Hijos violentos
Pablo fue desde peque?o un ni?o seductor. Inteligente, simp¨¢tico, decidido e independiente. El peque?o de una familia bien avenida, con dos hermanas mayores y unos padres, Luc¨ªa Hern¨¢ndez y Enrique L¨®pez, que admiten que quiz¨¢ le consintieron un poco m¨¢s que a sus hermanas por eso de ser el benjam¨ªn de la casa. A los 11 a?os comenz¨® a dar muestras de rebeld¨ªa, de no querer acatar autoridad alguna, ni profesores ni adultos en general. Empez¨® a ejercer de l¨ªder en su colegio, un centro privado y laico. Arrastraba a la clase con sus ocurrencias, las contestaciones a los profesores y sus dotes de “listillo”. Nada de violencias. Se hizo muy popular, una influencia que, seg¨²n los profesores, no era buena para sus compa?eros. En sexto de primaria le expulsaron del colegio. Empez¨® en otro -privado y laico- de donde tambi¨¦n se tuvo que ir. Termin¨® en un centro de ense?anza p¨²blica. Viv¨ªa en las afueras de Madrid y con 12 a?os se escapaba al centro de la capital. Empez¨® a consumir droga: tripis, marihuana, hach¨ªs. “De todo, menos pincharme”, dec¨ªa en actitud provocadora. Envalentonado y desafiante, empez¨® a enfrentarse a sus padres. Le expulsaron del instituto, se iniciaron los episodios de violencia familiar. Ped¨ªa dinero, desaparec¨ªa y la familia no sab¨ªa por d¨®nde ni con qui¨¦n estaba. Despu¨¦s de un fin de semana sin aparecer, intent¨® echar abajo la puerta de la casa, golpe¨® con una barra las ventanas y el coche de sus padres, mientras les insultaba a gritos. Fue el primer enfrentamiento directo. El siguiente fue destrozar su habitaci¨®n porque no le hab¨ªan dado suficiente dinero. Su padre le amenaz¨® con echarle de casa y ¨¦l le denunci¨® en la comisar¨ªa. A las once de la noche se present¨® con la polic¨ªa, que les aconsej¨®, despu¨¦s de ver la habitaci¨®n, que le denunciaran. No lo hicieron. “Al principio siempre crees que es algo que se arreglar¨¢, no te imaginas que pueda acabar derivando en problemas tan graves. Est¨¢bamos perdidos, hab¨ªa sido un hijo muy deseado y no fuimos capaces de adivinar tantas dobleces en un ni?o peque?o”, dice Luc¨ªa.
"Al principio siempre piensas que es algo que se arreglar¨¢, no imaginas que acabe derivando a problemas tan graves"
"Se ha roto un tab¨² esencial de nuestra especie: pegar a los padres. Los comportamientos violentos se han acrecentado"
"Son impulsivos, egoc¨¦ntricos e incapaces de sentir culpa. Desafiantes, mentirosos y capaces de actos crueles"
"Muchos padres no han estado a la altura de las circunstancias; otros lo han hecho bien y est¨¢n destrozados"
Pablo empez¨® a consumir marihuana en casa y a negarse a estudiar. No quer¨ªa levantarse de la cama. Le llevaron al psiquiatra, quien dio a los padres una pauta de conducta: hacer un frente unido, no dejarse envolver por su palabrer¨ªa ni sus mentiras, intentar mantener la relaci¨®n con ¨¦l aunque fuera costosa, que se sintiera querido, tratar de evitar que cometiera un delito o tuviera alg¨²n accidente mortal. Fue el primer cara a cara brutal con una realidad dura de admitir: no era un caso de adolescencia dif¨ªcil y deb¨ªan buscar ayuda. Fueron a un psic¨®logo, y Pablo, a otro. Poco despu¨¦s, a los 13 a?os, golpe¨® a su padre y empez¨® a zarandear a la madre repetidamente para quitarle el bolso. Quer¨ªa dinero para comprar marihuana. Consum¨ªa mucho y ten¨ªa arrebatos violentos. En uno de ellos, los padres tuvieron que avisar a la polic¨ªa, que se present¨® con una ambulancia de psiquiatr¨ªa y lo intern¨® en un centro de desintoxicaci¨®n de menores. Los padres iban a visitarle los d¨ªas permitidos. Regres¨® a casa muy cambiado f¨ªsica y mentalmente, m¨¢s maduro. Aprob¨® tercero de ESO. A los 15 a?os cumplidos amenaz¨® a sus padres con cortarles el cuello mientras dorm¨ªan, despu¨¦s de dejarles toda la habitaci¨®n salpicada de sangre. Empezaron a tener miedo. A los 16 a?os se march¨® de casa, busc¨® un trabajo y empez¨® a hacer una vida casi independiente. “Ahora quiere volver a casa, pero su padre le ha puesto condiciones: estudiar o trabajar y someterse al sistema familiar. Mi marido es partidario de que se independice totalmente, dice que si ya es mayor, como ¨¦l asegura, lo es para todo”.
