De Pollock a Beethoven
El actor Ed Harris, de 55 a?os, se ha labrado fama de saber elegir muy bien sus papeles protagonistas. Todo el mundo le recuerda como el pintor Pollock en un proyecto que le absorbi¨® durante diez a?os. Ahora se mete en la piel de otro genio: Beethoven. Y vuelve a estar espl¨¦ndido
Hay gente que cuando habla de Jackson Pollock inmediatamente piensa en Ed Harris. E incluso confunde sus nombres. Le ocurri¨® recientemente a un cr¨ªtico de arte neoyorquino, quien se excus¨® diciendo que el camale¨®nico actor se hab¨ªa mimetizado tan bien con la persona del c¨¦lebre artista que le resultaba imposible separar ambas im¨¢genes. La pel¨ªcula Pollock fue el resultado de 10 a?os de obsesi¨®n alrededor de un proyecto que llev¨® a Ed Harris a la c¨²spide de su carrera. El perseverante actor, que hoy tiene 55 a?os, no s¨®lo consigui¨® transfigurarse en el pintor norteamericano que revolucion¨® la pintura de la segunda mitad del siglo XX. La pel¨ªcula tambi¨¦n le sirvi¨® como entrada triunfal en el mundo de la direcci¨®n, con ella consigui¨® su primera candidatura al Oscar como actor principal y la tercera de su carrera (antes fue candidato a mejor secundario por The Truman show y Apollo 13).
Pero ya han pasado seis a?os desde que Ed Harris resucit¨® a Pollock. Y aunque hay actores a los que les cuesta desprenderse del estigma que dejan los personajes que han marcado su carrera, Harris fue capaz de sacud¨ªrselo de encima para dar vida en 2002 a un inolvidable escritor que mor¨ªa del sida en Las horas -y por el que obtuvo su cuarta candidatura al Oscar-, y a un inquietante criminal con malicia de c¨®mic, en Una historia de violencia, el pasado a?o. Pero vuelve a ser su interpretaci¨®n de un artista ¨²nico, Ludwig van Beethoven, la que se eleva por encima de los m¨¢s de cuarenta papeles que ha llevado al cine.
Extremo, histri¨®nico, oscuro y genial, el compositor alem¨¢n ha cobrado vida a trav¨¦s de Ed Harris en la pel¨ªcula Copying Beethoven, de la directora polaca Agnieszka Holland, con quien el actor repite por tercera vez. El filme narra la relaci¨®n del m¨²sico con una admiradora y copista ficticia, Anna Holtz (Diane Kruger), durante los ¨²ltimos a?os de vida del compositor, en los que escribi¨® su obra cumbre, la Novena Sinfon¨ªa. Es una de esas contadas y m¨¢gicas interpretaciones en las que el espectador se lleva a casa a un ser hasta entonces s¨®lo imaginado, convertido en uno de carne y hueso que en este caso adquiere para siempre las facciones de Harris.
El cine puede cambiarlas a su antojo, ponerle peluca, vestirle de ¨¦poca, engordar su rostro y hacerle viajar al tiempo de la Viena de Beethoven. Pero en la vida real este actor tiene una presencia s¨®lida y tangible. Al contrario de otras estrellas de cine que parecen caminar sobre una nube y levitar en el hiperespacio, Ed Harris se aferra a la tierra con la fuerza de quien pone los cinco sentidos en estar, existir y gozar de cada instante. Tiene una mirada azul tranquilo encuadrada en un rostro lleno de arrugas ¨¢speras que se endulzan con sus frecuentes sonrisas y se endurecen cuando sus palabras se vuelven t¨®xicas o excesivamente sinceras. Cubre la calvicie que le ha perseguido desde joven con una gorra negra, a juego con una camisa del mismo color y unos pantalones grises que caen sobre unas zapatillas de deporte.
