Los 'kiwis' est¨¢n vivos
Tralar¨ª, tralar¨¢, iba cantando Butterworth mi barco tiene ruedas y el de New Zealand no, cuando vino un golpe de viento y se qued¨® sin ellas. Tralar¨ª, tralar¨¢. Uno a uno, y a casita a descansar.
A¨²n quedaban en la playa restos humanos de la noche de San Juan cuando el Alinghi y el New Zealand salieron al agua para medirse por segunda vez. En la primera, Alinghi se hab¨ªa mostrado como un torpedo, aunque no para los tripulantes kiwis, que aseguraron, tras la derrota, que no era para tanto, que todo hab¨ªa sido cuesti¨®n del viento caprichoso.
Segunda oportunidad y todo empezaba igual. El Alinghi a punto de arrinconar en la salida a los kiwis, pero ¨¦stos se escapaban de la encerrona con osad¨ªa -y con queja suiza a los jueces- y sal¨ªan tres segundos por delante. Tambi¨¦n como en el primer d¨ªa, el New Zealand a la derecha y por delante, el Alinghi por la izquierda y comi¨¦ndoles terreno. A los 16 minutos, como el primer d¨ªa, el barco suizo se coloca por delante. O era casualidad o una demostraci¨®n de dominio, control y superioridad total, lo que dejar¨ªa esta final en un lamentable 5-0. Resultado por otra parte nada extra?o: el mismo desde 1995. S¨®lo se llevaban unos minutos, tampoco era como para adelantar, pero la copia de regata recordaba a la pel¨ªcula Atrapado en el tiempo.
El New Zealand empata la final contra el Alinghi tras recuperar 13 segundos de desventaja al salir de la segunda baliza
El calor era infernal y el viento hab¨ªa bajado en un d¨ªa de los 12 a los 9 nudos, y con rachas inestables. En esas circunstancias, se preve¨ªa otra jornada de trabajo fino para la aristocracia, que en un barco no est¨¢ delante, sino detr¨¢s. En proa se mueven los currantes, ¨¢giles, inquietos, j¨®venes. En la popa los que miran, los artistas, fondones con excepciones. Al tim¨®n Ed Baird (Alinghi) contra Barker (New Zealand), encargados de deslizar el barco por el mejor camino; en sus nucas el t¨¢ctico, Brad Butterworth (Alinghi) y Terry Huthinson (New Zealand), decidiendo en qu¨¦ direcci¨®n debe ir el barco en funci¨®n del viento y del contrario, datos que les cantan los navegantes -Juan Vila (Alinghi) y Kevin Hall (New Zealand)-.
El trabajo fino era helv¨¦tico. En tres bofetadas, el Alinghi se colocaba en la primera baliza con 19 segundos de ventaja. El socarr¨®n Butterwoth segu¨ªa acertando en todas sus decisiones. Fi¨¢ndonos de ¨¦l, algunos periodistas empezamos a hacer las maletas. La estad¨ªstica nos apoyaba: en el 96% de las ocasiones en que el Alinghi mont¨® en cabeza la primera baliza, el triunfo fue suyo.
Comenz¨® la empopada hacia la segunda boya y su ventaja con el viento a favor aument¨® al centenar de metros. Aquello estaba visto para sentencia. El Alinghi, seguro de s¨ª mismo, manten¨ªa un rumbo directo a boya; el New Zealand haciendo cabriolas, cambi¨¢ndose de lado, ahora a la derecha, ahora a la izquierda, buscando mejorar su desesperada posici¨®n. Pero de la segunda a la tercera boya todo cambi¨®. El Alinghi sali¨® de la segunda con 13 segundos por delante y entr¨® en la tercera con 18 por detr¨¢s.
Ocurri¨® que en la segunda baliza, el Alinghi escogi¨® la de la derecha y el New Zealand la de la izquierda. Comenzaron la ce?ida, cuesta arriba, los suizos con 60 metros de ventaja. Al New Zealand, por en¨¦sima vez, no le gustaba el lado que ten¨ªa, a estribor, y se pasaba a la izquierda del Alinghi. Una maniobra tantas veces realizada que nadie lo atribuy¨® a una repentina visi¨®n de vientos fuentes o manchas oscuras del agua, sino a la desesperaci¨®n.
El viento no llegaba a los nueve nudos. Los dos barcos sub¨ªan paralelos apuntando fuera del campo de regatas; poco a poco, parec¨ªa que el Alinghi perd¨ªa velocidad, que las ruedas le patinaban. Lo peor no era eso, sino que el New Zealand le iba empujando fuera del campo. A¨²n segu¨ªa l¨ªder el Alinghi, pero cada segundo que pasaba era un metro menos. Un role de viento empujaba al barco kiwi hasta ponerlo a su altura, y los suizos desventados y fuera de rumbo, perdieron la cabeza. Eran un par de metros, nada, pero cuando corrigieron la direcci¨®n para apuntar a la baliza, los kiwis pasaron con 60 metros de ventaja. Por primera vez en esta final, el New Zealand montaba una boya por delante. S¨®lo le quedaba la empopada. Ahora se iban a poner a prueba las ruedas del SUI100. Y no fue para tanto; ciertamente no fue para nada. El Alinghi no lim¨® ni un metro, porque el New Zealand marcaba cada movimiento.
Y as¨ª Butterworth recib¨ªa su primera derrota en la Copa desde 1992. Quince a?os de victorias continuas, 16 regatas invicto, tres copas levantadas, dos con el New Zealand y una con el Alinghi se acabaron, tralar¨ª, tralar¨¢, en la tarde valenciana de San Juan.
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