Los c¨®digos del cosmos
Este libro parte del teorema de Pit¨¢goras y llega a una est¨¦tica del cosmos en algo m¨¢s de 1.400 p¨¢ginas, as¨ª que llamarlo ambicioso ser¨ªa un estrepitoso understatement: un tiro certero pero muy corto. Sin duda es la obra m¨¢s ambiciosa de su autor, y eso que su autor es Roger Penrose, uno de los matem¨¢ticos m¨¢s conocidos del mundo, pareja cient¨ªfica de Stephen Hawking y excelente escritor de alta divulgaci¨®n, como demostr¨® en 1989 con La nueva mente del emperador. Pero esta vez el matem¨¢tico de Oxford pretende algo m¨¢s que explicar al p¨²blico un sector m¨¢s o menos amplio de su disciplina. Mucho m¨¢s.
Su nuevo libro, El camino a la realidad, no puede basarse en una idea m¨¢s simple: exponer desde cero todas las matem¨¢ticas necesarias para comprender la f¨ªsica actual. El problema, como ya imaginar¨¢ el lector, es que esa f¨ªsica -desde
EL CAMINO A LA REALIDAD. Una gu¨ªa completa de las leyes del universo
Roger Penrose
Traducci¨®n de Javier Garc¨ªa Sanz
Debate. Madrid, 2006
1.472 p¨¢ginas. 48,90 euros
el espacio-tiempo de la relatividad general de Einstein hasta la termodin¨¢mica del Big Bang, sin olvidar los agujeros negros, el gato de Schr?dinger y la teor¨ªa de supercuerdas- vive en una ciudad matem¨¢tica con una de las arquitecturas m¨¢s complejas y sutiles que ha sabido producir la mente humana. La nueva obra de Penrose, por tanto, es tan exigente con su lector como ambiciosa con su objetivo.
Pero El camino a la realidad es una innovaci¨®n radical en la divulgaci¨®n cient¨ªfica. En primer lugar, porque desaf¨ªa de manera flagrante y sistem¨¢tica la ley de Hawking ("cada ecuaci¨®n que introduces en un libro reduce las ventas a la mitad"). El f¨ªsico brit¨¢nico introdujo ir¨®nicamente esta ley en el pr¨®logo de su Breve historia del tiempo, una exposici¨®n de la cosmolog¨ªa para el lector general que, por consejo expreso del editor, esquivaba cuidadosamente cualquier cosa que se pareciera a una f¨®rmula matem¨¢tica. En El camino a la realidad, por el contrario, lo dif¨ªcil es encontrar una p¨¢gina que no contenga una en un lugar bien vistoso.
En segundo lugar, y pese a lo anterior, Penrose no ha escrito el libro s¨®lo para el p¨²blico de ciencias. Ni tampoco para el lector predispuesto, aquel cuyo talento matem¨¢tico se vio frustrado o se qued¨® in¨¦dito por culpa de un par de malos profesores en secundaria. El camino a la realidad es, simple y llanamente, una invitaci¨®n a todo el mundo que quiera subirse al carro de la ciencia contempor¨¢nea. S¨ª, incluso a ese caso perdido que confunde la regla de tres con el signo de santiguarse. Penrose admite en el pr¨®logo: "Sin duda estas personas se preguntar¨¢n c¨®mo van a comprender la investigaci¨®n que se est¨¢ haciendo en la misma frontera de la teor¨ªa f¨ªsica si ni siquiera dominan las fracciones". Y ¨¦l mismo parece dudar despu¨¦s: "Tal vez yo sea un optimista incurable". ?Lo es?
No. El libro se puede entender, y se puede entender sin saber nada antes de abrirlo. Ya les dije que empieza con el teorema de Pit¨¢goras. M¨¢s a¨²n: empieza demostrando ese teorema, y por dos m¨¦todos gr¨¢ficos que resultar¨ªan evidentes sin siquiera saber sumar. Y Penrose va construyendo a partir de ah¨ª el resto de su arquitectura matem¨¢tica, sin escatimar conceptos ni ecuaciones, y sin eludir las m¨¢s oscuras de las profundidades actuales: aquellos sectores de la teor¨ªa en que los f¨ªsicos y matem¨¢ticos profesionales discrepan radicalmente en este mismo momento.
Lo que hace falta para leer esta obra no es una titulaci¨®n, sino una buena raz¨®n que haga valer la pena el esfuerzo. Entonces, ?a qui¨¦n se le puede recomendar honradamente su lectura?
Yo trazar¨ªa la l¨ªnea en el ge
nuino inter¨¦s por la f¨ªsica: no en el gusto por la matem¨¢tica pura, ni en la habilidad para manejarla, sino en la curiosidad por el fascinante cuadro de la realidad que los f¨ªsicos est¨¢n pintando ante nuestros asombrados ojos.
Quien no se sienta desconcertado, como Einstein, por el hecho de que el mundo sea comprensible no acabar¨¢ de encontrarle el punto al libro de Penrose. Quien, por el contrario, sienta un v¨¦rtigo casi metaf¨ªsico ante el cosmos que nos ha revelado la ciencia, tiene aqu¨ª poco menos que una lectura obligada. Porque ese entendimiento y ese v¨¦rtigo son ante todo una naturaleza matem¨¢tica.
No se trata de que las matem¨¢ticas sean necesarias para hacer los c¨¢lculos de la f¨ªsica con la precisi¨®n adecuada, o para manejar los sistemas f¨ªsicos cuando se hacen demasiado complicados para la intuici¨®n. Las matem¨¢ticas que subyacen a la f¨ªsica tienen una enorme potencia predictiva, pero tambi¨¦n presentan una sofisticaci¨®n tan sutil que, tal y como argumenta Roger Penrose en su ensayo, sin ellas no se puede alcanzar una comprensi¨®n real de la ciencia de nuestros d¨ªas: ni de su poder, ni de su creatividad, ni de su misteriosa poes¨ªa.
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