El m¨²sico que acompas¨® la historia del mundo
El violonchelista y director de orquesta Mstislav Rostrop¨®vich muere en Mosc¨² a los 80 a?os
Con la muerte ayer, a los 80 a?os, del violonchelista y director de orquesta Mstislav Rostrop¨®vich, desaparece una de las grandes figuras de la cultura que uni¨® a su talento art¨ªstico la capacidad de mantener principios morales y afirmar su dignidad c¨ªvica en dif¨ªciles momentos de la historia de Rusia.
Su vida cambi¨® en 1970, cuando escribi¨® una carta en defensa de Alexandr Solzhenitsin
De personalidad arrolladora, era generoso y defend¨ªa las causas que cre¨ªa justas
Rostrop¨®vich muri¨® en una cl¨ªnica de Mosc¨², donde hab¨ªa sido internado el 12 de abril, v¨ªctima de una dolencia hep¨¢tica que lo fue apagando a ojos vistas y por la que ya fue hospitalizado antes una larga temporada hasta el 6 de marzo. Entre uno y otro ingresos, el m¨²sico pudo festejar su 80? cumplea?os el 27 de marzo en el Kremlin y celebrar su condecoraci¨®n por el presidente Vlad¨ªmir Putin con la orden del m¨¦rito a la patria de primera clase. El rostro preocupado de Galina Vishni¨¦vskaia, la cantante de ¨®pera esposa de Rostrop¨®vich, y el aspecto d¨¦bil del m¨²sico indicaban ese d¨ªa la gravedad de su estado de salud.
La capilla ardiente estar¨¢ instalar¨¢ hoy en la Gran Sala del Conservatorio de Mosc¨². El funeral, como el del primer presidente de Rusia, Bor¨ªs Yeltsin, fallecido el lunes, ser¨¢ oficiado el domingo en la catedral de Cristo Salvador de Mosc¨² y el entierro se celebrar¨¢ tambi¨¦n en el cementerio de Novedevichi.
Nacido en 1927 en Bak¨², capital de la Rep¨²blica ex sovi¨¦tica de Azerbaiy¨¢n, en una familia de m¨²sicos, ya de joven dio muestras de su talento. A los 16 a?os ingres¨® en el Conservatorio de Mosc¨²; a los 18 recibi¨® su primera distinci¨®n; en 1951, el Premio Stalin, y en 1964, el Lenin. Rostrop¨®vich fue alumno de Dmitri Shostak¨®vich, quien admir¨® su "extraordinario talento, su amplitud art¨ªstica y humana", y asegur¨® que, tocara lo que tocara, en su interpretaci¨®n se advert¨ªa "el ritmo tenso de la modernidad, la clara y valiente entonaci¨®n de un artista de nuestros d¨ªas, de nuestra vida".
En 1948 fue nombrado solista de la Filarm¨®nica de Mosc¨² y en 1960 y 1961 se convirti¨® en profesor del Conservatorio de Mosc¨² y Leningrado, respectivamente. Su debut como director de orquesta se produjo en 1962. Toc¨® conjuntamente con Sviatoslav Rijter, Emil G¨ªgels y Leonid Kogan, y como pianista acompa?¨® a su esposa, Galina Vishn¨¦vskaia. Rostrop¨®vich realizaba ya una carrera vertiginosa, pero su vida cambi¨® en 1970, cuando escribi¨® una carta al peri¨®dico Pravda en defensa de Alexandr Solzhenitsin, al que tuvo alojado durante cuatro a?os en su casa de campo de las afueras de la capital hasta que el escritor fue expulsado de la URSS.
Privado de la posibilidad de actuar en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Rostrop¨®vich abandon¨® aquel pa¨ªs en compa?¨ªa de su esposa Galina y las dos hijas de ambos, y se dedic¨® a dar conciertos en el extranjero. En 1978, las autoridades comunistas privaron de la ciudadan¨ªa sovi¨¦tica a Rostrop¨®vich y a Vishn¨¦vskaia, la mujer que, seg¨²n ¨¦l mismo contaba, le infundi¨® coraje en los momentos en que ¨¦l cre¨ªa que iba a desfallecer. En 1977 se convirti¨® en el director de la Orquesta Sinf¨®nica Nacional de Washington, que dirigi¨® durante 17 a?os. Tambi¨¦n fund¨® un festival internacional de m¨²sica en la ciudad francesa de Evian.
No fue hasta comienzos de la d¨¦cada de los noventa cuando el l¨ªder de la URSS, Mija¨ªl Gorbachov, le restituy¨® la ciudadan¨ªa. Rostrop¨®vich conserv¨® siempre, en todo caso, sus pasaportes de Suiza y de M¨®naco con los que viajaba. En agosto de 1991, cuando un grupo de altos funcionarios de la URSS intent¨® dar un golpe de Estado, Rostrop¨®vich, sin pensarlo dos veces, viaj¨® de Par¨ªs a Mosc¨². Los que estuvimos en la sede del Gobierno ruso en aquellas tres noches de verano le vimos deambular de madrugada por los pasillos mal iluminados de la Casa Blanca.
La vida de Rostrop¨®vich acompas¨® la historia del mundo; las c¨¢maras captaron dos momentos. La primera instant¨¢nea le muestra en 1989 tocando junto al muro de Berl¨ªn. En la segunda, en agosto de 1991, sostiene una ametralladora, mientras su joven escolta duerme.
Al describir ambas situaciones, Rostrop¨®vich reflejaba su capacidad para aunar lo personal con lo hist¨®rico. En la capital alemana, cuando quiso sentarse a tocar, se encontr¨® con el problema de que no sab¨ªa d¨®nde sentarse y tuvo que pedir prestada una silla a los vecinos de un edificio cercano al Muro. En Mosc¨² tom¨® la ametralladora del escolta "para defenderle y, por si acaso, aunque no sab¨ªa c¨®mo manejarla", seg¨²n ¨¦l mismo confesaba. En aquellos d¨ªas de agosto, Rostrop¨®vich dijo al Eco de Mosc¨² que hab¨ªa jurado no volver a Rusia hasta que desaparecieran los comunistas y que se sent¨ªa como si acabara de nacer al mirar el pedestal vac¨ªo donde hab¨ªa estado la estatua de Felix Dzherzhinski, el fundador de la Checa, la temible polic¨ªa pol¨ªtica precursora del KGB.
De personalidad arrolladora y en¨¦rgica, Rostrop¨®vich era generoso, entregado y capaz de sacrificarse por sus amigos o por las causas que ¨¦l cre¨ªa justas. Sus iniciativas ben¨¦ficas fueron numerosas. Entre ellas, la creaci¨®n de una fundaci¨®n dedicada a la sanidad infantil en Rusia.
"La muerte de Mstislav Rostrop¨®vich es un amargo golpe para nuestra cultura. Intentaron por la fuerza apartarlo de ella, al privarlo de la ciudadan¨ªa hace 30 a?os", manifest¨® ayer el escritor Alexandr Solzhenitsin en un comunicado. Y prosegu¨ªa: "Yo soy testigo de su dolor, ¨¦l que glorific¨® la cultura rusa en todo el mundo. Adi¨®s, querido amigo".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.