Alucinaci¨®n en verde y azul
Una escapada a Plitvice, el fascinante parque nacional croata
Diecis¨¦is lagos con nombres de ahogados, mil torrentes, salamandras ciegas, cangrejos de caliza, hayas y m¨¢s hayas. Aguas de cien colores y bosques con mil texturas a un paso de la costa adri¨¢tica.
Croacia prefiere hoy hablar de Faust Vrancic antes que del cardenal Stepinac. As¨ª es la historia: uno hace m¨¢s amigos mentando al inventor de un aparato que sirve para descender de los cielos antes que comentando las pol¨¦micas ascensiones a los mismos. El paraca¨ªdas resulta m¨¢s diplom¨¢tico que la canonizaci¨®n de un cat¨®lico beligerante durante el comunismo, y en Plitvice, el parque nacional por excelencia, ocurre lo mismo. Si uno pregunta en informaci¨®n por el bosque donde mataron a un polic¨ªa forestal y empez¨® la guerra de 1991, en la respuesta le tuercen el gesto. Si se pregunta por el lugar donde poder contemplar la inusual mariposa Maculinea arion, la atenci¨®n va con sonrisa.
Elegida la sonrisa, lo primero que encuentra uno al entrar en estas 30.000 hect¨¢reas de naturaleza impoluta es la mayor cascada del parque: 76 metros de ca¨ªda libre en fina cola de caballo. No hay mejor felpudo de bienvenida. Un consejo importante: conviene asomarse al parque entre semana y a primera hora. De lo contrario, la contemplaci¨®n de estos tranquilos bosques se har¨¢ junto a lentos pensionistas de D¨¹sseldorf, con todos los respetos, o ruidosos adolescentes de Zagreb, con menos respeto.
A esas horas del alba hay adem¨¢s otras recompensas, como ser los primeros en o¨ªr despertarse el bosque. Plitvice es sobre todo hayas (un 75%), bastante abeto y poco pino. Aqu¨ª no se oyen cartuchos ni talas. Son parajes protegidos y con amparo de la Unesco. La orquesta de este vergel ofrece m¨¢s bien melod¨ªas de este tipo: el intermitente martillar del pico dorsiblanco sobre corteza de pino; el llanto nasal del sapillo de vientre amarillo al borde de calurosa orilla, o, para los m¨¢s afortunados, el cacarear de primavera de esa gallin¨¢cea tan escasa llamada urogallo. La fauna del lugar se precia adem¨¢s de tener un coro de 35 osos merodeadores, un quinteto de linces establecidos y un pu?ado de ciervos retornados tras haber sido la ¨²nica especie diezmada en la guerra.
El c¨¢rabo uralense
Cuando llega la noche, el bosque es otro cantar. Dicen que en las profundidades del parque es f¨¢cil dar con el aullar del lobo, ese c¨¢nido tan hooligan que a veces se desga?ita con la simple intenci¨®n de mantener alta la moral del grupo. M¨¢s melanc¨®lico resulta o¨ªr al c¨¢rabo uralense, un solitario autillo que desespera en su dif¨ªcil b¨²squeda de compa?¨ªa y deja a ritmo su pena o, por ser tambi¨¦n la oscuridad la mejor hora para las met¨¢foras, su quej¨ªo.
En los paneles de entrada al parque, la palabra m¨¢s frecuente es travertino. Se refiere a ese milagro que convierte el musgo en roca conforme el agua va depositando cal y cal. Es la esencia de Plitvice, un parque que nunca culmina su mapa. El agua no deja de tallar segundo a segundo este paisaje. El resultado es un rumor de mil grifos que certifican al un¨ªsono aquella cita de John Berger: "La vida es l¨ªquida. Los chinos se equivocaban al creer que lo esencial es el aliento".
Los 16 lagos resultantes est¨¢n bautizados seg¨²n los ahogados que las leyendas cuentan bajo sus aguas. Uno es el lago del Gitano; otro, el de la Abuela; tambi¨¦n est¨¢ el del Pastor Mile, y m¨¢s cerca, el m¨¢s grande de todos, el de las Cabras. Tiene 2,5 kil¨®metros de largo, una distancia m¨¢s que razonable para hundir el optimismo de 30 cabras que confiaron demasiado en la fortaleza del hielo al huir de los lobos. Con mayor prudencia, hoy es posible cruzarlo en barca. Es el momento de observar nadadores en sus m¨¢s diversas destrezas: desde el torpe gal¨¢pago europeo hasta la ¨¢gil culebra teselada, pasando por la nutria (el Mark Spitz de estas ba?eras).
Bajo estas pozas hay adem¨¢s joyas como el curioso cangrejo de r¨ªo Astacus astacus, que utiliza el material calc¨¢reo para revestir su caparaz¨®n haci¨¦ndose cada vez m¨¢s de piedra. Y el proteo, una ins¨®lita salamandra que s¨®lo habita por estas cuevas, sin ojos y sin pigmentaci¨®n alguna, toda de color carne, como Dios la trajo al mundo.
Pantones de un lago
Los mapas hist¨®ricos no hablan del travertino, sino del mism¨ªsimo demonio como autor de estos parajes. Plitvice fue, seg¨²n la cartograf¨ªa antigua, "el jard¨ªn del diablo". Hoy ha recuperado su esplendor de ed¨¦n, a pesar de haberse convertido en otro infierno durante la guerra, cuando guerrilleros serbios secuestraron el parque y amenazaron incluso con volar sus lagos. Por fortuna, la sangre no lleg¨® al r¨ªo. El rojo nunca ha sido un color dominante en la amplia paleta que muestran las aguas de Plitvice. El color de estos lagos puede ir desde el gris espejo de estanque finland¨¦s hasta los transparentes turquesas de playa caribe?a. El agua cambia de color de hora en hora y de orilla a orilla. Todo depende de mil factores, como la cantidad de minerales y organismos de las profundidades, las lluvias, el musgo o el ¨¢ngulo de la luz. Eso s¨ª, los mejores pinceles de este m¨²ltiple cromatismo son sin duda aquellos que trabajan con m¨¢s discreci¨®n: los ¨¢rboles de las orillas. S¨®lo ellos son capaces de operar este milagro: que el sol salga de entre las nubes y resalte con sus brillos un c¨ªrculo de hojarasca amarilla depositada en los bordes del lago como si hubiera otro sol hermano luchando por salir de las profundidades.
GU?A PR?CTICA
La visita- Parque nacional de Plitvice (www.np-plitvicka-jezera.hr; 00 385 53 75 11 32). A unos 135 kil¨®metros en coche de Zagreb. La entrada cuesta en verano 15 euros.Dormir y comer- Bellevue (00 385 53 75 17 00). Hotel de dos estrellas, en la misma entrada del parque. Habitaci¨®n doble con desayuno, 120 euros.- Korana (00 385 53 75 18 88). C¨¢mping a seis kil¨®metros de la entrada. Habitaci¨®n doble en bungal¨®, 52 euros con desayuno.- Restaurante Poljana (00 385 53 75 10 92). Asador con men¨²s entre 7 y 13 euros. Hamburguesas caseras de cordero y ternera.Informaci¨®n- Turismo de Croacia en Madrid (917 81 55 14; www.visitacroacia.es).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.