Ni?os pobres a toda vela
Tres tripulantes del Shosholoza proceden de una escuela surafricana que ense?a a 120 chavales a navegar y les aleja de la violencia, la delincuencia y las drogas
"Vino un chaval, de diez a?os, con una autoestima tan baja que no hablaba, ni en su lengua, xhosa, ni en ingl¨¦s. En las vacaciones su madre lo llev¨® al pueblo con la abuela. No volvi¨® en mucho tiempo porque, lo supimos luego, no ten¨ªan dinero para el autob¨²s. Perdi¨® meses de escuela y de clases aqu¨ª. Cuando por fin regres¨®, navegaba como nunca, ganaba todas las regatas y lo hac¨ªa bonito: me di cuenta de que el chaval hab¨ªa a?orado navegar, hab¨ªa pensado en ello todo el tiempo. Ahora habla por los codos e incluso es un poquito chulo, pero no me importa en su caso, es una gozada verle". Matthew Mentz, coordinador de la escuela Izivunguvungu, relata la historia de Loyiso Jamda, uno de los 120 alumnos de la instituci¨®n que ense?a a navegar a j¨®venes de entre 11 y 18 a?os que viven en los asentamientos m¨¢s pobres y duros que rodean Simon's Town, una poblaci¨®n portuaria cercana a Ciudad del Cabo y base de la armada surafricana.
Izivunguvungu est¨¢ cambiando la cara de la navegaci¨®n en el pa¨ªs, antes vedada a blancos con posibilidades econ¨®micas. Ahora, los alumnos de la escuela, negros y coloureds (raza mixta), se baten sin pudor con sus hom¨®logos blancos en regatas provinciales, nacionales e, incluso, internacionales. Tres de los estudiantes m¨¢s aventajados -Marcello Burricks, Solomon Dipeere y Golden Mgedeza- forman parte de la tripulaci¨®n del Shosholoza en la elitista Copa del Am¨¦rica.
La escuela se inici¨® en 2000, fruto del sue?o del campe¨®n mundial y varias veces ol¨ªmpico Ian Ainsley y del propio Mentz, que comenta que fue la dificultad econ¨®mica que ¨¦l mismo encontr¨® en su carrera la que motiv¨® su preocupaci¨®n por ayudar a j¨®venes con talento. "Somos buenos marinos, pero muy malos a la hora de recaudar dinero. Empezamos el proyecto con nuestro propio dinero, poniendo nuestros veh¨ªculos", recuerda. Poco despu¨¦s Izivunguvungu (palabra zul¨² para un fuerte viento repentino o galerna), recib¨ªa el apoyo, entre otros, de la armada surafricana, que le posibilit¨® la sede de la escuela y la base al puerto, y de la Fundaci¨®n para la Juventud de la compa?¨ªa Mediterranean Shipping.
La escuela tambi¨¦n se beneficia del apoyo de tiendas y restaurantes locales, que ayudan con la reparaci¨®n de los barcos o que aseguran una comida diaria a los estudiantes. No se trata s¨®lo de navegar o de competir, sino de dotar a los chavales de m¨¢s recursos para salir adelante: as¨ª, la escuela pretende ser autosuficiente y producir su propia comida, para lo que disponen de un terreno en el que cultivan. Los chicos reciben ayuda extraescolar en matem¨¢ticas o afrik¨¢ans, una de las lenguas oficiales del pa¨ªs. "Es el legado del apartheid", se queja Mentz, que recuerda que las escuelas para la poblaci¨®n negra siempre fueron marginadas. "En sus barrios, en sus familias, no hay cultura de lectura, de estudio. Acad¨¦micamente tienen muchos problemas y tratamos de poner mucho ¨¦nfasis en ello", dice.
La violencia, la criminalidad y el tr¨¢fico de drogas son pan de cada d¨ªa en la vida de los j¨®venes, reclutados en las escuelas de Simon's Town, Kommetjie, Ocean View o Masiphumelele (los dos ¨²ltimos, tremendos asentamientos de chabolas) por los estudiantes mayores. "Hemos tenido problemas ocasionales con robos y episodios de comportamientos violentos, pero es que para ellos es algo normal", apunta Mentz, "y un par de muy buenos estudiantes se han visto envueltos en asuntos de tik". El tik, metanfetamina, es una droga que, por barata, se est¨¢ cebando en los barrios m¨¢s pobres del Cabo. Muy adictiva, acaba ocasionando s¨ªntomas psic¨®ticos y vuelve violento al consumidor. Pero el coordinador asegura que, en general, el cambio de comportamiento de los estudiantes es notable al poco de comenzar los cursos. "Los propios padres lo reconocen. Sus identidades, sus comportamientos cambian, se vuelven marinos. La navegaci¨®n tiene su propia cultura, su propio lenguaje, su propia ¨¦tica. Al cabo de poco tiempo hablan y piensan diferente".