No le importa que las entrevistas le mantengan atrapado durante varios d¨ªas en un hotel de Nueva York, lejos de la tranquilidad de su residencia de Malib¨² (California). "Cuando creo en un proyecto, no me importa hacer promoci¨®n; la naturaleza de Copying Beethoven adem¨¢s te permite mantener conversaciones interesantes, algo que no ocurre con todas las pel¨ªculas", dice al arrancar el encuentro con EPS.
Transmite una serenidad y una simpat¨ªa de la que no hablan las entrevistas concedidas a?os atr¨¢s, en las que se rememoran encuentros abruptos y secos con un actor que ahora s¨®lo se vuelve arisco cuando se le mienta a los cr¨ªticos de cine. "Las cr¨ªticas son parte del juego. Pero, sinceramente, preferir¨ªa que se limitaran a ser sinopsis, porque creo que los cr¨ªticos de cine de hoy son una mierda. Es una forma de arte que se ha perdido. Escriben demasiadas estupideces, porquer¨ªas que se te quedan clavadas en la cabeza y que treinta a?os despu¨¦s sigues recordando y te siguen doliendo. A lo ¨²nico que aspiran es a que su nombre salga en los peri¨®dicos. Claro que tampoco se hace muy buen cine, as¨ª que ?por qu¨¦ tendr¨ªa que haber cr¨ªticos inteligentes?".
Se percata de su mirada iracunda, respira hondo y se relaja un poco. Asegura que dej¨® hace a?os de leer las cr¨ªticas que hablan de su trabajo, especialmente las relacionadas con su paso por los escenarios teatrales, a los que ha vuelto este oto?o en Broadway tras diez a?os de ausencia con la obra Wrecks, un mon¨®logo sobre las relaciones de pareja escrito por el afilado Neil Labute. "No ha sido voluntario. El tiempo pasa deprisa y de repente me he dado cuenta de que llevaba diez a?os sin hacer teatro. Por eso he vuelto".
Desde que irrumpi¨® en el cine en 1980 con Borderline, este actor se ha forjado una carrera apoyada en su versatilidad como int¨¦rprete de reparto. Glenngarry Glen Ross, Apollo 13, El show de Truman o Una mente maravillosa le deben gran parte de su consistencia a Harris. No se puede negar que ha sabido mantener una media relativamente buena en cuanto a la calidad de sus elecciones, aunque tambi¨¦n se haya estrellado con t¨ªtulos como Milk Money, que obtuvo una candidatura al Premio Razzie al peor gui¨®n de 1995. "Era una comedia graciosa, ?no?", bromea Harris. "Bueeeeeeno", admite, "era un poco boba pero ocurri¨® hace muchos a?os. Y adem¨¢s, si miro hacia atr¨¢s s¨®lo hay cuatro o cinco pel¨ªculas que considero realmente malas. De las dem¨¢s me siento bastante orgulloso. Creo que es un buen curr¨ªculo, ?no?".
Es c¨¦lebre por la meticulosidad con la que prepara sus personajes; en el caso de Beethoven, el proceso arranc¨® apunt¨¢ndose a lecciones de piano el d¨ªa despu¨¦s de leer el gui¨®n. "No se trataba de tocar bien sino de llenar mi cabeza de m¨²sica, como ¨¦l". Tambi¨¦n tuvo que aprender a dirigir una orquesta, ya que la escena crucial de la pel¨ªcula es aquella en que Beethoven conduce la Novena Sinfon¨ªa por primera vez. En total, m¨¢s de un a?o de preparaci¨®n y varios meses de ensayos. "Le¨ª todo lo que encontr¨¦ sobre ¨¦l y volqu¨¦ mi intuici¨®n y mis experiencias. Todo ayuda. Pero lo fundamental es humanizarlo porque puedes investigar durante meses, pero si no eres capaz de darle humanidad a un personaje, nadie se lo va a creer".