Hijos que pegan a los padres, les maltratan f¨ªsica o ps¨ªquicamente, les insultan, empujan, roban y amenazan, en ocasiones incluso de muerte. En su mayor¨ªa son s¨®lo adolescentes de entre 12 y 17 a?os, pero los hay menores, incluso muy peque?os, que se convierten en aut¨¦nticos tiranos de la casa y tienen atemorizada a toda la familia, que, en ocasiones, acaba rompi¨¦ndose.
El caso de Luc¨ªa y Enrique (nombres supuestos como todos los de los padres e hijos que aparecen en este reportaje) es s¨®lo uno entre los miles de padres espa?oles que ante una situaci¨®n insostenible han acabado denunciando a sus hijos a la polic¨ªa o en los juzgados el ¨²ltimo a?o. Casi 5.000 padres lo hicieron en 2005, cifra que, a¨²n sin cerrar la estad¨ªstica del a?o, es casi seguro que ser¨¢ superada en 2006 (en septiembre rozaban los 4.000, seg¨²n datos del Ministerio del Interior). Denuncias que son s¨®lo la punta del iceberg de un problema que hasta hace muy poco ha sido un tab¨² en nuestra sociedad: el de los hijos que maltratan a sus padres.
Una situaci¨®n que, sin dramatizar ni generalizar porque es minoritaria, ha empezado a preocupar seriamente a la Fiscal¨ªa General del Estado, que prepara una instrucci¨®n para que los fiscales puedan enfrentarse a un fen¨®meno que les ha cogido desprevenidos. “Nos preocupa que los fiscales act¨²en con unidad de criterio en esta cuesti¨®n. Por eso, en conexi¨®n con la fiscal¨ªa espec¨ªfica de Violencia de G¨¦nero, trabajamos en unas pautas de tratamiento del problema. Estamos asimilando lo que nos trasladan los fiscales de a pie de toda Espa?a, sobre todo los de menores: que cada vez hay m¨¢s chicos, entre 12 y 18 a?os, que son protagonistas en casos de violencia familiar”, afirma Luis Navajas, coordinador general de la Fiscal¨ªa de Menores. Navajas reconoce que no es un problema nuevo, pero que es ahora cuando empieza a inquietarles de verdad.
S¨®lo en Granada, 165 padres denunciaron a sus hijos en 2005, y seg¨²n el juez de menores Emilio Calatayud, conocido por sus originales sentencias, ser¨¢n m¨¢s en 2006. “Van en aumento, y adem¨¢s es el ¨²nico delito en el que veo que chicos y chicas estar¨ªan casi igualados en edades y sexos, 16-17 a?os. Pero todav¨ªa hay muchos padres que no denuncian por verg¨¹enza. En Granada estamos concienci¨¢ndoles de que es mejor que lo hagan, porque hay situaciones verdaderamente conflictivas, pero muchos tapan la situaci¨®n”.
