En busca del Tratado perdido
Representantes de los 18 Estados que ya han ratificado la Constituci¨®n Europea (bueno, Alemania no ha acabado el proceso, pues el Tribunal de Karlsruhe lo ha retenido a la espera de lo que considera casi inevitable: un nuevo Tratado) y quiz¨¢s alguno m¨¢s se re¨²nen el viernes en Madrid. Quieren lanzar un mensaje de apoyo a este texto, que era el mejor de los posibles. Cabe hablar en pasado aunque el Gobierno comprensiblemente no lo haga y argumente que corresponde a quienes objeten -como franceses y holandeses han hecho en sendos refrendos, o los recalcitrantes brit¨¢nicos, polacos y checos- aportar soluciones. Pero es un secreto a voces que ya se est¨¢ pre-cocinando un nuevo tratado, m¨¢s reducido, que recoja lo esencial de los cambios institucionales necesarios que contiene la Constituci¨®n, pues ni siquiera a 27 (y, menos a¨²n, a m¨¢s), puede la UE funcionar bien con el Tratado de Niza vigente.
Avanzar hacia un nuevo tratado que reduzca los costes de la no Constituci¨®n ser¨¢ una labor ingrata y nada f¨¢cil. La Constituci¨®n tiene un complejo equilibrio interno, no s¨®lo institucional, que resulta complicado retocar. La actual presidencia alemana, que defiende la Constituci¨®n, o al menos su esencia (no es lo mismo), tendr¨¢ que presentar una hoja de ruta en junio, tras las elecciones francesas, y ser¨¢ a Francia en el segundo semestre de 2008 a quien corresponder¨¢ alcanzar una soluci¨®n que satisfaga a todos, a los 18, a los del no, y a los que no han querido pronunciarse como el previsible Reino Unido o alg¨²n nuevo y eurorreticente como la imprevisible Polonia.
Entre los aspirantes al El¨ªseo, Nicholas Sarkozy quiere un mini-tratado -no m¨¢s de 20 p¨¢ginas- para el que baste la ratificaci¨®n parlamentaria, sin refer¨¦ndum. La socialista S¨¦gol¨¨ne Royal opta por otra forma de hacer pol¨ªtica en democracia y se ha comprometido (lo que dificulta una soluci¨®n a 27) a un nuevo refer¨¦ndum en 2009 sobre un "nueva constituci¨®n" que quite algunas cosas y a?ada una mejor protecci¨®n de los derechos sociales, los servicios p¨²blicos y "progreso para todos". De nuevo, como Jospin ante la Uni¨®n Monetaria, Royal parece olvidar que estos tratados definen las reglas del juego, no los contenidos de las pol¨ªticas. En cualquier caso, ser¨ªa sano que Francia regresara al europe¨ªsmo de la mano de sus votantes. El refer¨¦ndum, apr¨¨s tout, fue una idea de Blair, que ahora no lo quiere.
Parece, pues, que habr¨¢ cambios. Lo que, por si acaso, se est¨¢ preparando entre bambalinas es preservar los aspectos institucionales b¨¢sicos (ministro de Asuntos exteriores, geometr¨ªa variable o cooperaciones reforzadas, presidente del Consejo Europeo, Comisi¨®n). Con tres problemas centrales: las decisiones (la doble mayor¨ªa de Estados y poblaciones empieza a favorecer m¨¢s a Espa?a con la inmigraci¨®n), pero la co-decisi¨®n con un Parlamento Europeo en el que este pa¨ªs estar¨ªa infrarrepresentado supone una merma); las nuevas pol¨ªticas comunes (cultura, investigaci¨®n, energ¨ªa, inmigraci¨®n, etc¨¦tera) que funcionar¨ªan por mayor¨ªa; y la Carta de Derechos Fundamentales que Royal parece defender y querer ampliar. Visto desde Espa?a, hay el peligro a?adido de que si se reabre algo, el PP se escape del consenso con el que acudi¨® al refer¨¦ndum.
Otro dif¨ªcil intento ser¨ªa que se entendiese que quien rechace el eventual nuevo tratado quedar¨¢ fuera de la UE (mensaje a Londres o Varsovia, pues Par¨ªs es indispensable). Es comprensible que hasta que llegue el momento, los 18, y en particular Espa?a y Luxemburgo tras sus refrendos ganados, se mantengan en sus... trece. Pero tambi¨¦n comprender que aunque sean mejorables y poco democr¨¢ticas, las reglas del juego que rigen para la entrada en vigor de todo nuevo tratado en la Uni¨®n exigen la unanimidad en la decisi¨®n y en la ratificaci¨®n. Frente a la posici¨®n de aquel coronel con su puente sobre el r¨ªo Kwai, habr¨¢ que modificar la Constituci¨®n, quiz¨¢s incluso dejar de llamarla as¨ª, no porque sirva al enemigo sino porque ya la han dinamitado, casi sin querer, algunos amigos. aortega@elpais.es
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