Cadencia de tonos verdes
La sierra de Urbasa, un placer para caminantes en las cercan¨ªas de Estella
Agua hermosa": basta traducir literalmente del euskera el nombre del r¨ªo Urederra para adivinar que merece la pena triscar monte arriba por la sierra navarra de Urbasa hasta llegar a su nacedero. Las dos carreteras que unen Estella con Alsasua, ya en el l¨ªmite con ?lava, son los espinazos de asfalto que vertebran y permiten recorrer el macizo, sus hayedos y las curiosas campas en lo m¨¢s alto: porque m¨¢s que grandes cumbres, Urbasa luce en la cima una gran meseta con pastos, bosquetes y la hendidura brusca -como dir¨ªan los ingleses, muy dram¨¢tica- del escenogr¨¢fico Circo del Urederra.
La distancia entre una y otra villa no es mucha, pero el viajero curioso puede tardar varios d¨ªas en franquearla si tiene pocas ganas de coche y muchas de paseo a pie. A uno y otro lado del camino se abren miradores, senderos y pistas que siempre, incluso cogidos al tunt¨²n, acaban desembocando en lugares hermosos: muchos piensan que el hayedo mixto de Urbasa es el m¨¢s hermoso de Navarra, incluso en una tierra de bosques espectaculares como ¨¦sta.
Si se prefiere explorar a tiro hecho, hay dos caminatas casi obligatorias: la primera es m¨¢s corta y apta para todos los p¨²blicos. En medio de la meseta de Urbasa, despu¨¦s de un corto paseo desde uno de los aparcamientos, se llega al impresionante Balc¨®n de Pilatos. No es el ¨²nico precipicio de Espa?a bautizado con un nombre tan b¨ªblico, pero desde luego s¨ª que resulta el m¨¢s cinematogr¨¢fico: a los pies queda la depresi¨®n del Circo del Urederra, que cobija el nacedero del r¨ªo.
Se puede recorrer la media luna del borde de su anfiteatro para sentirse, si no un Pilatos, por lo menos un c¨¦sar: ninguno en Roma, seguro, baj¨® el pulgar ante unas gradas tan apabullantes. Muy abajo se oyen y se adivinan las cascadas y las pozas legendarias del primer tramo del Urederra, que nace a sus pies como un peque?o r¨ªo de monta?a.
Para verlas de cerca hay que acercarse hasta la bonita aldea serrana de Baquedano y dejar el coche. La ascensi¨®n es m¨¢s dura que el paseo al circo, pero merece la pena. Se sube junto al curso del r¨ªo, entre hayas, y se van dejando atr¨¢s pozas y cascadas espectaculares. La caliza da al agua una tonalidad de azul que da grima llamar s¨®lo turquesa. En realidad, no tuvo nombre hasta que se inventaron las piscinas municipales.
Rojos y marrones
Casi duele mirarla en d¨ªas de sol de pleno verano, y se oscurece en oto?o al reflejar los rojos y los marrones de uno de los veranos indios m¨¢s ricos de toda Espa?a, porque en pocos sitios debe de lucir m¨¢s el paisaje en una tarde templada de principios de octubre: hayas, robles, serbales, espinos, tilos, sauces, avellanos, tejos, robles, escaramujos y hasta alg¨²n acebo asoma. A veces la pendiente de la senda se pega a la orilla, a veces toma distancia para permitirnos apreciar mejor el efecto general con ese instinto infalible de pintor de domingo que tiene hasta el m¨¢s consumado urbanita.
El Urederra dosifica con talento dram¨¢tico -o musical- las pausas en la corriente, los r¨¢pidos, las pozas, los remansos y los saltos bruscos. Reserva para el final -o para el principio, seg¨²n se mire-, justo antes de su nacedero, la cascada m¨¢s espectacular de todas, que llega a los treinta metros de altura en ¨¦poca de grandes lluvias: se las arregla as¨ª para dejar sin aliento -la pendiente ayuda, para qu¨¦ nos vamos a enga?ar- a quien la rebasa al pie de los farallones, a los que dicen que se asomaba Pilatos.
Despu¨¦s de tanto bosque y poza cristalina es humano quedarse con ganas de algo de civilizaci¨®n, un buen par de pinchos que sirvan a la vez de aperitivo y almuerzo y alguna piedra tallada (por la mano del hombre, para variar). A todos esos efectos queda muy cerca Estella, populosa, pr¨®spera y bien plantada sobre el curso del Ega. La ciudad ha crecido mucho y ha sido hospitalaria con el visitante desde la Edad Media, cuando era una de las paradas m¨¢s c¨¦lebres del Camino de Santiago, reconocida por aquel tatarabuelo de la gu¨ªa Michelin que fue para los peregrinos el Codex Calixtinus.
A Estella la rodean ahora barrios nuevos y brotes de industria, pero no olvida sus ra¨ªces en un paisaje agreste (Lizarra, su nombre en euskera, significa fresno) ni deja de cuidar los monumentos de su casco viejo. Se ve enseguida que ¨¦sta lleva varios siglos siendo una ciudad boyante: hay palacios dignos de gran capital (lo fue de los carlistas durante las guerras del XIX) y casonas y plazas amplias y tiendas bien surtidas de todos los productos de la tierra, casas de comidas contundentes e iglesias ricas y bien labradas, con San Pedro de la R¨²a y su excelente claustro rom¨¢nico como jefe de filas.
Hospeder¨ªa de los Teatinos
Muy cerca, en la embocadura del peque?o valle de Iranzu, queda el monasterio de Santa Mar¨ªa. Lo construyeron los monjes del C¨ªster en el siglo XII, siguiendo al pie de la letra -como siempre- las instrucciones arquitect¨®nicas preminimalistas de la regla de San Bernardo: decoraci¨®n austera, espacios y luz generosos, vol¨²menes rotundos y sorprendentemente adecuados al gusto moderno: digamos que el cisterciense, por ponerse fr¨ªvolos, no pasa de moda. Es un hermoso lugar (Iranzu significa helechal) rodeado de praderas y choperas, cerca del agua que corre como mandaban los c¨¢nones y algo alejado de las ciudades tentadoras.
Tambi¨¦n desde aqu¨ª puede remontarse a pie el curso del r¨ªo, que es como una versi¨®n en miniatura del Urederra (sus pozas son menos espectaculares, quiz¨¢, pero lo compensan con la posibilidad a¨²n permitida de ba?arse en ellas). Los de Estella pasan en sus merenderos los domingos de sol, y se puede comer bien en su fonda. Y hasta dormir en la hospeder¨ªa que regentan los Teatinos: sin las pompas de un hotel de muchas estrellas, pero con lujos que no se pagan con dinero: no hay insonorizaci¨®n porque no hace falta cuando anochece y se hace el silencio sobre el valle; no hay golf, pero el verde de las prader¨ªas y huertas sabe a m¨¢s y se riega solo; y el spa de rigor lo ponen en este caso, al aire libre, las cascadas y jacuzzis escalonados del r¨ªo. No hay color.
GU?A PR?CTICA
Dormir- Hospeder¨ªa del monasterio de Iranzu (www.monasterio-iranzu.com; 948 52 01 50). La habitaci¨®n doble con desayuno, 50 euros. El monasterio se visita de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00.Informaci¨®n- Oficina de turismo en Estella (948 55 63 01).- Turismo de Navarra (848 420 420; www.turismo.navarra.es). Incluye en su web un listado de hoteles y casas rurales en Estella.- www.estella-lizarra.com.- Parque natural de Urbasa y Andia (902 076 076; 948 382 438; www.parquedeurbasa.es).
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