Sin querer ser alarmista, el psic¨®logo Vicente Garrido, profesor de la Universidad de Valencia, consultor de Naciones Unidas, y uno de los investigadores que m¨¢s han profundizado en la violencia familiar (su libro Los hijos tiranos. El s¨ªndrome del emperador se ha convertido en un manual-gu¨ªa para muchos padres), habla del aumento de esta conflictividad. “A diario me escriben o llaman padres desesperados con la violencia de sus hijos adolescentes, casi siempre chicos. Y s¨ª, me sorprende el n¨²mero importante de hijos que pegan o maltratan a los padres, porque en los a?os noventa no lo hubi¨¦ramos previsto, pero todav¨ªa me sorprende m¨¢s que ¨¦stos los denuncien. Pero cuando lo hacen es que, a veces, es el ¨²nico camino que tienen para proteger a los hermanos”.
Se ha roto el tab¨², un tab¨² esencial en nuestra especie, algo en lo que insisten tanto Garrido como la psiquiatra Mar¨ªa Jes¨²s Mardomingo, jefa de Psiquiatr¨ªa Infantil del hospital Gregorio Mara?¨®n de Madrid y presidenta de la Asociaci¨®n madrile?a de Psiquiatr¨ªa Infantil. “Los comportamientos violentos de los ni?os siempre han existido, pero en los ¨²ltimos a?os se han acrecentado, y lo detectan los padres, los m¨¦dicos y los profesores. Ha habido una frase hecha en nuestra sociedad: “es m¨¢s malo que pegar a un padre”, para definir a alguien como lo peor de lo peor, y ese tab¨² se ha roto”.
Algunos expertos mantienen que el de los hijos violentos que se revuelven contra los padres hasta llegar al maltrato f¨ªsico es un conflicto de sociedades desarrolladas que empieza a aflorar en diversos pa¨ªses, entre ellos Espa?a. Pero no todos se ponen de acuerdo en las causas. Mientras unos sostienen que es un problema de mala educaci¨®n, de excesiva permisividad, tanto familiar como social, que hace que algunos ni?os consentidos y caprichosos se conviertan en poco tiempo en aut¨¦nticos dictadores, otros afirman que la causa es doble, y que, aunque el ambiente es importante, hay que contar con una predisposici¨®n gen¨¦tica. Una incapacidad de estos ni?os (que no hay que confundir con los diagnosticados de d¨¦ficit de atenci¨®n e hiperactividad) para desarrollar emociones morales aut¨¦nticas -empat¨ªa, amor, compasi¨®n-, lo que desemboca en una gran dificultad para mostrar culpa y arrepentimiento por las malas acciones.
Es la tesis que mantiene el psic¨®logo Vicente Garrido. “La causa es mixta, tanto biol¨®gica -chicos que tienen mayor dificultad en desarrollar emociones morales y una conciencia- como sociol¨®gica: ahora se desprestigia el sentimiento de culpa y se alienta la gratificaci¨®n inmediata y el hedonismo. La familia y la escuela han perdido capacidad de educaci¨®n y esto favorece que chicos con esa predisposici¨®n biol¨®gica, que antes eran contenidos por la sociedad, tengan mucha m¨¢s facilidad para exhibir la violencia”.
“La insensibilidad es una caracter¨ªstica de estos ni?os”, dice Mardomingo. “Veo peque?os que desde los tres a?os tienen unas rabietas tremendas. No obedecen, son agresivos y ya en la guarder¨ªa pegan y no pueden jugar si no es desde la imposici¨®n y la violencia. Por fortuna, las conductas verdaderamente agresivas y peligrosas, como retar a los padres y pegarles, suponen un porcentaje menor y se producen a partir de los 13 o 14 a?os. Y si hay una predisposici¨®n gen¨¦tica, para m¨ª, sin ning¨²n g¨¦nero de dudas, lo que facilita que afloren estos trastornos de conducta son los factores ambientales”.
