"Tener hambre es terrible, pero no tener la posibilidad de padecerla es a¨²n peor"
Tras la publicaci¨®n en 1992 de Higiene del asesino, Am¨¦lie Nothomb (Kobe, Jap¨®n, 1967) ha publicado con regularidad de metr¨®nomo una nueva novela cada a?o, alternando las que son de car¨¢cter abiertamente autobiogr¨¢fico con las que encuentran su inspiraci¨®n en otro lugar que la propia vida de la autora. Unas y otras han sido regularmente traducidas al castellano por escritores como Ana Mar¨ªa Moix y Sergi P¨¤mies. Ahora se publica en Espa?a Biograf¨ªa del hambre, su duod¨¦cima novela, una obra que evoca la infancia, adolescencia y juventud de la escritora, desde que abandona el Jap¨®n natal, con cinco a?os, y hasta que vuelve a ¨¦l, con veintiuno reci¨¦n cumplidos.
PREGUNTA. En la novela, y quiz¨¢s en su vida, ese retorno a Jap¨®n equivale a cerrar un par¨¦ntesis, a reconciliarse por fin con el mundo.
RESPUESTA. Efectivamente. Tuve suerte de regresar a Jap¨®n, de emprender ese viaje una vez cumplidos los veintiuno y poder reencontrarme con Nishio-san, mi madre japonesa, la mujer que me cuid¨® hasta los cinco a?os. Volver a verla me era indispensable. Y en Tokio conoc¨ª a ese chico japon¨¦s, con el que tuve una primera historia de amor feliz. Disfrut¨¦ mucho durante un a?o, 1989, viajando por el pa¨ªs con ¨¦l, aprendiendo japon¨¦s. Luego vino mi ingreso en una compa?¨ªa japonesa, lo que he contado en Estupor y temblores, es decir, c¨®mo me vi rechazada por aquel mundo al que yo quer¨ªa pertenecer a toda costa. Fue triste pero no tr¨¢gico y, en cualquier caso, he de decir que ellos ten¨ªan raz¨®n, que yo era belga a pesar de que quer¨ªa pasar por y sentirme japonesa.
P. En un libro sobre la faim (el hambre) parece l¨®gico que el descubrimiento de la belgitud, el ser belga, vaya ligado a una galleta protot¨ªpica.
R. El sp¨¦culoos, con su az¨²car moreno, la canela y otras especias. Com¨ª mi primer sp¨¦culoos en China, rob¨¢ndolo de los productos almacenados en el garaje. No sab¨ªa lo que era, pero fue mi primera experiencia consciente del placer. Y fue a trav¨¦s de una galleta t¨ªpicamente belga. Hasta ese d¨ªa el pa¨ªs del que yo ten¨ªa la nacionalidad s¨®lo era una palabra y un color en el mapa del mundo. A partir del sp¨¦culoos pasa a ser otra cosa. Sobre los sabores de la infancia se han escrito p¨¢ginas importantes, basta con recordar la madalena de Proust. ?En los alimentos hay algo que va mucho m¨¢s all¨¢ de la estricta alimentaci¨®n!
P. Sin duda, puesto que para usted, como para Marx la lucha de clases, o para Stuart Mill el deseo de ganar m¨¢s, el hambre es el motor de la historia.
R. Estoy convencida y no creo que exista ninguna contradicci¨®n entre mi punto de vista y los autores que usted cita, sobre todo si se contempla el hambre desde un punto de vista abierto, que incluya apetitos que no sean s¨®lo los ligados a la comida. Por eso abro el libro con una referencia al archipi¨¦lago de Vanuatu, que durante siglos ha vivido en la abundancia y el aislamiento, que no ha conocido el hambre. La constataci¨®n es cruel: tener hambre es terrible, pero no tener la posibilidad de pasar hambre es a¨²n peor. Vanuatu es un para¨ªso que es un infierno porque suprime el deseo en la medida en que no hay problema para colmarlo.
P. Su experiencia del hambre f¨ªsica es voluntaria pero hija de una experiencia traum¨¢tica, de una tentativa de violaci¨®n...
R. Olvid¨¦monos de grandes palabras. Decid¨ª dejar de comer el 5 de enero de 1981, a los trece a?os, el d¨ªa de santa Amelia. Lo hice conjuntamente con mi hermana Juliette. Tomar la decisi¨®n las dos a la vez es un acto de uni¨®n muy fuerte, de amor. ?Hasta qu¨¦ punto fue racional? Todo lo racional que se es a los trece a?os, claro. Y el que eso ocurriese en Bangladesh, mientras mi padre era embajador all¨ª, seguro que tambi¨¦n es determinante. No se puede ver cada d¨ªa impunemente el espect¨¢culo violento y constante del hambre, vivir rodeado de gente que muere porque no tiene qu¨¦ comer.
P. Y a eso hay que sumarle la llegada de la adolescencia que coincide con ese intento de violaci¨®n.
R. No s¨¦ c¨®mo viven esto los chicos, pero para nosotras la llegada de la adolescencia se asemeja a una violaci¨®n. Supone la p¨¦rdida de un cuerpo coherente, un cuerpo en continuidad con el esp¨ªritu. Para un ni?o la separaci¨®n del cuerpo y el alma es algo que carece de sentido, la unidad es perfecta. La adolescencia convierte nuestro cuerpo en un extra?o, en un enemigo, de pronto habitamos en un cuerpo en el que no nos reconocemos. Es una fase de una gran violencia y yo viv¨ª y reaccion¨¦ a esa violencia a trav¨¦s de la anorexia, a trav¨¦s del hambre absoluta.
