Miles de chilenos festejan en Santiago la muerte del dictador al grito de "ya cay¨®"
Defensores de derechos humanos lamentan que falleciese antes de que se le pudiera condenar
Los dos Chiles salieron ayer a la calle. Los partidarios de Augusto Pinochet enarbolaron fotos del difunto, derramaron l¨¢grimas y cantaron el himno nacional ante el Hospital Militar. La Alameda Bernardo O'Higgins, la principal arteria que cruza Santiago, se llen¨® de gente que celebraba la muerte de Pinochet. En la plaza de Armas, familiares de detenidos desaparecidos descorcharon botellas de champa?a, y en algunas poblaciones de la periferia detractores del ex dictador encendieron fogatas para festejar el deceso del militar, mientras que los automovilistas hac¨ªan sonar sus bocinas.
La noticia de la muerte de Pinochet sorprendi¨® a muchos chilenos en las carreteras, de regreso a sus casas tras un largo puente. A pesar de ello, decenas de miles ocuparon la Alameda con banderas chilenas. Se escucharon proclamas y c¨¢nticos. El m¨¢s repetido fue el de "ya cay¨®" en referencia al hist¨®rico "va a caer" que se coreaba tras el refer¨¦ndum de 1988, que marc¨® el final del Gobierno militar. Hab¨ªa emoci¨®n entre los detractores que festejaban el ¨®bito, tanto en Chile como fuera del pa¨ªs. Bastaba ver anoche la algarab¨ªa de decenas de chilenos en la madrile?a Puerta del Sol: "Pinochet al caj¨®n, por fascista y por ladr¨®n", cantaron.
El sentimiento tambi¨¦n desbord¨® a los partidarios locales del dictador, que aunque menores en n¨²mero, manifestaron su dolor delante del Hospital Militar en Santiago tras superar el impacto de la noticia. Desde Londres, los acompa?aba en el sentimiento la ex primer ministra Margaret Thatcher, quien dijo estar "profundamente entristecida" por el fallecimiento de Pinochet. La dama de hierro siempre agradeci¨® la ayuda del dictador durante la guerra que enfrent¨® al Reino Unido y Argentina por las islas Malvinas en 1982.
Tras algunos incidentes violentos provocados por el j¨²bilo de muchos y el desconsuelo de otros llegaron las primeras reflexiones pol¨ªticas y alg¨²n que otro lamento. El escritor uruguayo Mario Benedetti, quien padeci¨® los rigores de la dictadura militar en su pa¨ªs, fue el m¨¢s literario: "La muerte le gan¨® a la justicia". El abogado Eduardo Contreras, que interpuso junto a la fallecida Gladys Mar¨ªn la primera querella contra el dictador, se mostr¨® convencido de que Pinochet, a pesar de todos los requiebros que hizo a la justicia en los ¨²ltimos a?os de su vida, "no ha muerto en paz". "Hay que enterrarlo como un delincuente y no con honores", declar¨® al diario El Mostrador.
El abogado espa?ol Joan Garc¨¦s, el principal impulsor de los procesos judiciales en Espa?a y de la detenci¨®n de Pinochet en Londres, asegur¨® que las v¨ªctimas del dictador le quer¨ªan con vida para que respondiera ante la justicia. Garc¨¦s, que reconoci¨® que con esta muerte "desaparece el s¨ªmbolo de uno de los Gobiernos m¨¢s represivos de la guerra fr¨ªa", se felicit¨® de que el "manto de impunidad" que cubr¨ªa las acciones del dictador hab¨ªa desaparecido hace tiempo con las actuaciones legales en varios pa¨ªses.
Isabel Allende, hija de Salvador Allende, derrocado por Pinochet en 1973, dijo ayer en Madrid, donde se encuentra de visita, que le duele que, m¨¢s all¨¢ del desprestigio de haber sido procesado o imputado, jam¨¢s concluy¨® un juicio contra ¨¦l. "Tienen que continuar los procesos. Con su muerte no se cierra ning¨²n cap¨ªtulo, ni de la verdad ni de la justicia, ni el de la responsabilidad. Eso es doloroso porque nunca se ha emitido una condena, que es lo que todos perseguimos", dijo a Efe.
Es la opini¨®n de Jack Lang, ex ministro de Cultura de Francia y asesor especial de la candidata socialista a la presidencia francesa, S¨¦gol¨¨ne Royal. El nombre de Pinochet, dijo Lang, quedar¨¢ "ligado a las horas m¨¢s negras del fascismo latinoamericano y a las peores acciones del imperialismo estadounidense". Para Amnist¨ªa Internacional, la muerte de Pinochet representa una "llamada de atenci¨®n" para los Gobiernos y demuestra la necesidad de una justicia r¨¢pida que impida que los culpables de violaciones de derechos humanos eviten ser procesados.
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