“Estamos ante chavales que lo tienen todo, que no se han puesto l¨ªmites. Yo creo que hay que recuperar los principios de autoridad, paterna y de la escuela, pero sobre todo de los padres. No hemos sabido poner l¨ªmites a nuestros hijos, es la ley del p¨¦ndulo, nos hemos pasado de un extremo al otro. La pr¨®xima generaci¨®n estar¨¢ m¨¢s preparada para educar con cierta autoridad y al tiempo con flexibilidad”, sostiene el juez Emilio Calatayud, de 51 a?os, y que en su infancia pas¨® por un colegio con fama de correccional.
Que un chaval intente ejercer el dominio sometiendo a los adultos es muy llamativo, pero no est¨¢ pasando s¨®lo en Espa?a, reflexiona la catedr¨¢tica de Psicolog¨ªa de la Educaci¨®n de la Universidad Complutense de Madrid, Mar¨ªa Jos¨¦ D¨ªaz-Aguado, autora de varios libros sobre violencia escolar, el m¨¢s reciente Del acoso escolar a la cooperaci¨®n en las aulas. “Creo que es un problema general de violencia con los adultos que se ejerce contra profesores y familias. En un estudio con adolescentes conflictivos hemos detectado distintas actitudes familiares comunes. Una, que las familias hab¨ªan utilizado el castigo f¨ªsico cuando el ni?o era peque?o, aportando un modelo autoritario, de dominio-sumisi¨®n, para intentar controlarlo. Otra, donde se combinaban los m¨¦todos coercitivos, utilizados en el franquismo, con una permisividad excesiva. Una permisividad que se convierte en violencia cuando el ni?o intenta salirse con la suya, desobedecer y someter al adulto, y entonces se vuelve un peque?o tirano. Y tambi¨¦n existe una mezcla de ambas”.
El caso de Fernando no encaja en ninguna de estas situaciones, seg¨²n explica su madre, la madrile?a Teresa Fuentes. “Fue un ni?o muy querido y le he dedicado mucha atenci¨®n. Miro hacia atr¨¢s y creo que no he sido una madre consentidora, le exig¨ªa porque era un ni?o inteligente, a lo mejor demasiado... Me pregunto, ?en qu¨¦ me he equivocado?”.
Fernando, que ahora tiene 17 a?os, fue desde la cuna un ni?o nervioso y propenso al llanto. Inquieto y de poco dormir, “muy revoleras”. Cuando se enfadaba tiraba con rabia los juguetes, o lo que pescara a mano, contra las paredes. Cuando quer¨ªa una cosa “la quer¨ªa ya mismo”. Si le gustaban las peras quer¨ªa comer cinco. Superinteligente, aunque no superdotado, a los siete a?os empez¨® a contestar a los padres y a llamar tonta a su madre. El padre no le dio importancia, la madre, acostumbrada a educar ni?os, no quiso permit¨ªrselo. En el colegio sacaba buenas notas sin dar un palo al agua y pronto se destac¨® como l¨ªder. A los 12 a?os empez¨® a frecuentar la calle y envalentonarse. No quer¨ªa hacer deberes, y cuando su madre le cerraba el paso a la calle, Fernando la apartaba sin contemplaciones de un empuj¨®n. Era un chico deportista, un buen nadador, fuerte y alto -enseguida alcanzar¨ªa 1,80 metros-. Cuando sus padres se separaron ten¨ªa 14 a?os. ?l y su hermana se quedaron con la madre, y a partir de ese momento tuvo una actitud mucho m¨¢s violenta con ella. La culpaba de todos los males y empez¨® el ataque frontal. La insultaba, la empujaba, le hac¨ªa moratones, la trataba “como una basura”. Tras la muerte de su abuelo y un amigo empez¨® a fumar porros y a faltar a clase. No iba, pero quer¨ªa que su madre le justificara las faltas, lo que no consegu¨ªa. Un d¨ªa, despu¨¦s de tirarla al suelo y robarle 200 euros, se fue de casa. Teresa fue a la comisar¨ªa del barrio, donde le aconsejaron que lo denunciara, llam¨® a la Fiscal¨ªa de Menores para informarse... No quiso denunciarle. “Es tu hijo y nadie lo entiende, toda la familia se pone en contra, es luchar contra corriente”. Ella y su ex marido fueron a terapia psicol¨®gica en un centro municipal. A Fernando le quedan seis meses para cumplir la mayor¨ªa de edad, tiene un trabajo temporal y va a casa cuando quiere. “Soy como un reh¨¦n en mi propia casa. Es como tener un marido violento, pero con un hijo. Duele mucho, pero no se puede vivir as¨ª, siempre con miedo”, dice Teresa.
