido brutal. Calles nuevas, fachadas en restauraci¨®n, un tranv¨ªa acabado de estrenar, y en construcci¨®n un instituto, una escuela, un centro de atenci¨®n primaria y hasta una iglesia. Todo es nuevo. O casi todo.
Los bloques de hasta 10 plantas que durante a?os han albergado a unas 13.000 personas est¨¢n a punto de cambiar de imagen al barrio
Cort¨¦s se siente orgullosa de su vida en el barrio, pero lamenta la falta de oportunidades que end¨¦micamente ha afectado a su familia y a tantas otras
Indiferencia barcelonesa
Pero los barceloneses contin¨²an ajenos a esta transformaci¨®n. Para la mayor¨ªa, La Mina no sugiere m¨¢s que miseria, hero¨ªna, trapicheo y delincuencia. Y el d¨ªa a d¨ªa no es amable. Que los presuntos autores de la muerte de un matrimonio de joyeros y su hijo recientemente en Castelldefels fueran de La Mina no ha ayudado a realzar la moral de cuantos luchan para mejorar la imagen de este barrio. Vivir en La Mina ha sido para Tarasevych "toda una experiencia". Asegura que "todo est¨¢ mejorando", pero recuerda muy bien los d¨ªas en que salir a la calle al caer la noche, hace apenas un par de a?os, era toda una aventura. "Fuera apenas hab¨ªa luz y la basura lo inundaba todo".
Este panorama tampoco impidi¨® que Nelia Olivar, peruana casada con un espa?ol, se instalara en el barrio. "Mi marido es de aqu¨ª, as¨ª que no me plante¨¦ vivir en otro lugar pese a la cara de sorpresa que ve¨ªa en mucha gente de fuera del barrio al decirles d¨®nde viv¨ªa". Pese a todo se siente afortunada. "Aqu¨ª falta mucha pol¨ªtica social, el sentimiento de abandono sigue siendo grande, el barrio siempre se ha limitado a sobrevivir". Y lo ha logrado pese a que la renta familiar media, de 3.700 euros, es cuatro veces inferior a la catalana.
Y la educaci¨®n est¨¢ en la base de estos problemas. El absentismo escolar sigue afectando a una cuarta parte de los escolares del centro de primaria de La Mina y a tres de cada cuatro alumnos del instituto F¨®rum 2004. Ello explica que cerca del 65% de los ni?os del barrio se escolaricen fuera de ¨¦l. Ya sea por falta de plazas o porque sus padres prefieren otro entorno para los m¨¢s j¨®venes.
Juan Jos¨¦ Amaya, de 17 a?os y loco por el f¨²tbol, conoce bien estos problemas. Tras unos a?os en la escuela, en que, seg¨²n admite, "andaba un poco perdido", abandon¨® los estudios hace ya tres cursos. Como a muchos de sus amigos le costaba seguir unas clases que deb¨ªa combinar con la venta ambulante, fuente de ingresos de su familia. "Ahora veo que deber¨ªa haber seguido estudiando", dice sin perder una sonrisa que se le acent¨²a al ser preguntado por lo que le gustar¨ªa ser de mayor. "Ya estoy un poco viejo, pero mi sue?o era ser futbolista como mi primo
[el ex jugador del Atl¨¦tico de Madrid y actual defensa del Ciudad de Murcia, Iv¨¢n Amaya]".
M¨¢s pragm¨¢tico, asegura sentirse atra¨ªdo por el mundo educativo: "Me gustar¨ªa ser educador de calle o monitor para ayudar a los chavales", afirma. Ha pasado el ¨²ltimo a?o haciendo un curso de inserci¨®n laboral promocionado por el consorcio de La Mina, el organismo participado por varias administraciones para llevar adelante el plan de inversiones del barrio tanto en materia urban¨ªstica como social. Por primera vez, Juan Jos¨¦ ha probado el mundo laboral mediante unas pr¨¢cticas como reponedor en un supermercado, tarea que ha combinado con algunas tareas de voluntariado.
Amaya ha seguido de cerca, a trav¨¦s del televisor, la oleada de violencia que asol¨® decenas de barrios franceses el mes pasado. Le interes¨® lo ocurrido all¨ª, pero no ve paralelismo alguno con La Mina. "Pienso que aqu¨ª, a pesar de todo, hay muchas asociaciones que trabajan para mejorar las cosas, no creo que estemos tan abandonados... en el fondo, la mala imagen que tenemos es s¨®lo esto, mala imagen; somos gente normal".
La profesora de sociolog¨ªa de la Universidad de Barcelona, Anna Alabart, comparte el diagn¨®stico: "Nuestros barrios, como el de la Mina, tienen problemas, pero difieren, al menos por ahora, de los que hemos visto en Francia". "Aqu¨ª la inmigraci¨®n que viene para quedarse no es tanto la magreb¨ª como la de Per¨² o de la Rep¨²blica Dominicana y su cultura es mucho m¨¢s pr¨®xima a la de aqu¨ª". Pero alerta: "en el caso de la Mina hay que ser vigilantes, pues la mezcla de nuevos llegados con la comunidad gitana, a veces, es explosiva".
Entre el grupo de personas ilusionadas del barrio destacan Ana Mar¨ªa Ponce y Carmen Cort¨¦s, empleadas de la brigada de limpieza y mantenimiento que, gracias a este empleo, ya no venden en el mercadillo. Tienen un sueldo, llevan uniforme y se sienten respetadas. Con 50 a?os, cinco hijos y 11 nietos, Cort¨¦s se siente orgullosa de su vida en el barrio, pero lamenta la falta de oportunidades que end¨¦micamente ha afectado a los suyos. "Ahora hemos mejorado, casi todos trabajamos y podemos vivir en el barrio. Espero que dure".
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