P. Y si tomamos al pie de la letra su libro, fue lo que la salv¨® del alcoholismo.
R. En efecto. Desde que yo tuve seis a?os nuestros padres nos trataban como personas responsables. Si obten¨ªamos buenos resultados escolares nos dejaban libertad total, estimaban que todo iba bien. Y con Juliette descubrimos el alcohol, el placer de emborracharnos. La anorexia, en la medida en que detesta las calor¨ªas, puso fin a nuestras peque?as pero repetidas cogorzas.
P. Usted pretende que con la primera menstruaci¨®n y la primera agresi¨®n sexual se desvanecen sus "poderes" de superdotada.
R. S¨ª, en el mismo momento en que, en el mar, mientras me ba?aba, unas manos me penetraban, en ese instante perd¨ªa tambi¨¦n mi primera sangre y tuve la sensaci¨®n, f¨ªsica, de que mi cerebro tambi¨¦n se vaciaba, como un lavadero del que han sacado el tap¨®n. Todo mi talento para las matem¨¢ticas, para el c¨¢lculo mental, se fue por ese desag¨¹e. Nunca m¨¢s he vuelto a ser la primera de la clase, como lo era en el instituto franc¨¦s de Nueva Cork, donde hab¨ªa organizado una suerte de culto a mi personalidad aprovechando que los profesores me presentaban como la alumna modelo, la mejor en todas las materias. Era un instituto espantoso, muy elitista. ?Con decir que ah¨ª estudi¨® el actual primer ministro, Dominique de Villepin!
P. Un primer s¨ªntoma de la adolescencia que acecha lo vivi¨® usted con el descubrimiento de la belleza literaria.
R. Fue leyendo un relato de Colette, La cire verte (la cera verde). De pronto hubo una frase que produjo un estremecimiento en mi columna vertebral, el vello se puso de punta y la piel de gallina. Y era una frase que hablaba de cera, de c¨®mo fund¨ªa. Nada trascendente s¨®lo que ah¨ª estaba la belleza. Nada que ver con lo que te ense?an los profesores de literatura en la escuela, con las aliteraciones, con la repetici¨®n de sonidos o t¨¦rminos. Tuve la sensaci¨®n f¨ªsica de haber conocido la belleza.
P. Tambi¨¦n habla de palabras que le producen crisis de asma.
R. ?Era una repugnancia absoluta! No soportaba que nadie las dijera, me produc¨ªan una angustia terrible, un desagrado que afectaba mi cuerpo. Ahora conservo esa capacidad de odio por ciertas palabras, pero el o¨ªrlas ya no me provoca trastorno. Es el caso de la horrible "hormona". En ese caso, la sonoridad espantosa va unida a un contenido que tambi¨¦n lo es.
P. Volvamos a la belleza. Luego, en Myanmar (Birmania), el contacto con ella tambi¨¦n se transforma en un problema.
R. ?Ya era una adolescente! A esa edad, la m¨¢s violenta, la experiencia de la belleza resulta insostenible. Es lo que explica Mishima en El pabell¨®n dorado, aunque sea por otras razones. De ni?a o de adulta hubiera soportado la visi¨®n de todos aquellos templos, pero a los trece a?os necesitaba destruir tanta perfecci¨®n.
P. Entre los autores a los que rinde homenaje figura Henry de Montherlant por Les jeunes filles .
R. Es un libro abominable pero magn¨ªfico. Es una gran cr¨ªtica de una cierta idea de la feminidad. En la novela aparecen distintos modelos de mujer, todos a evitar, mujeres miserables, que crean sentimiento de culpa, que viven de la piedad de los dem¨¢s, que no cesan de querer inspirar l¨¢stima.
P. La explotaci¨®n de la piedad es, aunque sea tangencialmente, un tema que aborda en su ¨²ltima novela, Acide sulfurique.
R. A partir de una emisi¨®n que lleva al l¨ªmite el horror de la llamada telerrealidad me refiero a ese cinismo extraordinario que lleva a culpar a las v¨ªctimas, ya sea a culparlas de las desgracias que sufren, ya sea a negar las mismas. ?Y eso al mismo tiempo en que todo el mundo, incluidos los verdugos, quiere ser v¨ªctima! Supongo que por ese motivo se envidia a las v¨ªctimas de verdad, porque se las quiere suplantar.
BIBLIOGRAF?A
Antichrista (Anagrama, 2005).
Diccionario de nombres propios (Anagrama, 2004).
El sabotaje amoroso (2003).
Cosm¨¦tica del enemigo (Anagrama, 2003).
Metaf¨ªsica de los tubos (Anagrama, 2001).
Estupor y temblores (Anagrama, 2001-Quinteto, 2005).
Atentado (Circe, 1998).
Las catilinarias (Circe, 1997).
Higiene del asesino (Circe, 1996).
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