?C¨®mo detectar a un peque?o tirano en ciernes cuando no hablamos de casos claramente patol¨®gicos?, ?qu¨¦ s¨ªntomas avisan de que ese ni?o o ni?a, generalmente inteligente y seductor, puede convertirse en un d¨¦spota que amargar¨¢ la vida a toda la familia? “Estos chicos coinciden con la personalidad del psic¨®pata. La mayor¨ªa no lo son, pero tienen rasgos t¨ªpicos de este trastorno, como una gran impulsividad, profundo egocentrismo e incapacidad para sentirse culpables y mostrar arrepentimiento. Ante la desesperaci¨®n de los padres no sirven las rega?inas, conversaciones y castigos. Tienen conductas habituales de desaf¨ªo, mentiras, e incluso actos crueles hacia los hermanos y amistades”, explica Garrido.
“Aparte de la insensibilidad hacia los dem¨¢s, son muy fr¨ªos y tienen una visi¨®n de la vida terriblemente narcisista: empieza en ellos y termina en ellos”, a?ade Mardomingo.
Tanto Pablo como Fernando consum¨ªan droga desde ni?os, ?es la droga un detonante de estos trastornos de conducta? No opinan as¨ª la mayor¨ªa de los expertos consultados, para quienes la droga es una consecuencia, pero no un desencadenante. “Es una manifestaci¨®n m¨¢s”, dice Mardomingo,“son ni?os que cuando empiezan a faltar al colegio, a fugarse, a beber alcohol en pandilla, entran tambi¨¦n en contacto con la droga, generalmente hach¨ªs o marihuana, y eso es un s¨ªntoma m¨¢s de un comportamiento que ya es grave. Pero tambi¨¦n hay chicos que consumen drogas porque les sirve para mitigar la tristeza, el des¨¢nimo o la depresi¨®n, o porque tienen un problema de ansiedad y sirve para mitigarla, y ciertas drogas les ayudan a equilibrar las relaciones que tienen con el entorno”.
Muchos descargan en la familia la culpa de estos trastornos de conducta, ?existe un perfil familiar que favorece este tipo de hijos agresivos? Los expertos en contacto directo con el problema aseguran que, en general, no se trata de familias desestructuradas o marginadas en las que los ni?os han vivido agresiones y violencia desde peque?os -que tambi¨¦n existen-, sino familias de las consideradas “normales”. A ellas se suman familias monoparentales -por lo general, madres separadas- y otras de origen inmigrante o con hijos adoptados. “Son familias de clase media o media alta. Un denominador com¨²n es que son las madres las que dan el primer paso, porque tienen una actitud m¨¢s abierta y decidida. Y otro, que lo hacen cuando ya es una situaci¨®n insoportable y degradante, porque para las familias es una historia de las m¨¢s ocultas. Cuando hablamos de acoso escolar se dicen los nombres, pero esto es parecido al abuso sexual, una verg¨¹enza para la familia, algo que procura mantener en secreto”, explica el psic¨®logo Jos¨¦ Luis Calvo, presidente de la asociaci¨®n Pro Derechos del Ni?o y la Ni?a (Prodeni), que, sin entrar en su cometido, recibe peticiones de ayuda de padres de toda Espa?a que no saben ad¨®nde acudir.
