Como ni?os
Echando el primer vistazo a la publicidad electoral del Partido Socialista reci¨¦n presentada en p¨²blico, me he acordado de la escena final de una pel¨ªcula del espacio. Hablo de la inefable 2001, de Stanley Kubrick, donde el astronauta David Bowman, despu¨¦s de su encuentro lis¨¦rgico con lo que parece una civilizaci¨®n alien¨ªgena aficionada a la pirotecnia, envejece hasta el acartonamiento en una casa sin ventanas y luego renace en forma de feto que recorre galaxias. Y ahora yo querr¨ªa ser ese feto sideral y envidio sinceramente a la criatura que mi mujer transporta en el vientre y que seg¨²n nuestros c¨¢lculos debe asomar la cabeza hacia junio, en un lugar que, si las promesas socialistas no mienten, habr¨¢ rebasado con creces las utop¨ªas de los optimistas m¨¢s incurables en materia social y tecnol¨®gica. Uno querr¨ªa ser ni?o, un inocente querub¨ªn como el que muestran los carteles, aunque no se sabe si para disfrutar de tama?as prestaciones o de la posibilidad de cre¨¦rselas. Porque el texto que acompa?a a las fotograf¨ªas casi invita a pensar en los Reyes Magos, cuyos caramelos hace ya algunas semanas que se secan sobre las aceras, o en la fanfarria con que Disneylandia, ese reino de j¨²bilo obligatorio no apto para diab¨¦ticos, abruma a su clientela en cuanto franquea la taquilla. El partido en el Gobierno emplea una ret¨®rica que resulta sospechosamente familiar y que suele nutrir algunos programas de algarada oficial de la radiotelevisi¨®n p¨²blica; el mensaje es siempre el mismo: imposible comprender qu¨¦ hace fuera de Andaluc¨ªa la mayor parte de la humanidad, cuando aqu¨ª se vive como en ninguna otra parte, se dispone de los mejores servicios y las mejores oportunidades, por no hablar de los monumentos, y el mismo hecho de respirar es un milagro por el que habr¨ªa que dar gracias a la Junta. Entiendo que tantos siglos de humillaci¨®n y atraso nos hayan creado un complejo que necesite vacunarse del modo m¨¢s eficaz que se tenga a mano; pero el recurso infantil a repetir una vez y otra que mi mam¨¢ es la m¨¢s guapa del mundo poco podr¨¢ conseguir contra sus verrugas y contra la perfidia del espejo m¨¢gico que, como en el cuento, reconoce m¨¢s belleza en otras.
Indudablemente, mucho es lo que se ha conseguido en este cuarto de siglo de gesti¨®n socialista. No parece justo presentar un balance en que las luces se vean vencidas por los nubarrones: lo m¨¢s prudente ser¨ªa un gris neutral, como el de los amaneceres de lluvia. Todo lo conquistado, todo cuanto nos separa de aquella regi¨®n atrasada y brutal que caminaba todav¨ªa con alpargatas hasta bien entrado el siglo de los sat¨¦lites, no debe servir de excusa para ponerse c¨®modo y liberarse a la autocomplacencia; esto es, para olvidar que si mucho se ha hecho m¨¢s queda por hacer. A m¨ª, personalmente y a bote pronto, se me ocurre media docena de sitios en que me gustar¨ªa que mi hijo naciera antes que en Andaluc¨ªa, donde el para¨ªso, aunque pr¨®ximo seg¨²n la bocina electoral, todav¨ªa est¨¢ en obras. Quiz¨¢ el futuro aporte horizontes m¨¢s abiertos, pero de momento no reconozco esa Jauja donde ser mujer es ya una oportunidad (sic), los transportes vuelan (sic) y reinan ubicuos el bienestar, el bienaprender y el bientrabajar (sic, sic y sic). No, yo vivo todav¨ªa en una comunidad que empieza a sacudirse la ceniza de cuatrocientos a?os de cuartel, cortijo y rosario, donde la industria logra medrar a duras penas y una subvenci¨®n vale m¨¢s que mil inversores, donde los transportes p¨²blicos se escabullen abrumados ante las congestiones de tr¨¢fico y la educaci¨®n, por muy biling¨¹e y cibern¨¦tica que nos la presenten, apenas permite a los alumnos comprender cabalmente lo que leen. Lo dicho: por fortuna no somos lo que ¨¦ramos, pero queda un largo camino hasta lo que queremos ser, hasta lo que la publicidad pretende que seamos.
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