El Puche: la provisionalidad asentada
Iba para dos a?os ¨²nicamente. Han pasado ya 30. Las primeras casas construidas en el barrio almeriense de El Puche se hicieron con car¨¢cter provisional para que aguantaran un margen de dos o tres a?os. Las inundaciones en el barrio de La Chanca motivaron que en 1975 se alzara, para alojar a familias gitanas, lo que hoy se conoce como Puche Centro, la zona m¨¢s degradada de un barrio que cumple a rajatabla las delimitaciones geogr¨¢ficas de todo gueto: acotado al este por el r¨ªo Andarax, al norte por un pol¨ªgono industrial, al sur por la carretera Almer¨ªa-N¨ªjar y al oeste por las v¨ªas del tren que le separan irremisiblemente de la ciudad.
Isabel, que reside en el Puche Sur desde hace 25 a?os, recuerda bien aquellos inicios. "Al principio ¨¦ramos familias sencillas. Gente trabajadora y corriente. Luego vino el problema de la venta de droga. Aparec¨ªan personajes que ven¨ªan en buenos coches al principio, luego llegaban en autob¨²s y m¨¢s tarde ven¨ªan a rastras", se?ala. Isabel, jubilada, de 62 a?os, hace las veces de bibliotecaria en la sala que la asociaci¨®n de vecinos Alcal¨¢, la m¨¢s activa del barrio, mantiene abierta todas las tardes para los chavales de la zona. En su lista de socios predominan nombres como Hamsa, Bashir, Moussin, Amin, Yawad, Touria, Mostafa... Ellos, los hijos de los inmigrantes magreb¨ªes que residen all¨ª, suelen ser los usuarios m¨¢s frecuentes de la sala de ordenadores y del pr¨¦stamo de libros. "Esta sala es para todo el barrio. Pero muchas veces, cuando ven que hay magreb¨ªes, oigo comentar: ?ah, no!, esto es para inmigrantes", dice la bibliotecaria.
No existen papeleras, los contenedores de basura son escasos, no hay luz adecuada en las calles y las infraestructuras est¨¢n anticuadas o son malas
La poblaci¨®n est¨¢ dividida en tres etnias: la mitad son inmigrantes, sobre todo magreb¨ªes, y el resto se reparte entre gitanos, payos y los cruces de ¨¦stos
Tres categor¨ªas
El microcosmos de la sala de lectura sirve de muestra para un cosmos mayor, el del barrio en general, y lo que en ¨¦l sucede. Se estima que en la actualidad viven all¨ª unas 7.000 personas, la mayor¨ªa menores de 30 a?os. Esta poblaci¨®n est¨¢ dividida en tres etnias principales: el 50% son inmigrantes, mayoritariamente magreb¨ªes, y el otro 50% se reparte entre gitanos, payos y los llamados mixtos, hijos de payos con gitanos. El barrio, denominado por la Administraci¨®n como zona con necesidad de transformaci¨®n social, cuenta con una poblaci¨®n tremendamente joven y vieja a la vez. "Aqu¨ª, una mujer con 40 a?os ya es mayor porque trabaja fuera de casa, lleva el peso econ¨®mico de la familia y envejece muy r¨¢pido. La pobreza siempre se ceba en la mujer. El escal¨®n de edad que queda entre los 30 y los 50 a?os es el que emigra del barrio. Y entonces se vuelve a llenar de ni?os con hijos y de personas mayores que ya no pueden optar a comprar nada", explica Luis G¨®mez, vocal de la asociaci¨®n de vecinos Alcal¨¢.
Todo ello ha favorecido la falta de identidad con el barrio. En ese proceso de exclusi¨®n y marginaci¨®n social ha proliferado un alto ¨ªndice de drogadicci¨®n, las enfermedades graves, la violencia dom¨¦stica, las actitudes xen¨®fobas y racistas, la delincuencia y conflictividad entre los j¨®venes o un alto ¨ªndice de absentismo escolar.
Pasear por El Puche da sobradas muestras del abandono con el que el consistorio castiga a este trozo de ciudad. No existen papeleras, los contenedores de basura son escasos, no hay iluminaci¨®n adecuada en las calles, faltan espacios l¨²dicos y recreativos, y las infraestructuras est¨¢n anticuadas o son de mala calidad. Hasta los servicios, como el autob¨²s, se prestan con ciertos problemas. "Estamos bien comunicados, porque pasa un urbano cada 20 minutos. Sin embargo, a partir de las ocho de la tarde, el autob¨²s no para en el Puche Norte y te tienes que bajar en el Centro y subir andando hasta tu casa", denuncia Antonia Garrido, presidenta de la Asociaci¨®n de la Tercera Edad.
Mina es una de tantas marroqu¨ªes que viven en El Puche con su marido y su hija. Compr¨® su casa en el Puche Norte hace ahora seis a?os por unos 2.400 euros. "La compr¨¦ barata. Por eso no puedo vivir en otro lado. No estoy muy a gusto aqu¨ª porque hay muchos gitanos y se meten con mi hija en el colegio. Pero tengo que vivir aqu¨ª. Ahora venden las casas por 12.000 euros", apunta.
El aumento de inmigrantes en tan poco espacio de tiempo ha provocado actitudes racistas y xen¨®fobas tanto en adultos como en menores y j¨®venes del barrio. "No hace falta ser muy perceptiva para darse cuenta de la rivalidad entre inmigrantes y gitanos. Insultan a los moros con pintadas. Los gitanos eran antes mayor¨ªa y campaban a sus anchas por el barrio. Al llegar los inmigrantes, la cosa ha cambiado", explica Isabel.
Para un gitano como Francisco Amador, la situaci¨®n tiene otra lectura, a tenor de estudios que revelan que cuando una etnia supera el 16% en una zona pueden surgir los conflictos. "Eso aqu¨ª no ocurre porque los gitanos no queremos tener problemas. Aqu¨ª los inmigrantes son m¨¢s del 50%. Hay muchos gitanos que no tienen inconveniente en integrar a los inmigrantes. Pero tambi¨¦n hay una poblaci¨®n magreb¨ª que no quiere integrarse", expone el hombre.
La gran esperanza para el barrio se traduce ahora en el plan especial que la Consejer¨ªa de Obras P¨²blicas, a trav¨¦s en la Empresa P¨²blica del Suelo de Andaluc¨ªa y en colaboraci¨®n con el Ayuntamiento, llevar¨¢ a cabo con la construcci¨®n de casas nuevas en un terreno anexo para reubicar a la poblaci¨®n del Puche Centro, en estado ruinoso. La operaci¨®n, que supera el mill¨®n de euros, propiciar¨¢ el traslado de los vecinos que, hace ahora 30 a?os, empezaron a vivir all¨ª con car¨¢cter provisional.
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