Un cantautor llamado Bruce
Springsteen recorre Espa?a con su exuberante homenaje al 'folk' comprometido
La historia de amor entre Bruce Springsteen y el p¨²blico espa?ol contin¨²a: en lo que se anticipa como un recorrido triunfal, visita cinco ciudades con The Seeger Sessions Band, docena y media de m¨²sicos, algunos de los cuales interpretan instrumentos tan escasamente rockeros como el fiddle, el bombo, el acorde¨®n o la tuba. Se trata de celebrar la vigencia de canciones folk -y de autor conocido- como las recogidas en su disco m¨¢s at¨ªpico, We shall overcome: the Seeger sessions, del que ahora Sony BMG comercializa una edici¨®n ampliada.
En realidad, Springsteen no se ha reencarnado en un folk singer al uso: nada de coplas amorosas o baladas de asesinatos. Los temas que ha elegido, casi todos pertenecientes al repertorio cl¨¢sico de Pete Seeger, son canciones de conflictos sociales o que reflejan la experiencia comunal del proletariado estadounidense. Adem¨¢s, el tratamiento es muy diferente del que le da Seeger, que -a sus 87 a?os- todav¨ªa sale al escenario con el ¨²nico acompa?amiento del banjo de cinco cuerdas; Springsteen convierte ese cancionero en una estruendosa fiesta colectiva.
Bruce ha roto con ese estereotipo de patri¨®tico rockero para todos los p¨²blicos
El creador de 'Born in the USA' ha dejado de ser el radiante ejemplo nacional
EP3.es: As¨ª grab¨® Springsteen el disco que presenta ahora en Espa?a |
Tal vez all¨ª est¨¦ la raz¨®n de que Seeger haya mantenido cierta distancia respecto a We shall overcome: the Seeger sessions: palabras amables y poco m¨¢s. Frente al ascetismo de las grabaciones originales, Springsteen se saca de la manga lo que podr¨ªamos bautizar como folk and roll: una bola de energ¨ªa que incluye coros de gospel, piano de burdel, instrumentos t¨ªpicos de las Monta?as Apalaches, metales de banda callejera de Nueva Orleans. Es una exuberante celebraci¨®n de la Am¨¦rica eterna, dolorida pero luchadora.
Bajo ese manto festivo, tambi¨¦n se aprecia una sorprendente reivindicaci¨®n del folk singer como activista. Es un nuevo papel para Bruce: aunque en el pasado apoy¨® causas como las de Amnist¨ªa Internacional o el reemplazamiento de la energ¨ªa nuclear, no responde al t¨®pico del cantante comprometido; de hecho, aunque haya adoptado ocasionalmente maneras de cantautor, nunca pas¨® una etapa folk. Por el contrario, Seeger es el rojo m¨¢s conspicuo de Estados Unidos: un patriarca que sobrevivi¨® a las listas negras de la era McCarthy -que le alejaron de la televisi¨®n durante un largo periodo, mientras pend¨ªa sobre ¨¦l una condena de c¨¢rcel por desacato- y que, desde los a?os sesenta, se centr¨® en la defensa del medio ambiente. Es un ejemplo de rectitud y testarudez del que Springsteen parece haber aprendido.
Springsteen tambi¨¦n parece haber asumido el lema de Seeger: "Piensa globalmente, act¨²a localmente". Pete es el alma del Clearwater, una balandra que recorre el r¨ªo Hudson con mensajes ecologistas; Bruce se ha implicado en los esfuerzos de los vecinos para combatir el declive de Asbury Park, la localidad costera en la que se form¨® musicalmente. Ofrece all¨ª anualmente unos conciertos ben¨¦ficos pensados para los fans m¨¢s militantes y suele ensayar all¨ª sus giras.
En los ¨²ltimos tiempos, Bruce ha roto deliberadamente con ese estereotipo del Boss, el patri¨®tico rockero campechano para todos los p¨²blicos. Se enfrent¨® con los departamentos de polic¨ªa, que le consideraban uno de los suyos, cuando cant¨® American skin (41 shots), un solemne lamento por Amadou Diallo, aquel inofensivo inmigrante africano que fue acribillado por agentes neoyorquinos de gatillo f¨¢cil cuando iba a extraer su documentaci¨®n. El Springsteen del siglo XXI no se autocensura: su CD de 2005, Devils & dust, no se pudo vender en la supuestamente liberal cadena Starbucks -y en bastantes grandes almacenes- por su referencia al sexo anal en un descarnado tema que narraba el encuentro con una prostituta; el autor se neg¨® a proporcionar una versi¨®n limpia del disco, como hacen muchos raperos.
