Sin sueldo ni comida en la casa verde
Varios trabajadores polacos denuncian que una empresa de Valencia les obligaba a vivir en condiciones de esclavitud
Se lavaban en la plaza del pueblo, robaban para comer, dorm¨ªan en colchones putrefactos y del sueldo prometido, ni palabra. Varios trabajadores polacos acusan a una empresa, Personnel & Finances, que les reclut¨® en su pa¨ªs para la recolecci¨®n de naranjas y mandarinas en Valencia, de explotarles y obligarles a vivir en condiciones de esclavitud. "Era una casa vieja con los colchones podridos. La llaman la casa verde por las plantas de marihuana que tienen en la azotea. Cuando llegamos, el shock fue total. Quer¨ªan aprovecharse de nosotros", cuenta a este diario Mariusz Kaczmarek, quien tras haberse endeudado para probar suerte en Valencia, sali¨® huyendo una semana despu¨¦s.
Radek, uno de los que se ha quedado en Espa?a, todav¨ªa alberga alguna esperanza de recibir algo antes de volver a Polonia, pero en cuanto cobre se ir¨¢. "Nos queremos volver, regresar cuanto antes, porque esto es una trampa". En la empresa de contrataci¨®n aseguran que todos los trabajadores reciben un trato correcto.
La empresa niega las acusaciones y asegura que las condiciones de trabajo "son normales"
"Algunos llevaban un mes sin cobrar y viv¨ªan de lo que robaban en las tiendas"
A Kaczmarek, Personnel & Finances le hab¨ªa ofrecido un trabajo de conductor, para repartir a los temporeros por las plantaciones. Por esta misi¨®n cobrar¨ªa 1.500 euros y el alojamiento correr¨ªa a cargo de la empresa. Pero cuando llegaron a Alzira, donde le alojaron en la casa verde junto a otros 15 compa?eros, los t¨¦rminos del acuerdo cambiaron. "Nos quer¨ªan cobrar 50 euros por el alojamiento, cinco euros al d¨ªa por el transporte, 18 por el alquiler de las tijeras para cortar las mandarinas, 70 euros por seguro m¨¦dico y 250 por la comisi¨®n a la empresa", explica por tel¨¦fono este hombre de 45 a?os y cuatro hijos.
El sueldo tambi¨¦n hab¨ªa cambiado. Cobrar¨ªan 1,20 euros por cada caja de mandarinas que recogieran, hasta un m¨¢ximo de 10 cajas. Si llov¨ªa no habr¨ªa trabajo y tampoco dinero. En la casa verde, en el n¨²mero 11 de la calle de la Independencia de Alzira, no hab¨ªa agua corriente, y utilizaban las fuentes p¨²blicas para asearse. Para alimentarse, echaban mano de latas que hab¨ªan tra¨ªdo de Polonia. "Es un trabajo de esclavos. Algunos compa?eros llevaban un mes sin cobrar y viv¨ªan de lo que robaban en las tiendas. No me extra?a que los espa?oles tengan mala imagen de nosotros", dice Kaczmarek, quien explica que la marihuana era lo ¨²nico que los patronos pon¨ªan a su disposici¨®n. "Ten¨ªan la azotea llena".
Kaczmarek escap¨® de Valencia hace nueve d¨ªas, fingiendo que se sent¨ªa enfermo y gracias a la furgoneta en la que hab¨ªa llegado con su compa?ero Ryszard Krauze, que tambi¨¦n huy¨® y que ahora no quiere hablar porque teme represalias de los capataces. "Ped¨ª un pr¨¦stamo de 2.000 zloty
para llegar a Espa?a y ahora lo hemos perdido todo", se lamenta Kaczmarek, que tiene claro que si decide volver a emigrar, ser¨¢ con un contrato debajo del brazo.
Los campos en los que ten¨ªan que trabajaran se extienden a lo largo de 100 kil¨®metros a la redonda de Alzira. Por el camino, recog¨ªan a otros polacos. Una veintena se alojaba en un prost¨ªbulo abandonado, donde viv¨ªan en condiciones similares a las de la casa verde.
Kaczmarek cuenta que algunos montes, en los que trabajaban de ocho de la ma?ana hasta las seis de la tarde, estaban pelados y no daban casi fruta. "Apenas consegu¨ªamos sacar una caja al d¨ªa de fruta". La recolecta se hac¨ªa a pelo, sin guantes ni ropas apropiadas. Cuenta adem¨¢s, que sus jefes directos eran lituanos y armenios, que les trataban a gritos y que apenas se entend¨ªan con ellos.
"Cre¨ª que aprender¨ªa algo de espa?ol en Valencia, pero el tiempo que estuve s¨®lo escuch¨¦ ruso", se lamenta. El propietario de al menos una de las plantaciones, situada en Gilet, es espa?ol, seg¨²n Kazcmarek, "pero dice que ¨¦l no quiere saber nada, que s¨®lo quiere que le recojan la fruta y que los lituanos se encarguen del resto".
Kaczmarek y Krauze huyeron, pero m¨¢s de una decena de compatriotas malviven a¨²n en Valencia, a la espera de que sus empleadores les paguen al menos parte de lo prometido. Radek es uno de los que se ha quedado, ahora desalojado de la casa verde e instalado en una vivienda mejor acondicionada. Tras endeudarse en Polonia, Radek localiz¨® a trav¨¦s de Internet ofertas que tramitaba Personnel & Finances. No le pareci¨® mal: entre 60 y 70 euros diarios por recoger mandarina o naranja, cotizando a la Seguridad Social, jornada de lunes a viernes, y con alojamiento.