Harris ha conseguido que su Pollock y su Beethoven se parezcan precisamente en ese punto, en la credibilidad que transmiten a trav¨¦s del celuloide. "Eran dos genios que necesitaban crear, ah¨ª reside su similitud. No es que quisieran pintar o componer, ?era una necesidad vital! Pero a Pollock sus problemas con el alcohol le debilitaron como artista y como creador. En cambio, a Beethoven su sordera, contra la que combati¨® durante casi tres d¨¦cadas y que le llev¨® al aislamiento, le ayud¨® creativamente".
Pero las similitudes entre ambos acaban ah¨ª. "Cuando termin¨¦ Pollock fue un alivio porque hab¨ªa sido un proyecto muy duro y muy obsesivo desde el principio y el personaje tambi¨¦n lo era. En cambio, a Beethoven lo echo de menos. Era un tipo al que le daba exactamente igual lo que la gente pensara de ¨¦l, as¨ª que cuando me pon¨ªa su ropa y su peluca me sent¨ªa completamente libre, me olvidaba de m¨ª mismo. Era un artista cerrado y exc¨¦ntrico, pero amaba la vida, amaba la m¨²sica y me hizo sentir muy bien".
No es que su vida carezca de esas sensaciones, se apresura a explicar. "Tengo una familia -est¨¢ casado con otra actriz, Amy Madigan, a quien conoci¨® en 1984 durante el rodaje de Places of the heart-, una hija, mi d¨ªa a d¨ªa no consiste en estar creando constantemente. Eso s¨®lo ocurre cuando act¨²o. Mi trabajo creativo es lo que m¨¢s placer le aporta a mi vida. Es liberador, es divertido. Pero lucho por ser igual de libre en mi esp¨ªritu y en mi cabeza, y espero que cuanto m¨¢s viejo me haga, m¨¢s libre y m¨¢s abierto me vuelva, porque hay mucha gente que envejece empeque?eci¨¦ndose y cerr¨¢ndose y yo no quiero eso".
Al principio, cuando decidi¨® embarcarse en la aventura de la interpretaci¨®n, Harris buscaba "el subid¨®n" que da el aplauso, el reconocimiento del p¨²blico. "S¨®lo el deporte te produce una sensaci¨®n parecida. Y esa fue mi primera vocaci¨®n. Pero tras pasar dos a?os en el equipo de f¨²tbol americano de la Universidad de Columbia, en Nueva York, vi que no llegar¨ªa a ninguna parte. Entonces descubr¨ª la actuaci¨®n. Viaj¨¦ a ver a mis padres a Oklahoma y all¨ª vi a un tipo haciendo comedia sobre un escenario. Parec¨ªa que se estaba divirtiendo y la gente no paraba de aplaudirle. Pens¨¦ que aquello iba a ser lo m¨¢s parecido a lo que uno siente al marcar un gol".
Pese a haberse criado en New Jersey, junto a Nueva York, no quiso quedarse en la Gran Manzana, como suelen hacer quienes crecen al otro lado del r¨ªo Hudson. "No ten¨ªa dinero, en Columbia a¨²n no se ense?aba teatro y yo ni siquiera sab¨ªa que exist¨ªa el Actor's Studio. Adem¨¢s, soy de campo. Nueva York es demasiado ruidoso, ca¨®tico; me superaba".
Por eso a principios de los setenta se mud¨® con sus padres a Oklahoma y all¨ª se licenci¨® en arte dram¨¢tico. Despu¨¦s se traslad¨® a Los ?ngeles, donde fue acumulando experiencia en el teatro. Sam Shepard, su compa?ero de reparto en la pel¨ªcula Elegidos para la gloria, escribi¨® para ¨¦l Fool for love, la obra con la que Harris debut¨® en Broadway en 1983 y por la que obtuvo un Obie Award a la mejor interpretaci¨®n. Desde entonces su fama y su talento no han hecho m¨¢s que crecer, pero ya no es el aplauso su objetivo. "?se era el impulso original, porque esta profesi¨®n tiene mucho de egocentrismo; pero una vez que aprendes a ejercer el oficio y te vuelves mejor y te lo tomas en serio, ya no aspiras a ser una estrella de cine, sino simplemente un buen actor. Aunque no le voy a enga?ar, los aplausos siempre se agradecen".
