Alicia en la EMT
El 5 de febrero va a ser una fecha gloriosa y rid¨ªcula en Madrid. Ese d¨ªa, si todo sigue su curso previsto y no hay retrasos en el despegue, se inaugura la ampliaci¨®n de Barajas, de la que se cuentan cosas extraordinarias; de momento se han hecho pruebas de funcionamiento con "extras", y uno de ellos me dijo que el tiempo empleado en ir de la salida (simulada) del vuelo a la recogida (virtual) del equipaje pasaba (verdaderamente) de lo ordinario. Seamos optimistas.
Pero los aeropuertos no acaban en s¨ª mismos. Los viajeros que van y vienen tienen tambi¨¦n que acceder a ellos y salir de ellos, y en este apartado Barajas, con la inestimable ayuda de la Empresa Municipal de Transportes (EMT), ofrece una novedad que rompe todos los moldes. Ya sab¨ªamos que por trifulcas entre las administraciones, no habr¨¢ el d¨ªa 5, ni siquiera m¨¢s tarde, trenes de cercan¨ªas a Barajas, aunque s¨ª funciona el metro, inc¨®modo para el usuario que tenga que hacer varios enlaces hasta llegar a la ¨²nica l¨ªnea que lo sirve, dotada tan s¨®lo de cuatro estaciones. Y luego est¨¢ el autob¨²s, el sistema m¨¢s tradicional y m¨¢s extendido en todas las grandes capitales del planeta. Hasta el a?o 2004, AENA operaba una util¨ªsima flota de autobuses entre Barajas y la Plaza de Col¨®n, que pon¨ªan c¨®moda y regularmente al turista en el centro de Madrid. Eliminado el servicio (la idea de servir al p¨²blico les debi¨® parecer demasiado servil a los de AENA), el Ayuntamiento presidido por el se?or Ruiz-Gallard¨®n se hizo cargo, a trav¨¦s de la EMT, de la conexi¨®n entre la ciudad y su aeropuerto, y hace alrededor de doce meses empez¨® a funcionar una l¨ªnea de autobuses urbanos entre el intercambiador de Avenida de Am¨¦rica y Barajas, que ya no era tan c¨¦ntrica pero al menos era. El autob¨²s 200.
A partir de esa cifra empieza la matem¨¢tica demente que ni Lewis Carroll en sus sinsentidos m¨¢s conspicuos -a ¨¦ste y al otro lado del espejo- pudo imaginar. Es sabido, aunque no por la EMT, que lo propio -por no decir lo consustancial- del viajero es viajar con maletas. Pues bien, resulta que la ¨²nica l¨ªnea de autobuses que une el ¨²nico (pero nov¨ªsimo) aeropuerto de la (de momento) ¨²nica capital de Espa?a, admite viajeros, s¨ª, lo cual ya es algo, hay que reconocerlo, en estos tiempos de restricci¨®n y recortes, pero NO admite maletas. ?Incre¨ªble, fant¨¢stico, exagerado? Paso a contarles la pesadilla diurna que yo mismo viv¨ª.
Este servicio (por llamarlo de alguna forma) lo he utilizado antes, pues vivo cerca de la cabeza de l¨ªnea. Ya hab¨ªa yo notado la extra?a peculiaridad de que los autobuses 200 eran distintos entre s¨ª: unos ten¨ªan espacios acotados para depositar el equipaje y otros no. La semana pasada aterric¨¦ despu¨¦s de un largo viaje, muy cargado, en Barajas, donde hab¨ªa una cola de gente esperando taxi y ning¨²n taxi, pero, qu¨¦ grata casualidad, llegaba en ese momento a la parada un 200. Al ir a subir, dos viajeros y yo, inocentemente provistos de maleta, fuimos interpelados por el conductor: "?Pero d¨®nde van? 'Esas' maletas no pueden ir en el autob¨²s". Lo de 'esas' ten¨ªa su aqu¨¦l. Seg¨²n el reglamento de la EMT (que, sin embargo el conductor no pudo mostrar), la empresa s¨®lo permite acceder al 200 con bolsas de supermercado, mochilas y maletines, es decir, lo mismo que en un servicio interurbano entre Arg¨¹elles y Manuel Becerra, pongamos por caso. Entonces empez¨® la revuelta popular, en el curso de la cual pasamos del uso de las manos (aferradas a nuestras maletas) a hacernos amigos del conductor, que se dijo v¨ªctima del sistema y acab¨® toler¨¢ndonos el equipaje. Gracias a la breve pero intensa amistad nacida durante el trayecto, el buen hombre nos inform¨® de que en todos los autobuses de esa l¨ªnea (incluso en los que tienen maleteros) la EMT no deja llevar maletas, aunque los conductores, m¨¢s sensatos que sus empresarios, hacen la vista gorda -a veces- y te dejan subirlas subrepticiamente. El Viajero 2? con Maleta (hablo un poco teatralmente, en homenaje a Ionesco y su teatro del absurdo) avanz¨® la teor¨ªa de que esta escandalosa normativa esconde una corrupci¨®n administrativa para obligar al (car¨ªsimo) uso del taxi.
Yo no soy tan mal pensado. S¨®lo pienso en el viajero llegado de Melbourne o Riga con un malet¨®n al flamante Barajas: al salir del airoso espacio de las nuevas terminales del Estudio Lamela, se dar¨¢ de bruces con la espesa caspa municipal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.