Verano y moscas
Ya se puede hablar del verano. Por fin se ha ido esa losa inmisericorde que cada vez dura m¨¢s y que puntualmente verifica la profec¨ªa de Kafka de nuestra conversi¨®n en insectos. En verano, encender el televisor equivale a convertirse en una mosca pegada a la pantalla, indiferente por principio a lo que sale del tubo cat¨®dico pero atrapada sin remedio en la vibraci¨®n de un zumbido monocorde. El espectador, como una simple mosca, apenas sabe ni entiende: se limita a pegarse a esa superficie siempre id¨¦ntica a s¨ª misma, extensa como el mar pero sin rumores que sugieran profundidades ni un sabor a sal que recordar en invierno. En esas condiciones no es tan f¨¢cil llegar a discernir si la gente juega al golf, mata toros, discute una enmienda o est¨¢ decidiendo la financiaci¨®n de algo culturalmente tan imprescindible como la continuidad del programa de Mar¨ªa Jim¨¦nez. Las moscas, las pobres, estorban en todas partes, pero tambi¨¦n ellas, criaturas de Dios al fin, generan la plusval¨ªa de la audiencia. Por eso viven.
El verano de Canal Sur ha sido extraordinario. Infatigables en la inducci¨®n de una identidad andaluza a prueba de moscas, lo que han hecho ha sido un interminable anuncio de los reclamos tur¨ªsticos de Andaluc¨ªa. Estamos en el territorio de una argumentaci¨®n estrictamente econ¨®mica: Andaluc¨ªa es un monocultivo tur¨ªstico que Canal Sur vende con una imagen falsa de nuestra tierra. El c¨®digo estil¨ªstico de Andaluc¨ªa es de cine se ha asumido como patr¨®n de ventas: todo es abrumadoramente hermoso, irresistiblemente necesario, una bendici¨®n del cielo y de un cielo en el que no se ve a ninguna de las personas que viven en esos bloques que nunca salen en Canal Sur y que se ba?an en esas playas atestadas de gente que s¨®lo salen en alg¨²n noticiario para confirmar que el negocio va bien, mejor que nunca, cada a?o mejor.
De acuerdo: es un negocio. Pues que lo digan. Esa Andaluc¨ªa de pel¨ªcula es tan falsa como cualquier otro anuncio. No podemos prescindir ni del golf ni de la semana santa ni de los toros. Tenemos que ser siempre as¨ª, figurantes de un posado infinito y car¨ªsimo. Es un paisaje del que las moscas han sido expulsadas como un for¨²nculo hereditario que dificulta la puesta a punto de los surfistas, los jugadores de polo, la gente guapa que gasta lo que hay que gastar. Una noche de agosto pude ver la retransmisi¨®n de una carrera de caballos en la playa hecha desde un palco, es decir, desde un lugar en el que el locutor, copa de fino en la mano, se interesaba por los detalles de la vida en esos recintos exclusivos. Lo m¨¢s llamativo era la absoluta complacencia con una vida de se?ores reci¨¦n peinados y con su camisa car¨ªsima sin la m¨¢s peque?a huella de sudor. Un posado como de toda la vida.
Pero de todo ha habido, y tambi¨¦n cosas chuscas por las que asoma el pelo de la dehesa. En una de esas galas de Fiesta TV, sali¨® un muchacho a cantar una canci¨®n que era un homenaje a Camar¨®n. Y la letra dec¨ªa: "Camar¨®n por aqu¨ª, Camar¨®n por all¨¢. Romp¨ª todos los p¨®sters de los Beatles y me compr¨¦ una bandera de Andaluc¨ªa. Camar¨®n por aqu¨ª, Camar¨®n por all¨¢. Yo me rompo la camisa y luego mi madre se harta de coser". Y eso es lo que hay.
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