La libre expresi¨®n como desaf¨ªo
La reciente crisis internacional causada por la publicaci¨®n en una revista danesa de varias caricaturas de Mahoma ha vuelto a poner sobre el tapete la vieja cuesti¨®n de los l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n. Y hemos podido comprobar que el asunto dista mucho de estar claro ni a nivel de los especialistas ni al del p¨²blico en general. Dejo ahora de lado que a mi juicio -como tuve ocasi¨®n de exponer en estas mismas p¨¢ginas- el problema de las caricaturas ten¨ªa que ver tambi¨¦n y ante todo con la libertad religiosa (conculcada por supuesto por quienes pretendieron prohibirlas o hicieron violentas manifestaciones contra ellas, no por quienes las publicaron). Baste con volver otra vez sobre la libertad de expresi¨®n, si no para resolver los malentendidos al menos para constatar las discrepancias.
NADA ES SAGRADO, TODO SE PUEDE DECIR
Raoul Vaneigem
Traducci¨®n de Thomas Kauf
Melusina. Barcelona, 2006
104 p¨¢ginas. 10 euros
No parece excesivo suponer que dicha libertad, como cualquier otra de la que disfrutamos en nuestras democracias, debe tener alg¨²n tipo de l¨ªmites legales. Suele mencionarse como prototipo el castigo para quien grite "?fuego!" en un local abarrotado, provocando una peligrosa desbandada. Tampoco parece aceptable incitar a la violencia racial o de g¨¦nero, a la mutilaci¨®n o al asesinato, ni -supongo yo- hacer apolog¨ªa de la tortura o de la guerra. Restricciones que ponen en entredicho, por cierto, bastantes obras muy respetadas de nuestra tradici¨®n literaria o religiosa...
Pero estos posibles l¨ªmites
legales no pueden abarcar consideraciones de buen gusto o cortes¨ªa: en muchos casos, habr¨¢ quien utilice la libertad de expresi¨®n para manifestaciones groseras, obscenas, carentes de tacto y de cordialidad (al menos seg¨²n nuestro criterio) que pueden ser reprobadas p¨²blicamente como tales... pero no prohibidas. Uno puede evitar a los zafios o criticarles, pero no encarcelarles ni ponerles multas. De igual modo, a mi juicio no resulta l¨ªcito, en defensa de la libertad de expresi¨®n, el castigo de los que sostienen falsedades, palmarios errores o rotundas mentiras... aunque se trate de cuestiones tan aborrecibles como el exterminio de jud¨ªos y otros grupos sociales llevado a cabo por los nazis. Los encubrimientos y manipulaciones de los negacionistas como David Irving o Robert Faurisson pueden y deben ser refutados utilizando la abundancia de testimonios, documentos, etc¨¦tera, que ellos pasan por alto, pero no con medidas penales que s¨®lo consiguen convertir a los embusteros en v¨ªctimas. A la mentira se la combate con la verdad, no con la prisi¨®n o la mordaza.
Sobre la libertad de expresi¨®n suelen escribirse puntillosas disquisiciones legales o atemorizadas recomendaciones de prudencia, muy dentro de lo pol¨ªticamente correcto. De modo que este vehemente librito -panfleto, en el mejor sentido del t¨¦rmino- de Raoul Vaneigem resulta estimulante y se hace simp¨¢tico. Vaneigem es un antiguo situacionista que centramin¨® los veinte a?os de algunos de quienes nos acercamos a los sesenta con su Tratado de saber vivir para uso de las nuevas generaciones, para dedicarse despu¨¦s a predicar contra el puritanismo, cosa que nunca sobra, y a defender la obra de autores escandalosos como Louis Scutenaire.
En Nada es sagrado, todo puede decirse lleva a cabo una apolog¨ªa casi ilimitada de la libertad de expresi¨®n, heredera directa de la parres¨ªa o hablar sin trabas en la que se fundaba te¨®ricamente la democracia ateniense (subrayo lo de "te¨®ricamente" porque ah¨ª est¨¢ el caso de S¨®crates y su cicuta...). Quiz¨¢ este p¨¢rrafo sirva de ep¨ªtome de su punto de vista: "No hay peor manera de condenar determinadas ideas que imputarlas como cr¨ªmenes. Un crimen es un crimen y una opini¨®n no es un crimen, al margen de la influencia que se le impute. Prohibir un discurso aduciendo que puede resultar nocivo o chocante significa despreciar a quienes lo reciben y suponerles no aptos para rechazarlo como aberrante o innoble".
En su batalla contra el delito
de opini¨®n, Vaneigem pasa revista a casos espec¨ªficos como la violaci¨®n de secretos, la incitaci¨®n al asesinato, la calumnia, la injuria, el testimonio de pr¨¢cticas inhumanas o la pornograf¨ªa. Aunque abunda en chispazos elocuentes, es m¨¢s f¨¢cil compartir su buen ¨¢nimo que sus arrebatadas razones. Por lo general, mantiene una fe sin desmayo en que si la sociedad fuera fraterna, libre, humana, etc¨¦tera, los abusos expresivos perecer¨ªan por s¨ª solos. El camino opuesto, o sea que habr¨ªa que suprimirlos para que la sociedad fuese como anhelamos, no le merece especial consideraci¨®n.
En los puntos de mayor tribulaci¨®n, como la incitaci¨®n al crimen o la perversi¨®n de menores, sostiene que la inhumanidad debe ser perseguida all¨¢ donde asome, aunque no condesciende a ilustrarnos sobre c¨®mo identificarla con precisi¨®n. Por lo dem¨¢s, recomienda a troche y moche dar rienda suelta a la creatividad, lo cual es sospechoso: es sabido que los heraldos de la creatividad crean siempre poco, lo mismo que s¨®lo hablan de "soluciones imaginativas" los que no imaginan ninguna soluci¨®n (v¨¦ase la secci¨®n de pol¨ªtica de este mismo diario). Me quedo para mi cuaderno de bit¨¢cora con esta parad¨®jica reivindicaci¨®n parcial de la mentira: "Hay en la ficci¨®n m¨¢s desenfrenada, en la mentira m¨¢s desvergonzada, una chispa de vida que puede reavivar todos los fuegos de lo posible".
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