Vueltas y m¨¢s vueltas
Si no fuera porque, en algunos casos, se las ha empleado como horrible coartada para cr¨ªmenes innombrables (s¨®lo hay que recordar un libelo como Los protocolos de los Sabios de Si¨®n y su papel en los pogromos rusos de comienzos del siglo XX), las conjuras de ciertas sociedades secretas como explicaci¨®n de la historia tienen bastante de apasionante juego. Hace no muchos a?os, un Umberto Eco reciclado en novelista recre¨® algunas en su interesante El p¨¦ndulo de Foucault, y el avispado Dan Brown las convirti¨® en certeza mundial tras el ¨¦xito, incre¨ªble de su digest para gran p¨²blico llamado El c¨®digo Da Vinci.
Y como la conjura y las claves secretas casan muy bien con ciertas paranoias que recorren persistentemente la sociedad americana, era inevitable que el cine se hiciera cargo de ellas, que las publicitara e hiciera carne frecuente de tantas y tantas ficciones, fervorosos actos de explicaci¨®n cinematogr¨¢fica de fen¨®menos que tal vez son s¨®lo caprichos de Cl¨ªo, y bien poco m¨¢s. La ¨²ltima criatura de este fil¨®n era tambi¨¦n la m¨¢s esperada, no en vano se trata del fen¨®meno literario y sociol¨®gico m¨¢s desconcertante de los ¨²ltimos a?os. Y la espera ha sido, hay que decirlo, considerablemente bald¨ªa.
EL C?DIGO DA VINCI
Direcci¨®n: Ron Howard. Int¨¦rpretes: Tom Hanks, Audrey Tautou, Ian McKellen, Alfred Molina, Paul Bettany, Jean Reno, J¨¹rgen Prochnow. G¨¦nero: drama criminal, EE UU, 2006. Duraci¨®n: 149 minutos.
Sobre la trama est¨¢ casi todo dicho, aunque aqu¨ª compete reconocer que si algo tiene es justamente exceso de ella: bul¨ªmica en explicaciones, recorrida por una constante fiebre de vueltas y retru¨¦canos, la trama de El c¨®digo Da Vinci arranca con saludable br¨ªo para ir haci¨¦ndose enfermedad mortal para cualquier pel¨ªcula, y funesta para una basada en la constante sorpresa, mec¨¢nica y previsible, no en lo que ocurre en s¨ª (cada nuevo acontecimiento provoca de inmediato complejas explicaciones), sino en la operaci¨®n misma de girar la trama sobre s¨ª misma una y otra vez, vueltas y m¨¢s vueltas que ilustran diligentemente los giros del original, s¨ª, pero que pillan al espectador, sobre todo en el largo tramo final, completamente exhausto, o m¨¢s bien indiferente ante tal tiovivo.
Pero no es s¨®lo que lo que en el libro son puntillosas explicaciones se hagan insufribles discursos en la pantalla, raramente ilustrados por una sola imagen inteligente... cuando tanto hay de visual en lo que la trama propone. El problema que aqueja a El c¨®digo Da Vinci es m¨²ltiple, y empieza en la adjudicaci¨®n de la direcci¨®n a un mero artesano ilustrador, el blando, previsible Ron Howard, que parece incapaz de proponer una sola met¨¢fora visual o una mera elipsis que haga m¨¢s llevadero lo que se muestra.
Y sigue, no menos mortal dato a apuntar en el debe de la operaci¨®n, en la elecci¨®n de una pareja protagonista que jam¨¢s parece a gusto uno con el otro. Bien porque ambos proceden de tradiciones interpretativas diferentes, bien porque a sus personajes no les reserva el gui¨®n ni la menor posibilidad de empat¨ªa o de proximidad, a pesar de que se enfrentan juntos a enigmas milenarios y a sanguinarios servidores de un dogma a mantener como sea, el de la divinidad de Cristo, pero lo cierto es que Hanks y Tautou parecen estar cada uno en una pel¨ªcula diferente, y raramente ambos en la misma.
Y todo lo dem¨¢s, incluidos el rimbombante anuncio de las m¨¢s de 750 salas en que se estrena el filme o el car¨¢cter perversamente siniestro de los miembros del Opus Dei que aparecen en el asunto (y que tanta tinta han provocado en estos d¨ªas), es s¨®lo humo de paja ante una pel¨ªcula languideciente, previsible y s¨ª, aburrida: considerablemente aburrida.
![Audrey Tautou y Tom Hanks, en un fotograma de <i>El c¨®digo Da Vinci.</i>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WYGRPAASPZBIIIDZNJLDDF2WRQ.jpg?auth=86ad0a17449a2c9443cec3ee083ec3b43be13da32b1f82d61e180e419fa89b0d&width=414)
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