Pastores malhumorados, obispos felices
El ep¨ªskopos u obispo, seg¨²n la etimolog¨ªa griega, es el que "mira por encima", no en la acepci¨®n popular de "engre¨ªdo", sino del que vigila y cuida de la grey en sentido evang¨¦lico. Con el tiempo se le fueron asimilando t¨¦rminos del juda¨ªsmo y del paganismo hel¨¦nico, como "sumo sacerdote" o "pont¨ªfice", que, por cierto, no le gustaban nada al llorado Juan XXIII, quien dec¨ªa: "Yo no me siento nada de eso, sino simplemente un pastor".
Que a estas alturas las elecciones episcopales se equiparen al juego de fuerzas de unos plebiscitos civiles me parece grave. Es cierto que siempre hubo una correlaci¨®n de tendencias, que m¨¢s que de izquierdas y derechas, correspond¨ªan a las diversas ¨®pticas que provoc¨® el Concilio y los nombramientos del dem¨®crata y l¨²cido Pablo VI. Se dijo en cambio que el restauracionista Juan Pablo II sembr¨® la Iglesia de prelados "m¨¢s devotos, obedientes y ortodoxos que inteligentes y dialogantes".
La verdad es que aqu¨ª no ha cambiado nada. El tr¨ªo cardenalicio ha mandado tambi¨¦n con Bl¨¢zquez
Fue precisamente un obispo -rara avis, con bastante sentido del humor- quien en la intimidad me defini¨® la mitra como "la prolongaci¨®n de un vac¨ªo, o el apagavelas de la inteligencia". A?ad¨ªa: "A veces son hombres capaces y estudiosos, pero en cuanto les dan un b¨¢culo, no s¨¦ qu¨¦ les pasa que se les nubla la vista".
M¨¢s all¨¢ de bromas -bendito humor que desengrasa-, no se puede decir que en estas elecciones episcopales haya ganado la derecha, porque conservadores, en el sentido amplio del t¨¦rmino, son casi todos los obispos. Los hay, s¨ª, algo m¨¢s tolerantes y que no est¨¢n de acuerdo con el alineamiento pol¨ªtico que ¨²ltimamente ha caracterizado a buena parte de la c¨²pula episcopal; que les parecen intolerables las soflamas partidistas e insultantes de algunas voces de la Cope, hasta el extremo de llamar "mas¨®n" por sus micr¨®fonos al mism¨ªsimo nuncio apost¨®lico -por cierto un amable y templado portugu¨¦s-, s¨®lo por haberse atrevido a cenar con el presidente del Gobierno.
No faltan incluso los miembros de la Conferencia que est¨¢n en profundo desacuerdo con la orientaci¨®n de la ¨²ltima nota emitida a ra¨ªz de las elecciones. Que yo sepa, se han pronunciado comedidamente cr¨ªticos Uriarte y Fernando Sebasti¨¢n, especialmente por la referencia al di¨¢logo pol¨ªtico con ETA y la escasa incidencia de la misma en temas sociales. Aunque tal escoramiento ven¨ªa ya de Suqu¨ªa, que rompi¨® con el taranconismo, el ¨²ltimo documento apenas permite a un cat¨®lico literalista otra opci¨®n que votar a la derecha. Es tanto, dada la nimia diferencia por la que ganaron Bl¨¢zquez antes y Rouco ahora, como decir que la distancia entre conservadores y moderados viene a ser de dos o tres votos, que sin duda se ha inclinado por el cardenal de Madrid gracias al otorgado por alg¨²n que otro flamante prelado.
Pero ¨¦se no es el fondo de la cuesti¨®n. La verdad es que aqu¨ª no ha cambiado nada. El tr¨ªo cardenalicio, compuesto por los arzobispos de Madrid, Toledo y Valencia -este ¨²ltimo reforzado, en edad de jubilaci¨®n, con la presidencia de la Comisi¨®n de la Doctrina de la Fe-, ha mandado en la Iglesia tambi¨¦n durante la presidencia de un Bl¨¢zquez que, con excelentes intenciones, apenas pudo impulsar su sincero estilo de sencillez y apuesta por el di¨¢logo.
En medio de esta situaci¨®n, lo que m¨¢s me preocupa como cristiano es que en la Espa?a de hoy est¨¢ resurgiendo un neoanticlericalismo cerril, en parte suscitado por intervenciones y actitudes de los propios obispos, en parte aprovechado por una miope clase pol¨ªtica que tampoco cree de veras en la libertad religiosa. La desafecci¨®n de un fuerte sector de la gente joven, la distancia de intelectuales y artistas, que parece estar dando a la Iglesia por imposible, entristece a muchos que hemos luchado por acercarnos a ellos hombro con hombro en el fragor de la cultura y la plaza p¨²blica.
Todo ello nos invita a pedir desde dentro y sin la menor inquina: dejen, por favor, la imagen de pepitos grillos y apaleadores de los males de la sociedad, se?ores obispos. Ya mam¨¢ televisi¨®n se encarga de calentarnos los o¨ªdos con las m¨²ltiples calamidades que hay en el mundo. Dejen esa actitud adusta y malhumorada que est¨¢ muy lejos de ser un reclamo para atraer seguidores, y, por favor, aprendan a sonre¨ªr. No para hacer publicidad o vender mejor en la tienda, sino para que nos creamos que son ustedes felices.
Da la sensaci¨®n de que entre todos nos hemos olvidado de que la traducci¨®n literal de "evangelio" es buena noticia. Que Jes¨²s habl¨® muy poco de moral sexual, y mucho menos intent¨® reformar las leyes civiles con su predicaci¨®n, sino para mostrar un camino de vida y defensa de los m¨¢s peque?os, aunque dicha pol¨ªtica acabara por matarlo.
Al final, el ejemplo y la alegr¨ªa son lo ¨²nico que convence. Hasta Juan Pablo II nos dijo en su ¨²ltimo viaje a Espa?a que esta verdad "se ofrece, no se impone". Como hizo tambi¨¦n Benedicto XVI cuando vino a Valencia, frente a un sector que esperaba que diera m¨¢s ca?a al Gobierno. Quiz¨¢s a nuestra Iglesia le sobre algo del lastre hist¨®rico nacionalcat¨®lico, que tanto da?o nos hizo y que desear¨ªan resucitar algunos fundamentalistas. Una absurda necesidad de conducir a la grey a golpe de b¨¢culo y no con los amables silbidos del Buen Pastor, que dec¨ªa: "Venid a m¨ª los que est¨¢is agobiados, que yo os aliviar¨¦".
Pedro Miguel Lamet es jesuita, escritor y periodista, autor de El retrato: Imago hominis.
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