Calvo sostiene que suelen ser familias en las que los hijos han crecido con carencias de comunicaci¨®n, abundancia de cosas materiales y cierta permisividad. “T¨ªpicas de una sociedad en la que los padres no tienen mucho tiempo para dedicar a los hijos, pero a los que no puede culpabiliz¨¢rseles de todo”. “Lo que yo denomino s¨ªndrome del emperador se caracteriza por que el hijo abusa de los padres (de la madre m¨¢s habitualmente) cuando ¨¦stos no han sido negligentes y sin que haya causas sociales que lo expliquen. Es decir, que, aunque no hayan sido unos padres “perfectos”, le han tratado con un amor y una atenci¨®n que bastar¨ªan para que ni?os sin tal s¨ªndrome crecieran como personas no violentas”, explica Garrido.
El psic¨®logo Manuel C¨®rdoba, que trabaja con chicos de entre 14 y 18 a?os, con delitos de violencia, en uno de los centros de menores de la Comunidad de Madrid (El Laurel, 22 plazas, siempre ocupadas), se encuentra con dos tipos de familias. “Las que han sido incapaces de imponer un l¨ªmite, y eso al chico le causa sensaci¨®n de abandono, porque cuando se relaciona con otros chicos ve que tienen l¨ªmites y se pregunta si a ¨¦l no le quieren (casos frecuentes de inmigrantes latinoamericanos y magreb¨ªes). Y aquellas familias, m¨¢s ligadas a una clase media, en las que sucede todo lo contrario: han intentado desde el principio marcar a los hijos unas directrices muy claras y exhaustivas, un modelo de relaci¨®n muy autoritario, y entonces el chico busca la individualizaci¨®n a trav¨¦s del conflicto”.
Psic¨®logos y psiquiatras hablan de los casos, en aumento, de hijos adoptivos violentos que llegan a sus consultas. “Son situaciones muy dram¨¢ticas”, asegura el juez Emilio Calatayud, “porque, a veces, han luchado durante a?os con la Administraci¨®n para adoptarlos, y resulta tremendo”.
?Puede desvincularse esta violencia de la que se origina contra los propios compa?eros o profesores en las aulas, en la calle entre bandas de adolescentes, o en los apaleamientos, e incluso asesinatos, que algunos j¨®venes cometen por pura diversi¨®n? No, seg¨²n la catedr¨¢tica D¨ªaz Aguado, para quien la elevada exposici¨®n a la violencia que tienen los ni?os a trav¨¦s de la televisi¨®n y las nuevas tecnolog¨ªas hace que se hayan habituado a ella como un juego. “Pero hay que dejar muy claro que estos casos de violencia son extremos y excepcionales, la punta del iceberg de algo muy grave que est¨¢ pasando, pero que hay que contextualizar sin ofrecer una visi¨®n distorsionada. La novedad es que, como la violencia en las aulas, son conductas que antes se ocultaban”.
Mardomingo subraya un aspecto importante a considerar: el consumo desatado como nuevo “valor” dominante y favorecedor de las tendencias de estos ni?os a la gratificaci¨®n inmediata. “El extraordinario desarrollo econ¨®mico espa?ol ha creado una especie de sacralizaci¨®n de todo lo material, que los padres transmiten a los hijos dici¨¦ndoles que tienen que tener mucha seguridad en s¨ª mismos porque lo tienen todo. El individuo deja de valer lo que es para pasar a valer lo que tiene, o un paso m¨¢s, lo que los dem¨¢s ven que tiene... Y eso, que se transmite, es malo”.
Pero el psic¨®logo Vicente Garrido insiste en que aunque los padres son ahora m¨¢s permisivos que hace 20 a?os, porque no son inmunes al tipo de sociedad en la que viven, no se les puede culpabilizar con car¨¢cter general. “Muchos padres lo podr¨ªan haber hecho mejor, no han afrontado la realidad cuando el problema era manejable, simplemente no han estado a la altura de las circunstancias. Pero hay otros que lo han hecho muy bien y est¨¢n destrozados. Los casos en los que los padres s¨®lo se han preocupado de ganar dinero y dejar a los hijos ante el televisor, ¨¦sos, para m¨ª, son padres incompetentes y, en cierto sentido, maltratadores”.