El creador de Born in the USA ha dejado de ser el radiante ejemplo nacional, citado elogiosamente incluso por el presidente Reagan. Hace un a?o, dos pol¨ªticos de Nueva Jersey presentaron una resoluci¨®n para que el Senado de Washington reconociera institucionalmente la aportaci¨®n de Bruce a la cultura popular estadounidense, coincidiendo con el trig¨¦simo aniversario de la publicaci¨®n de Born to run; lo que deber¨ªa haber sido un procedimiento autom¨¢tico -mociones similares se aprueban diariamente sin inconvenientes- descarril¨® por el veto de rencorosos senadores republicanos.
Es evidente que, en unos Estados Unidos polarizados por las tajantes decisiones de George W. Bush, el posicionamiento de Springsteen no ha pasado inadvertido. Su No surrender fue la canci¨®n oficial de la (fracasada) campa?a presidencial de John Kerry y Bruce ha sido castigado por participar muy visiblemente en actos p¨²blicos del perdedor: aunque esperaba con resignaci¨®n las cr¨ªticas feroces de los comentaristas hooligans de la cadena Fox y las emisoras de talk radio, le sorprendi¨® la ira de sus seguidores m¨¢s derechistas, que le enviaron cajas con discos rotos, animales muertos y mensajes repletos de insultos.
El desgaste de la popularidad de Springsteen en determinadas zonas de Estados Unidos se puede cuantificar: mientras logra la haza?a de llenar durante 10 noches consecutivas el estadio de los Giants, en su Nueva Jersey natal, ha registrado pinchazos relativos en Estados del Sur y del Medio Oeste. Parad¨®jicamente, este baj¨®n ha sido muy pronunciado durante la gira por recintos grandes de We shall overcome: the Seeger sessions, tan abundante en narraciones sure?as. Por el contrario, Springsteen no ha perdido gancho comercial en Europa. Y Espa?a es una de sus plazas fuertes: Tracks, la caja que conten¨ªa cuatro CD de (mayormente) grabaciones in¨¦ditas, se vendi¨® comparativamente mejor aqu¨ª que en Estados Unidos.
En verdad, esa tibieza del mercado estadounidense tambi¨¦n obedece a la a?oranza por el rock torrencial que factura cuando se junta con la E Street Band. Para Bruce, el dilema est¨¢ en conseguir que le siga (parte de) el p¨²blico que vibr¨® con los rom¨¢nticos himnos de los setenta y los primeros ochenta. Esas canciones forman parte de su vida y no puede ignorarlas, pero centrarse en ellas le convertir¨ªa en un vendedor de nostalgia, como tantas figuras de su generaci¨®n. Adem¨¢s, sus intereses creativos han variado: m¨¢s all¨¢ de las historias de coches y chicas, ha explorado el lado sombr¨ªo del sue?o americano, el sabor agridulce de la vida matrimonial, el efecto del 11-S. El reto del artista, ahora lo sabe, consiste en poder envejecer con dignidad.
CONCIERTOS
- Hoy: plaza de Las Ventas de Madrid.
- S¨¢bado 21 de octubre: Estadi Ciutat de Val¨¨ncia.
- Domingo 22 de octubre: plaza de toros de Granada.
- Martes 24 de octubre: Palau Sant Jordi de Barcelona.
- Mi¨¦rcoles 25 de octubre: Palacio de los Deportes de Santander.
(www.brucespringsteen.net)
DISCOGRAF?A AT?PICA
- En 1982 public¨® el poderoso Nebraska, conteniendo lo que en realidad eran maquetas caseras para un disco el¨¦ctrico; el tratamiento ac¨²stico result¨® especialmente adecuado para aquellas amargas cr¨®nicas de perdedores.
- Aunque el sonido y los arreglos estaban m¨¢s cuidados, adopt¨® modos confesionales en Tunnel of love (1987), que luego se revelar¨ªa como una oblicua reflexi¨®n sobre la decepci¨®n que supuso su matrimonio con la modelo Julianne Phillips. - Ella agradeci¨® la discreci¨®n y, cuando el divorcio se hizo efectivo en 1990, firm¨® un acuerdo para no revelar intimidades de pareja.
- En 1995 intent¨® repetir el impacto de Nebraska con The ghost of Tom Joad, confeccionado en un estudio de grabaci¨®n. Pero le fall¨® la motivaci¨®n, aparte de que las canciones carecieran de la urgencia necesaria.
Babelia
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