"En la Academia creo que jugar¨¦ de 'linier"
Francisco Brines, poeta, ingres¨® ayer en la Real Academia Espa?ola (RAE) con un discurso sobre Luis Cernuda. Le responder¨¢ el escritor y dramaturgo Francisco Nieva. Brines naci¨® en La Oliva (Valencia) en 1932; vivi¨® una infancia muy feliz, en gran parte en la casa a la que hace unos a?os volvi¨®. En esa atm¨®sfera se ha producido su reencuentro con lo que es, y con sus padres. Su padre, Jos¨¦ Brines, quiso que fuera abogado o economista; estudi¨® Filolog¨ªa, y siempre ha sido poeta. Se consagr¨® con su primer libro, Las brasas, cuando apenas ten¨ªa 27 a?os, con el que obtuvo el Premio Adonais; entonces ya el padre supo que el hijo iba en serio y que no ser¨ªa otra cosa que poeta. Los que le quieran leer entero tienen a disposici¨®n Ensayo de una despedida, su poes¨ªa completa publicada por Tusquets.
Pregunta. Su padre no quer¨ªa que usted fuese poeta.
Respuesta. Pero cuando vio que yo ten¨ªa esta vocaci¨®n la acept¨®. Y cuando gan¨¦ el Adonais se dio cuenta de que yo no frivolizaba al respecto. Le dio un argumento de seguridad: lo que hace Paco tiene un valor para los dem¨¢s.
P. Usted siempre habla de la infancia como un para¨ªso.
R. El para¨ªso es la infancia. Sentirte instalado en el mundo y considerar que est¨¢s bien instalado en la vida. Todos los descubrimientos se precipitan y tienes libertad para seguirlos. La infancia es un ed¨¦n si est¨¢ rodeada de amor. Por eso es tan importante tener unos padres que te quieran, porque te ense?an a querer y a vivir bien. Yo tuve eso.
P. ?Y de qu¨¦ se dio cuenta luego usted mismo?
R. Yo tuve una experiencia interior un tanto marginal con respecto a los dem¨¢s, en mi andadura interior. Eso me hizo solitario y distinto. Establec¨ª una distancia y unos recelos con respecto a un mundo que por otro lado yo amaba, pero desde esa distancia. Eso hizo que yo madurara antes en ciertos aspectos con respecto a otros compa?eros m¨ªos. Yo ten¨ªa unas circunstancias distintas, en el sentido ya socorrido de Ortega. Y esas circunstancias no se hac¨ªan p¨²blicas.
P. ?Eso le hizo poeta?
R. Eso me hizo lector de poes¨ªa. Si el hombre tiene una cierta sensibilidad para las cosas del esp¨ªritu, para la vida interior de las voces y de las tristezas, tan s¨®lo necesita que una mano lo gu¨ªe por la lectura de la poes¨ªa. Esa emoci¨®n de leer es la que luego te lleva a la escritura.
P. ?Y qu¨¦ poeta le gui¨®?
R. A m¨ª quien me fascin¨® para que amara la poes¨ªa fue Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, sobre todo el primer Juan Ram¨®n, el que cantaba a la adolescencia. Eso que hac¨ªa ¨¦l no ha ocurrido casi nunca. Rimbaud fue poeta desde la adolescencia, Claudio Rodr¨ªguez era distinto, mucho m¨¢s raro que un poeta de la adolescencia... Los sentimientos adolescentes son tan puros, se expresan con tanta sencillez...
P. Los dolores de la vida, ?le vinieron por ser distinto?
R. Uno vive como ¨²nico el propio dolor; experimentas el dolor como el dolor que aparece por primera vez; es como el amor. Todo el mundo se enamora, pero esa experiencia no nos sirve hasta que la vivimos, y cuando la vivimos la estrenamos. Somos ad¨¢nicos en la alegr¨ªa, en el dolor, todo lo que experimentamos, aunque sea com¨²n, lo originamos nosotros, es ¨²nico.
P. Ya es maduro. ?Persiste esa adolescencia en usted?
R. Yo ahora digo que soy viejo. Hay muchas cosas que se pierden a medida que se vive, pero todas las etapas te dan cosas nuevas, y sucesivamente vas echando de menos aquello que ya no tienes. ?Pero ser¨ªa horrible tener a mi edad la vitalidad de un chaval de 18 a?os, y enamorarte como se enamoran los que tienen esa edad!
P. Hubo un d¨ªa en que dijo usted que estaba en un momento de ocaso.
R. Siempre he tenido esa sensaci¨®n de ocaso. Y siempre he escrito libros terminales. Mi primer libro est¨¢ escrito con veintitantos a?os, y es de ocaso. El protagonista que est¨¢ all¨ª es un anciano que vive en una casa determinada, que es ¨¦sta en la que vivo, y espera s¨®lo el final. Esto que ocurre ahora en la realidad all¨ª ocurri¨® intuitivamente. Si mi obra acabara ahora, ese libro la podr¨ªa cerrar espl¨¦ndidamente en el sentido cronol¨®gico...