“Nos echan la culpa a los padres porque no sabemos educar a los hijos, pero lo que nos falta es informaci¨®n. Te pueden llamar mal padre cuando tienes la informaci¨®n necesaria y no la pones en pr¨¢ctica, pero no cuando lo haces lo mejor que puedes”, dice Rosa ?lvarez, madre de un hijo “tirano”. Rosa, un ama de casa vivaracha y animosa, dulcifica con su acento andaluz el horror de un relato plagado de malos tragos que ha logrado superar.
Pedro fue muy travieso, un trasto desde que ech¨® a andar. A los tres a?os hac¨ªa la vida imposible a su hermano menor, al que llevaba 14 meses, y Rosa, que pens¨® que aquello era excesivo, acab¨® llev¨¢ndole al psic¨®logo. Diagn¨®stico: s¨®lo eran celos. Pero a los nueve a?os Pedro ten¨ªa un mont¨®n de problemas en el colegio: se met¨ªa en todos los jaleos, se peleaba continuamente con compa?eros y profesores. Nuevo psic¨®logo, y esta vez el diagn¨®stico fue para la madre: era muy agobiante y no deb¨ªa de protegerlo tanto. “Lo ¨²nico que hac¨ªa era llevarlo y traerlo del colegio para que no se metiera en peleas, s¨®lo ten¨ªa nueve a?os...”. Cuando Pedro cumpli¨® 10 a?os, los pu?etazos, ri?as y castigos le obligaron a cambiar de colegio, pero las cosas fueron a peor. Empezaron las agresiones en casa. Insultaba a su madre, pegaba a su padre y a su hermano.
“Primero insultaba y amenazaba, luego pegaba”. Empezaron las denuncias y los recorridos de Rosa: primero, al m¨¦dico de guardia para el parte de lesiones; de all¨ª, a la Guardia civil, y despu¨¦s, la denuncia al juzgado. Diez a?os de broncas continuas “porque no le d¨¢bamos dinero, porque no pon¨ªamos en la televisi¨®n el programa que quer¨ªa o, simplemente, porque le mir¨¢bamos”. La primera denuncia la puso cuando Pedro ten¨ªa 15 a?os, despu¨¦s vinieron muchas m¨¢s. “Todo se quedaba en un juicio de faltas, le pon¨ªan una multa y listo... A nadie le importaba que estuviera maltratando a sus hermanos menores”. Cuando finalmente Rosa pudo llegar al psiquiatra infantil de la Seguridad Social, Pedro ten¨ªa 16 a?os, pero la vida empez¨® a cambiar. Alguien le escuchaba y, adem¨¢s, le daba pautas de conducta. Ya no estaba sola. Pedro, ahora independizado, y con 24 a?os, reconoce que no se portaba bien con sus padres, pero “ellos se lo buscaban”.
Tanto Luc¨ªa, como Teresa o Rosa han vivido a lo largo de sus conflictivas relaciones con los hijos situaciones que son generales: no saber ad¨®nde acudir; culpabilizarse; avergonzarse de la situaci¨®n y ocultarla a familiares y amigos; no atreverse a denunciarla porque, como asegura Luc¨ªa, la culpabilidad esta siempre presente. “Al principio no cont¨¢bamos nada al entorno ni a la familia, pero es una situaci¨®n que tiene que salir a la luz para que los padres veamos que no somos el ¨²nico caso”.
“Hay que desarrollar una conciencia s¨®lida en el chico”, dice Garrido, “aplicar castigos razonables y explicar las razones morales y pr¨¢cticas que supone su acci¨®n. El problema de los ni?os con s¨ªndrome del emperador es que es mucho m¨¢s dif¨ªcil de lograr, pero hay que empezar desde la cuna”.
?Cada vez que sonaba el tel¨¦fono vomitaba hasta morirme?
