El fracaso de Picasso
?Es el Guernica el mejor cuadro de Picasso? Entre los especialistas de arte moderno lo han negado voces de primer orden. Recuerdo dos que han sido biogr¨¢ficamente importantes para m¨ª: Antonio Saura, el pintor, y William Rubin, el antiguo director del MOMA.
Conoc¨ª la opini¨®n de Rubin en el contexto de una discusi¨®n sobre el Museo Reina Sof¨ªa en 1989. El museo hab¨ªa sido creado por Solana el a?o anterior con el prop¨®sito de albergar al Guernica, que estaba entonces en el Cas¨®n del Buen Retiro. Pero Sempr¨²n, que sustituy¨® a Solana ese mismo a?o, no lo ten¨ªa tan claro. Ante mi insistencia (como director del museo que era yo entonces), convinimos en que hab¨ªa que hacer una campa?a. Fue as¨ª c¨®mo en oto?o de 1989 fuimos los dos a ver al director del MOMA. Era no s¨®lo una autoridad de primer orden en el mundo del arte y un especialista reconocido en estudios picassianos, sino que hab¨ªa sido precisamente ¨¦l quien hab¨ªa acabado recomendando a sus patronos que cedieran la obra al Gobierno espa?ol en 1981. Rubin estuvo muy amable con nosotros. Mi papel era presentarle mi proyecto de colecci¨®n del Reina Sof¨ªa y las razones para que el Guernica estuviera all¨ª. Se trataba, dije, de sacarle de su aislamiento en el Cas¨®n para darle un contexto hist¨®rico art¨ªstico. "Pero ve usted", objet¨®, "en contraste con lo que ocurre con Les demoiselles d'Avignon, la importancia del Guernica no se debe a su papel en la historia del arte".
El argumento no era sorprendente en su boca. Les demoiselles d'Avignon es el cuadro sobre el que se fundamenta el ulterior desarrollo del cubismo: ¨¦se es su contexto hist¨®rico art¨ªstico. El Guernica en cambio no prepara ni encabeza movimiento alguno. Para una historia del arte concebida como una sucesi¨®n de movimientos, como la que entonces contaba el MOMA, eso equival¨ªa a carecer de trascendencia hist¨®rica. El Guernica era, desde ese punto de vista, una rareza aislada, y su puesto para Rubin era el Cas¨®n. Saura en cambio era partidario de su traslado al Reina y as¨ª lo afirmaba en un apasionado informe, escrito a petici¨®n de Solana en torno a 1988, y que previamente hab¨ªamos comentado y discutido. Sin embargo, su actitud no era simple. ?l cre¨ªa que no era un buen cuadro. Importante, s¨ª, por muchas razones; pero no buena pintura, o al menos no buena pintura moderna.
El juicio de Saura era m¨¢s sutil que el de Rubin. En cierto modo estaba en sus ant¨ªpodas; pero en una cosa coincid¨ªan: el Guernica no era suficientemente moderno. Para Saura carec¨ªa de la integridad que necesitaba para serlo. Entereza, ausencia de mediaciones eran en efecto los valores m¨¢s irrenunciables de la pintura moderna. En los cuadros de Saura esos valores impregnan el gesto mismo de pintar. El artista era lo suficientemente inteligente como para no pedirle lo mismo a Picasso. Pero alg¨²n tipo de integridad hac¨ªa falta. Una integridad de orden m¨¢s conceptual. Compositiva en primer lugar. Inmediatez entre s¨ª de las figuras; ya que Picasso las enlaza por medio de un espacio m¨¢s teatral que pict¨®rico. Y, m¨¢s a¨²n, inmediatez creativa, imbricaci¨®n fluida entre las fases y factores de su creaci¨®n, que en el caso del Guernica son demasiado numerosos y dispares: pol¨ªticos, literarios, psicol¨®gicos, biogr¨¢ficos, etc¨¦tera.
La verdad es que es tentador ver el Guernica como un fracaso. Incluso en t¨¦rminos biogr¨¢ficos. Cuando lo inici¨® Picasso llevaba muchos meses pr¨¢cticamente sin pintar. Le¨ªa, escrib¨ªa, dibujaba, grababa, pero no pintaba. Y a decir verdad, la ausencia de color (un rasgo nada deliberado) hace del lienzo una especie de inmenso boceto dibuj¨ªstico. Su precedente importante m¨¢s pr¨®ximo, La Minotauromaquia de 1935, no est¨¢ en el campo de la pintura sino en el del grabado.
Pero ?no es tambi¨¦n, si bien se mira, un fracaso la b¨®veda de la Capilla Sextina? A lo largo de su creaci¨®n Miguel ?ngel, no s¨®lo cambi¨® de estilo, sino de algo mucho m¨¢s primario, de escala. Y si el espacio pict¨®rico de las b¨®vedas del renacimiento se caracteriza por una clave de unidad interior a la arquitectura, y el de las b¨®vedas del barroco, por una clave de unidad exterior a la misma, la b¨®veda sextina no es una cosa ni otra. Sencillamente carece de unidad: es espacialmente incoherente. En esto el fracaso de Miguel ?ngel es enorme y evidente.
?Y no estar¨ªamos hablando precisamente de dos de las cumbres m¨¢s altas alcanzadas por la pintura en su historia?
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