Integraci¨®n a ritmo de salsa
Un instituto madrile?o se mueve al son latino. Profesores y alumnos comparten pista de baile para mejorar sus relaciones
Ritmos de salsa, merengue y bachata para conocerse mejor. Es jueves y una treintena de alumnos se ha congregado a las puertas del gimnasio del instituto Ignacio Ellacur¨ªa de Alcorc¨®n (Madrid). Son las 11.10, y los chavales, la mayor¨ªa latinos, animan con su bullicio y sus c¨¢nticos la hora del recreo. As¨ª, entre bocadillos y bolsas de chucher¨ªas se preparan para la danza. Todos los lunes y jueves, durante 20 minutos, muestran a sus compa?eros y profesores su saber hacer en la pista de baile. Intercambian pasos, movimientos y quiebros de caderas.
Estefan¨ªa y Alejandra, alumnas de 2? de bachillerato, esperan ansiosas a que se abran las puertas para poder comenzar a bailar. "?Vamos!, que ya se puede entrar", le dice una a la otra. Las dos siguen las clases desde hace un par de meses, cuando comenzaron a ser tambi¨¦n accesibles para los alumnos. Antes s¨®lo los profesores participaban en estos cursos de salsa. Su acento, unido a los sabios movimientos de caderas, delatar¨¢ minutos m¨¢s tarde su origen latinoamericano. Estefan¨ªa es colombiana y Alejandra, ecuatoriana. Las dos tienen 18 a?os.
"Uno, dos, tres, vuelta", dice Alberto Gonz¨¢lez, profesor de matem¨¢ticas y convertido tambi¨¦n en monitor de baile latino. La m¨²sica ha comenzado y unas 30 personas, entre docentes y alumnos, siguen el ritmo. "Yo voy marcando los pasos, para que haya un orden, pero luego ellos tambi¨¦n intercambian conocimiento", dice Alberto.
"Es una actividad s¨²per original, a m¨ª me encanta. Vengo desde que me enter¨¦", explica Alejandra. Es de las que mejor se mueve. "Hombre, es que los latinos lo llevan en la sangre", dice Adriana, argentina de 17 a?os. Tambi¨¦n hay muchos espa?oles. "Hay algunos que lo hacen especialmente bien. Sobre todo los latinoamericanos. Muchos no destacan demasiado en otras materias, pero en ¨¦sta nos dan mil vueltas a todos", dice Maite Pacheco, profesora de ingl¨¦s y asidua a las clases de salsa desde el principio.
Uno de esos alumnos que destaca es Wilby, tiene 12 a?os y hace tres que lleg¨® de Santo Domingo. "Me encanta bailar, vengo porque me dejan entrar. Si no, me quedar¨ªa mirando desde la puerta", dice. Es el m¨¢s peque?o de la clase, junto a su amigo Daniel, colombiano, de 13 a?os. Los dos se colocan juntos en primera fila y siguen atentamente los pasos que marca Alberto, art¨ªfice de que el Ignacio Ellacur¨ªa se haya convertido en un instituto bailongo. Dan vueltas y palmean al comp¨¢s de la m¨²sica. Lo hacen bien. Se mueven como peces en el agua. Un corrillo les observa desde fuera.
"Me gusta mucho bailar, pero no me apunto porque soy muy vergonzosa. Vengo s¨®lo a mirar", dice Ikram, una joven marroqu¨ª de 16 a?os. Juan David y John, colombiano y ecuatoriano, los dos de 17 a?os, tampoco bailan. De vez en cuando se les van los pies al ritmo de la m¨²sica. "Es que nosotros ya sabemos bailar", dice Juan David. "S¨ª, venimos a escuchar m¨²sica de nuestros pa¨ªses y a mirar c¨®mo bailan los otros", a?ade John.
-Por aqu¨ª dicen que los latinos bail¨¢is muy bien.
-Bueno, vente a bailar una bachata y te lo demuestro, dice John.