La escuela asegura colonias en verano, clases de m¨²sica y ayuda a la hora de obtener becas de estudio o titulaciones mar¨ªtimas. Aunque ha costado un poco, las chicas tambi¨¦n se han sumado a la iniciativa. Una de ellas es Daphne Jacobs, una diminuta vivaracha de 17 a?os. Daphne, hija de un soldador de Ocean View, tiene las cosas claras: "Cuando no s¨¦ hacer una cosa, tengo el impulso de hacerlo. As¨ª empec¨¦ a navegar, porque no sab¨ªa". Ahora es una de las mejores de la escuela y un ejemplo para el resto de las chicas, un 4% del total. Su meta es seguir navegando y ser ingeniera qu¨ªmica, nada menos, para lo que ha solicitado ya beca en la Universidad de Ciudad del Cabo (UCT).
Izivunguvungu abre sus puertas cada d¨ªa. Una furgoneta recoge a los chicos despu¨¦s de clase y los lleva al puerto. Los lunes y martes, cursos para los principiantes, que tambi¨¦n aprenden a hacer nudos y trabajar con cuerdas y, en algunos casos, a nadar. Los mi¨¦rcoles y jueves, competici¨®n para los grupos intermedios y el avanzado. Y los viernes, navegaci¨®n. Los s¨¢bados se destinan a t¨¦cnicas de construcci¨®n de barcos y los domingos a competici¨®n para los m¨¢s avanzados. Aunque los ni?os, ni?os son: Ashwin Daniels, de 14 a?os y campe¨®n nacional de Optimist, confiesa inocente que lo que m¨¢s le gusta de la escuela es "estar mojado, en el agua". El pr¨®ximo mes de julio -"ya tendr¨¦ 15 a?os"-, acudir¨¢ a Italia, al campeonato mundial de su categor¨ªa. Hijo de un pescador de Ocean View, Daniels, de grandes ojos color miel, sue?a con formar parte en el futuro de la tripulaci¨®n del Shosholoza. Lleva buen camino. El objetivo de la escuela es que los alumnos m¨¢s adelantados, con la titulaci¨®n necesaria, releven a los actuales profesores en la escuela, abran m¨¢s centros, sigan en los barcos. "Algunos ya navegan mejor que nosotros", admite Mentz.
DE LAS CALLES DE CIUDAD DEL CABO A LA ?LITE
Marcello, el nieto del ballenero
Cuando ten¨ªa 13 a?os, Marcello Burricks fue apu?alado en una pelea callejera. Un a?o despu¨¦s, agredi¨® a un profesor y fue expulsado del colegio. Fue entonces cuando este hijo de pescador y nieto de ballenero conoci¨® la escuela. "Yo era un chico malo, pero la navegaci¨®n lo cambi¨® todo", recuerda. Comenz¨® ayudando los fines de semana a la gente que acud¨ªa al puerto de Ciudad del Cabo y tiempo despu¨¦s se convirti¨® en el primer graduado de Izivunguvungu. "Por fin vi que era bueno en algo en la vida. Eso me dio confianza y un objetivo", afirma. Con 22 a?os, ahora vive "un sue?o". "Cada d¨ªa es una maravilla para m¨ª", dice.
Una beca cambi¨® la vida de Solomon
Solomon Dipeere apenas hab¨ªa visto el mar hasta que ten¨ªa 10 a?os. Viv¨ªa con su familia en Kwa Tema, una modesta poblaci¨®n cerca de Johannesburgo y totalmente alejada de las olas. Pero una beca cambi¨® totalmente su vida. Solomon estaba entre los 10 mejores alumnos de su colegio, los ¨²nicos que recibieron una beca para cursar estudios mar¨ªtimos en Ciudad del Cabo. As¨ª conoci¨® la escuela, aprendi¨® a navegar y llam¨® la atenci¨®n de Salvatore Sarno, fundador del Shosholoza. Con 25 a?os, est¨¢ en la ¨¦lite de la vela. "Representar a Sur¨¢frica significa mucho para nosotros, es un honor", cuenta. Adora la m¨²sica jazz.
Golden quiere ser un ejemplo
Compa?ero de colegio de Solomon, Golden Mgedeza, de 25 a?os, quiere ser un ejemplo para los j¨®venes de su pa¨ªs. "Quiero pensar que estoy animando a los ni?os negros a navegar y a tomarse en serio la vela. Que me miren a m¨ª. Pueden hacer de esto una carrera. Hasta hace unos a?os la Copa era cosa de navegantes de Estados Unidos, Nueva Zelanda y Australia. Y ahora hay chicos de Sur¨¢frica", cuenta orgulloso. Golden, sobrino de futbolista, practic¨® el f¨²tbol y el ciclismo hasta que se subi¨® a un barco. "Nunca hab¨ªa pensado que ser¨ªa navegante y ahora nada me apartar¨ªa de Shosholoza", dice. Tiene un ni?o de dos a?os.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.