El pasado 16 fue su primer d¨ªa de trabajo. Duro, pero soportable. Y al terminar la jornada, las dos primeras sorpresas: s¨®lo 20 euros por todo el d¨ªa, y un espacio que no ten¨ªa agua, ni luz, ni cama para dormir. "Los d¨ªas que estuvimos all¨ª me duch¨¦ en una fuente de la ciudad al regresar de trabajar", explica en un parco ingl¨¦s en la casa que comparte con otros cuatro compa?eros en la playa de Xeraco (a 5 kil¨®metros de Gand¨ªa). Su testimonio, a¨²n en presente, coincide con el que Kaczmarek ha denunciado en Polonia.
Han pasado casi dos semanas. Han ido a trabajar. Y Radek y sus compa?eros no han cobrado nada, aparte de los 20 euros del primer d¨ªa. Radek asegura que le ha pedido a Gregor, el intermediario, el salario que ten¨ªa pendiente. Recibi¨® ocho euros. Ahora los cuatro esperan a ma?ana viernes, fecha en la Gregor, se ha comprometido a pagarles. "Hacemos nuestro trabajo, pero no nos pagan. Dicen que tienen el dinero, que otro d¨ªa. Y no tenemos nada. Nos queremos volver cuanto antes, porque esto es una trampa", aseguran.
En Personnel & Finances niegan todas estas acusaciones y dicen que los trabajadores "viven en condiciones normales". "A nuestra empresa no ha llegado ninguna queja", repite una y otra vez Dariusz Lewandowski, vicedirector de la empresa. "Nosotros somos muy serios y siempre ofrecemos buenas condiciones. A quienes no est¨¦n contentos se les puede devolver el dinero de la estancia", dice este directivo.
Magda, intermediaria de Personnel & Finances en Espa?a, asegur¨® ayer que conoc¨ªa perfectamente a las dos personas que hab¨ªan dejado su trabajo y regresado a Polonia. "Lo que han dicho es mentira. No s¨¦ por qu¨¦ lo han hecho. ?sta es una empresa con sede en Londres, en Alemania y en Espa?a. Traemos a centenares de polacos, trabajamos con lituanos, y nunca ha habido ning¨²n problema. La casa a la que se refieren no es para vivir, es s¨®lo para descansar. Ellos vinieron con otros 18 polacos que s¨ª se quedaron, que trabajan y que entienden que todo est¨¢ correcto. No explotamos a nadie", afirm¨® Magda.
Pero su relato no coincide con el de Radek y con el de decenas de polacos repartidos en apartamentos de Xeraco. "Nosotros pagamos por venir. Queremos trabajar, ganar nuestro dinero, dormir, comer y ya est¨¢. Pero nos han enga?ado. Es mafia de guante blanco", sostiene Radek. La compa?¨ªa no tiene ning¨²n antecedente de explotaci¨®n de trabajadores, seg¨²n confirm¨® la Delegaci¨®n del Gobierno, aunque no quiso desvelar si existe alguna investigaci¨®n en curso sobre su actividad.
El caso de Alzira se produce apenas una semana despu¨¦s de que la polic¨ªa desmantelara en Cullera una red dirigida por polacos y armenios que forzaba a los inmigrantes a trabajar 14 horas al d¨ªa en la recogida de naranjas. Esta red no tiene conexi¨®n con la empresa Perssonel & Finances. Dos polacos y cuatro armenios fueron detenidos en la operaci¨®n policial en Valencia. Siete trabajadores fueron liberados por los agentes. Esta semana, el diario polaco Dziennik recog¨ªa tambi¨¦n el testimonio de una mujer que asegura haber escapado de un campo de trabajo en Valencia, donde viv¨ªan en barracones. "Decidimos huir. Conseguimos escaparnos por la noche y anduvimos m¨¢s de 20 kil¨®metros hasta una estaci¨®n", cuenta bajo el seud¨®nimo de Paulina al diario.
En Polonia, donde el caso de Alzira que destap¨® la Gazeta Wyborcza, lleva dos d¨ªas copando los telediarios, no es la primera vez que los medios se hacen eco de las condiciones inhumanas a las que se ven sometidos sus compatriotas en el extranjero. El pasado agosto, sali¨® a la luz lo que en Polonia se conoci¨® como "el campo de concentraci¨®n italiano", una plantaci¨®n de tomates al sur de Italia, donde los trabajadores viv¨ªan en cobertizos sin luz y sin agua, y custodiados por guardias armados.
Ante el desembarco de temporeros polacos en Espa?a, la Uni¨® de Lauradors-COAG viaja a desde hace tres a?os a Polonia para gestionar la contrataci¨®n de trabajadores en distintas campa?as, informa Rosa Biot. La cifra ha ido creciendo y s¨®lo en este a?o la organizaci¨®n estima que deben haber llegado unos 1.200 trabajadores de Polonia. La contrataci¨®n se ha realizado a trav¨¦s de dos empresas del pa¨ªs y el trabajador que se desplaza a Espa?a tiene garantizado un techo y el salario seg¨²n el convenio espa?ol respectivo. El pago se hace directamente al trabajador. Seg¨²n La Uni¨® Llauradors-Coag, el modelo funciona.
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