Una visi¨®n ins¨®lita

Curioso o no, este festival nunca hab¨ªa acometido en sus 11 anteriores ediciones la producci¨®n de un espect¨¢culo propio. En esta su primera ocasi¨®n lo hace con una apuesta arriesgada, pues tanto en el formato como, sobre todo, en el repertorio cantaor se reivindica un Jerez que parece chocante a primera vista y que no se atiene al clich¨¦ habitual al incorporar estilos y cuadros decididamente novedosos a la hora de proclamar el grito que da nombre a la obra.

Ciertamente, no es com¨²n que una referencia a Jerez incluya el cante de la milonga, el tanguillo y los malague?os tangos del Piyayo o el baile de la zambra caracolera o de las alegr¨ªas m¨¢s gaditanas. La presencia de estos estilos se justifica por el uso de un prisma hist¨®rico que otorga a la ciudad un doble papel de emisor y receptor, de lugar de encrucijada donde tambi¨¦n han podido converger las tendencias y etapas que se han sucedido en la historia com¨²n del flamenco a la que han contribuido tantos jerezanos y con tantos matices. Puede ser discutible la selecci¨®n o la estructuraci¨®n del discurso, pero no cabe duda de que est¨¢ sostenido con s¨®lidos argumentos, sobre todo, art¨ªsticos.

En esa misma configuraci¨®n reside el reto esc¨¦nico de la propuesta, pues los mimbres con que se construye son enteramente jerezanos y es con el arte de ¨¦stos con los que se moldea el producto final. Ello puede provocar que estilos como los mencionados cobren un color distinto, pero sobre todo la obra viene a mostrar una sorprendente vitalidad y capacidad de adaptaci¨®n de unos artistas que saben dar voz a cantes que no le son propios y a una propuesta esc¨¦nica que conjuga lo individual con lo coral y un marcado a?adido dram¨¢tico.

La mano de la direcci¨®n esc¨¦nica y la coreogr¨¢fica es en este sentido tan perceptible como acertada, por m¨¢s que la obra se vaya a una duraci¨®n excesiva. Dentro de ese largo metraje se incluyen, sin embargo, algunos elementos que aligeran la obra, como son el juego humor¨ªstico (el de la compa?¨ªa en gira, por ejemplo) o las aportaciones individuales que, en muchos momentos, rayaron a gran altura.

El cante de Fernando Terremoto dejando las esencias jerezanas en los martinetes y en la sole¨¢, el de Antonio de la Malena con la desgarrada seguiriya que bailar¨ªa Mar¨ªa del Mar Moreno, El Londro y Mateo Sole¨¢ diversificando sus poderes o el arte personal de El Pesca¨ªlla escenificando el cante y baile por buler¨ªas/burler¨ªas.

Y en cuanto al baile, la gracia y cl¨¢sica sencillez de la maestra Angelita G¨®mez, el descubrimiento de Mar¨ªa del Mar Moreno en su desdoblamiento de cante y baile acuplesando a Chavela Vargas y, sobre todo, justo es decirlo, la explosi¨®n de la m¨¢s joven del elenco, la bailaora local Mercedes Ruiz, que impresion¨® con una farruca a imagen de Carmen Amaya y arras¨® con un luminoso baile por alegr¨ªas.