Es precisamente en ese momento cuando muchos caen en la trampa y comienzan a jugar a ser estrellas. "Es casi inevitable. Empiezan a ganar dinero, la gente les pide aut¨®grafos, se sienten especiales y creen que pueden hacer lo que les d¨¦ la gana. El ¨¦xito se sube a la cabeza, es parte de su naturaleza".
En el caso de Harris, esa vida de glamour, estrellato y excesos que caracteriza las existencias de otros famosos no ha estado expuesta al ojo p¨²blico: "Yo me dediqu¨¦ a ser un gilipollas antes de convertirme en estrella. El t¨ªpico comportamiento macarra y estramb¨®tico que da titulares a la prensa lo practiqu¨¦ en mis inicios, cuando no me conoc¨ªa ni Dios. Hab¨ªa hecho algunas obras, alguna aparici¨®n en televisi¨®n, y eso me hac¨ªa sentirme especial. Pero luego se me bajaron los humos. Consegu¨ª el reconocimiento profesional y dej¨¦ de necesitar ese tipo de atenci¨®n a la que son adictas otras estrellas. Supongo que casarme tambi¨¦n me ayud¨®, y le puedo asegurar que ahora lo que m¨¢s aprecio es mi privacidad".
Acaba de perder la oportunidad de participar en el deb¨² americano -My blueberry nights- de uno de sus directores favoritos, Wong Kar Wai, por conflictos de fechas con su trabajo en Gone, baby, gone, que ha dirigido Ben Affleck, otro actor metido a director. Ah¨ª Harris interpretar¨¢ a un polic¨ªa en la l¨ªnea de Mystic River, ya que el gui¨®n est¨¢ basado en un libro del mismo autor de aqu¨¦lla, Dennis Lehane.
Pero lo ¨²nico que parece preocuparle ahora es Appaloosa, un western con el que Harris volver¨¢ a la direcci¨®n el pr¨®ximo oto?o. "La gente se preguntar¨¢ por qu¨¦ me pongo yo a dirigir un western con la de cosas terribles que est¨¢n ocurriendo en el mundo. Pero la respuesta es sencilla: porque es divertido. El gui¨®n me hizo re¨ªr, la historia habla de la amistad, me gustan los caballos y ponerme a pegar tiros en plan cowboy me parece muy cachondo", dice mientras suelta una carcajada.
Vigo Mortenssen, de quien se hizo amigo en el rodaje de Una historia de violencia, compartir¨¢ protagonismo con el propio Harris. "Yo, todo lo que he aprendido en la direcci¨®n se lo debo a los actores con los que he trabajado y a las pel¨ªculas que he visto. Pero lo fundamental, tanto para un actor como para un director, es aprender a escuchar. Quiz¨¢ por eso he disfrutado tanto meti¨¦ndome en la piel de Beethoven. Pese a su sordera, era un hombre con los o¨ªdos abiertos. En un momento de la pel¨ªcula le dice a Anna Holtz que se vaya al campo y entonces la m¨²sica comenzar¨¢ a hablarle, como le ocurr¨ªa a ¨¦l. A m¨ª me molestan mucho los ruidos?".
De repente, Harris comienza a susurrar: "Lo que m¨¢s me gusta en el mundo es el sonido de los p¨¢jaros, de la lluvia y del silencio?".
Tras una pausa insonora, concluye: "Pero lo m¨¢s dif¨ªcil del mundo es ser leal y sincero con uno mismo. Para eso hay que aprender a escucharse. Y eso s¨ª que es dif¨ªcil".
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