Rosa ?lvarez, de 42 a?os. Ama de casa. Cuatro hijos. Su marido trabaja en la construcci¨®n. Vive en un pueblo de Ja¨¦n.Cuatro a?os en tratamiento psiqui¨¢trico y una batalla permanente de denuncias para evitar que el hijo ?tirano? machacara a toda la familia. Su hermana tambi¨¦n ha necesitado tratamiento. ?Yo era una persona bastante apocada y esto me ha formado el car¨¢cter. Cada vez que sonaba el tel¨¦fono sab¨ªa que era del colegio para contarme alguna bronca. Vomitaba hasta morir?. Su hijo, de 24 a?os, se fue de casa hace tres a?os con una orden de alejamiento judicial. ?Mi marido lo ve¨ªa de otra forma, no quer¨ªa denunciarle, dec¨ªa: ?Ya cambiar¨¢?.
?Al ver que era el retrato del ?s¨ªndrome del emperador? me qued¨¦ horrorizada?
Luc¨ªa Hern¨¢ndez, de 55 a?os. Casada. Tres hijos. Carrera universitaria. Funcionaria. Su marido es empresario. Vive en Madrid.Familia acomodada, ambos padres con buenos trabajos y chal¨¦ en las afueras de Madrid. Bien informada, se expresa con precisi¨®n. No quiere parecer dram¨¢tica. ?Tuvimos un momento de mucho deterioro familiar, pero fuimos saliendo. No sab¨ªa nada del s¨ªndrome del emperador, y al ver que mi hijo era su vivo retrato me qued¨¦ horrorizada?. Han acudido a psiquiatras y psic¨®logos privados.
?Nadie lo entiende, ni la familia, ni los amigos. Te culpabilizas y sientes sola?
Teresa Fuentes, de 39 a?os. Dos hijos. Casada con un funcionario. Separada. Maestra de un centro especial. Vive en Madrid.Ella y su ex marido han pasado por una terapia psicol¨®gica. ?No se puede vivir as¨ª, con este miedo. Los malos tratos son permanentes, rompe las puertas, me insulta, me zarandea, me roba?. Ha pedido la emancipaci¨®n legal de su hijo, que ahora tiene 17 a?os, pero ¨¦l dice que se ir¨¢ de casa cuando le d¨¦ la gana. Ha decidido irse con su hija, de 13 a?os, a vivir a un apartamento y dejarle la casa. ?Nadie entiende que puedas denunciar a un hijo, ni la familia, ni los amigos. Te culpabilizas y te sientes muy sola. Pero hay que decirlo?.
Desesperados y desorientados
La asociaci¨®n Adi Egon de Vizcaya, formada por profesionales de la salud mental, realiza, desde junio pasado, una experiencia piloto de terapias para padres maltratados por hijos de entre 12 y 18 a?os (s¨®lo en ?lava, hasta el mes de septiembre, se registraron el pasado a?o 16 denuncias de padres). La psic¨®loga Iragartze Garai, portavoz de la asociaci¨®n, financiada por el Gobierno vasco, explica que intentan educar a padres e hijos y poner l¨ªmites para una buena convivencia familiar. ?Acuden m¨¢s madres, aunque hay bastantes padres, y pueden venir separados o en pareja. Escuchamos, orientamos y damos pautas de comportamiento. Tambi¨¦n hemos puesto en marcha el primer grupo de 11 padres y est¨¢ teniendo mucho ¨¦xito?. Los padres, dice Garai, llegan bastante desorientados preguntando qu¨¦ pueden hacer.Carmen Maestro es la presidenta de la asociaci¨®n de Madres y Padres de Ni?os con Trastornos de Conducta, Ampanitco, de Torredonjimeno (Ja¨¦n), privada y sin ¨¢nimo de lucro (este a?o la Junta de Andaluc¨ªa les ha negado la subvenci¨®n), por la que han pasado m¨¢s de 100 familias. ?Todos los padres que vienen a consulta o terapia ?en estos momentos, unas 40 familias? persiguen lo mismo: orientaci¨®n y soluciones. Nos sentimos muy aislados, la gente llama de toda Espa?a desesperada. S¨®lo pedimos que las administraciones ofrezcan centros y personal especializado que atienda a estos ni?os?.
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