Jolgorio general entre los que observan. En la pista las cosas tambi¨¦n se han animado. "Mira, esta canci¨®n es de Elvis Mart¨ªnez", dice Juan David. La bachata que quer¨ªa John suena, interpretada por el superventas dominicano. Profesores y alumnos aceleran el ritmo. Alejandra y Piero bailan juntos. Muchos observan con envidia e intentan imitar los pasos. "Al final nos acaban ense?ando ellos a nosotros. Se produce un intercambio muy rico. Bailan tan bien que se aprende con s¨®lo mirarles", dice Maite.
En estos 20 minutos de salsa los bailarines comparten un momento diferente al de las aulas. "Despu¨¦s las relaciones son mejores. Nos conocemos en otro ¨¢mbito. Se estrechan los lazos y se crea una complicidad", explica Maite. Irene est¨¢ de acuerdo. Esta madrile?a de 14 a?os explica que la relaci¨®n con los profesores mejora. "No s¨®lo con los profesores. Tambi¨¦n con los chicos que vienen de otros pa¨ªses. Se hacen amistades bailando", dice Alberto, de 15 a?os.
La afluencia a las clases cada vez es mayor. "Viene tanta gente que nos hemos tenido que trasladar de un aula al gimnasio. Se han apuntado casi todos los latinos del instituto", comenta Alberto. Las clases son voluntarias y abiertas.
El baile ha terminado y todos se re¨²nen en un corrillo. "Tendr¨ªan que hacer esto todos los d¨ªas", dice Estefan¨ªa. Marcela tambi¨¦n es colombiana, tiene 16 a?os, y es una apasionada de las clases. "No pienso dejar de venir. La m¨²sica, el baile. A los latinos todo esto nos hace sentir mucho m¨¢s cerca de nuestros pa¨ªses", asegura.
Alcorc¨®n, municipio multicultural
Nuestro instituto es un buen ejemplo de lo que es Alcorc¨®n", razona Irene, estudiante de primero de ESO. Este municipio madrile?o de 160.000 habitantes vivi¨® el pasado enero d¨ªas de intensos enfrentamientos entre la polic¨ªa y cientos de j¨®venes tras una refriega entre bandas. "Dicen que todo comenz¨® despu¨¦s de una pelea entre bandas latinas y que luego se metieron tambi¨¦n los espa?oles. Vinieron hasta fachas de Madrid", asegura esta joven.
Como dice Irene, el Ignacio Ellacur¨ªa es una muestra del mestizaje que se vive en Alcorc¨®n. Entre los alumnos de este centro, adem¨¢s de latinoamericanos hay chicos y chicas de muchas otras nacionalidades. Rumanos, b¨²lgaros, polacos, marroqu¨ªes, guineanos, senegaleses...
"Aqu¨ª nos llevamos todos bien. Vamos juntos a clase. Somos todos amigos. Me molesta que, despu¨¦s de todas las peleas que hubo, digan que en este pueblo somos racistas", afirma Alberto. ?l ha vivido toda su vida en Alcorc¨®n y nunca hab¨ªa visto nada parecido a los enfrentamientos ocurridos en enero.
Las paredes del instituto hablan de multiculturalidad. Nada m¨¢s entrar, el visitante encuentra el nombre del instituto en forma de graffiti. Justo al lado, un dibujo de una chica latina con grandes pendientes y un pantal¨®n muy bajo que deja entrever un tanga.
"Al principio impresiona un poco la est¨¦tica del centro. Pero luego se agradece. Hay mucha variedad y nosotros no hemos notado ning¨²n problema en las aulas despu¨¦s de los enfrentamientos", explica Matilde, profesora de ingl¨¦s. "Lo m¨¢s importante es la convivencia. Si hay una buena educaci¨®n de convivencia se reducen los problemas", a?ade. Alejandra est¨¢ de acuerdo. "Yo soy argentina y tengo amigos de todos los pa¨ªses. ?sa es una de las mejores cosas del instituto", afirma.
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