P. Acaso ha vuelto a su casa de Elca (en La Oliva) para hacer realidad el primer libro...
R. He vuelto a Elca porque he descubierto el mundo y lo he gozado. Aprend¨ª a amar la existencia aqu¨ª, y aqu¨ª tambi¨¦n aprend¨ª la soledad, la soledad gr¨¢vida; a m¨ª nunca me ha pesado la soledad. Al contrario, yo s¨®lo he cambiado la soledad cuando lo que me sobreven¨ªa era mejor que la soledad, pero para m¨ª la soledad nunca ha sido enemiga, sino muy buena amiga.
P. Usted hizo, como dice de la suya su paisano Manuel Vicent, una larga excursi¨®n a Madrid...
R. S¨ª, larga. Ahora Madrid es para m¨ª una ciudad hostil y antip¨¢tica. Pero cuando yo fui era una ciudad muy acogedora, y all¨ª viv¨ª, adem¨¢s, con libertad, y tuve muy buenos amigos. Yo soy un enamorado del Madrid de mi juventud.
P. Aquel momento de ocaso tuvo que ver con su infarto.
R. Eso acentu¨® algo que ya estaba en los poemas. En alg¨²n poema digo que la vida, una vez vivida, es como si nada hubiera sucedido. Era una intuici¨®n. Pero cuando tuve el infarto tuve la sensaci¨®n absoluta de que esto era as¨ª; el destino del hombre es ¨¢rido, la vida es vivida mientras la podemos recordar, mientras la vivimos y la podemos recordar. Cuando ya no la podamos recordar, como no viviremos, sencillamente no habr¨¢ existido...
P. Le cazaron para la Academia. Y s¨®lo despu¨¦s de cinco a?os de ser elegido lee su discurso de ingreso...
R. S¨ª, me cazaron, y feliz. Y es cierto, he tardado mucho porque tambi¨¦n en medio hubo esta ca¨ªda, este infarto, y se produjo en m¨ª una desgana de hacer cualquier actividad.
P. Una desgana profunda.
R. S¨ª, profunda. Pero lo que pasa es que esa desgana no se contrapone a la emoci¨®n de vivir, al contrario. Cuando tuve el infarto cada d¨ªa que pasaba me parec¨ªa bell¨ªsimo, daba lo mismo que hubiera mala temperatura, que saliera el sol, que estuviera nublado, todos los d¨ªas eran maravillosos; tuve la sensaci¨®n de que exist¨ªa, y de que pod¨ªa no existir, y la existencia es un don.
P. ?C¨®mo concibe la Academia, ahora que entra?
R. Siempre he tenido mucho respeto por la gente que est¨¢ en la Academia. Lo que se percibe es que la Academia trabaja muy bien, y mucho. Lo que hacen -diccionarios, todos los trabajos- es abrumador... Y los que hacen el verdadero trabajo son los t¨¦cnicos de la lengua, a un escritor como yo le rinden homenaje por lo que representa dentro de la poes¨ªa, imagino, no por lo que pueda aportar como t¨¦cnico, que all¨ª hay muy buenos.
P. Con usted ingresa Cernuda, en cierto modo...
R. Este discurso supone para m¨ª una manifestaci¨®n de agradecimiento a un poeta que ha conformado en parte mi vocaci¨®n. Otro del que pod¨ªa haber hecho el discurso es Juan Ram¨®n Jim¨¦nez... Cada escritor es un eslab¨®n de una largu¨ªsima cadena que va a trav¨¦s de los siglos; ese eslab¨®n tiene un antecedente y tendr¨¢ consecuentes; eso es un escritor, nada m¨¢s.
P. ?Qu¨¦ ha descubierto en Cernuda, trabajando sobre ¨¦l?
R. Lo que me conmocion¨® de Cernuda es que ley¨¦ndole tocaba a la persona. En otros poetas -Juan Ram¨®n, Rilke, Pound, Eliot- no tocaba la carnalidad, sino la visi¨®n verbalizada del hombre. Con Cernuda parec¨ªa que me hac¨ªa confidencias. S¨®lo me ocurri¨® en Espa?a con ¨¦l.
P. Cernuda, el exilio, la marginaci¨®n por su homosexualidad. En un pa¨ªs como ¨¦ste, ?qu¨¦ ense?anzas nos trae la biograf¨ªa de Cernuda?
R. La autenticidad. Un poeta leal a s¨ª mismo, en lo bueno y en lo malo, hasta el punto que encontramos sus defectos de hombre en su poes¨ªa. Es un hombre que nos ense?a algo importante: que debemos aceptarnos a nosotros mismos, con las imperfecciones que tenemos. Esto es necesario para aceptar a los dem¨¢s en sus deficiencias o en sus parcialidades; s¨®lo si aprendemos a tratarnos a nosotros de una forma generosa, no laxa, sino generosa, seremos generosos con los dem¨¢s.
P. Nunca hab¨ªa entrado en la Academia alguien tan forofo del f¨²tbol...
R. Seguro que ha habido otros. Y, adem¨¢s, entro poco antes del Campeonato del Mundo...
P. Y ahora que ya es inevitable que vaya, ?qu¨¦ va a aportar en la Academia?
R. Yo creo que en la Academia yo jugar¨¦ de linier."A m¨ª, quien me fascin¨® para que amara la poes¨ªa fue Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, el primer Juan Ram¨®n, el que cantaba a la adolescencia" "He vuelto a Elca (La Oliva) porque aqu¨ª he descubierto el mundo y lo he gozado. Aprend¨ª a amar la existencia aqu¨ª y tambi¨¦n la soledad"
Babelia
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