Sebastiano el incomprendido
Roma se rinde al arte de Del Piombo,genial perdedor del Renacimiento
Veneciano de nacimiento, contempor¨¢neo de Leonardo, Miguel ?ngel, Rafael y Tiziano, Sebastiano Luciani (1485-1547), llamado "el del Piombo", ha sido quiz¨¢ uno de los proscritos de la historia del arte. Eso cre¨ªa al menos Nabokov, quejoso de la "indebida incomprensi¨®n" que rode¨® a este tipo equilibrado, laico y progresista, m¨²sico de talento y conversador cult¨ªsimo que prefiri¨® pintar poco a competir por la gloria. Ahora, el Palazzo Venezia de Roma reivindica la maestr¨ªa de este buen perdedor renacentista, al dedicarle su primera, y deslumbrante, exposici¨®n monogr¨¢fica, abierta hasta el 18 de mayo.
Hace casi 500 a?os, en 1511, Sebastiano del Piombo decidi¨® dejar su Venecia natal, donde se hab¨ªan ninguneado sus pinturas al fresco en diversas iglesias, para buscarse la vida en Roma. El banquero del Papa, y mecenas por antonomasia de la ¨¦poca, Agostino Chigi, le contrat¨® para trabajar en su imponente villa pegada al T¨ªber, La Farnesina, entonces en construcci¨®n.
Era una especie de 'outsider': desconfiaba del canon, se burlaba de Tiziano
Si era 1511, la cosa andaba francamente mal para triunfar en los feudos vaticanos. El agua del T¨ªber destilaba veneno -siete Papas en apenas cuatro d¨¦cadas-, Miguel ?ngel estaba en el andamio pintando la Capilla Sixtina, y Rafael trabajaba a pocos metros, en las estancias vaticanas que hoy le deben el nombre.
Rafael no s¨®lo era un pintor sublime, sino el jefe m¨¢ximo de una pujante escuela que ten¨ªa entre sus garzoni, aprendices, a Giovanni da Udine, Perin del Vaga y Polidoro da Caravaggio. Adem¨¢s, era protegido de Chigi, as¨ª que no debi¨® gustarle el fichaje de Luciani. ?ste decidi¨® hacer amistad con Miguel ?ngel, que lo adopt¨® y le ense?¨® a mejorar sus bocetos, seg¨²n se dice, para contrarrestar la hegemon¨ªa de la escuela del pintor pr¨ªncipe.
Sebastiano era una especie de outsider: desconfiaba del canon, se burlaba de Tiziano. Eso, m¨¢s la ayuda que le prest¨® Buonarotti, y la falta de una obra magna, colosal, le acarre¨® mala prensa y contribuy¨® a considerarlo una figura menor. Por haber inventado una manera de pintar al ¨®leo sobre la piedra, lo tildaron de experimentador, inc¨®modo partidario del far nuovo. Dec¨ªan que esa forma de pintar era femenina.
En Roma vivi¨® su plenitud art¨ªstica; era una ¨¦poca de enormes cambios, la Contrarreforma, el Saqueo de Roma. Sebastiano tuvo la suerte de recibir encargos de muchos nobles de la corte espa?ola. De ah¨ª su extensiva presencia en palacios, museos e iglesias hispanas, El Prado, la Catedral de Burgos, Ja¨¦n, Valencia, Barcelona, Salamanca. El comisario, Claudio Strinati, ha reunido esas obras en una sala especial, llamada La suerte de Sebastiano en Espa?a.
Con el tiempo, cambi¨®, abraz¨® la religi¨®n, y el conjunto de su obra se fue acercando a la estela de los grandes. Una prueba es que uno de sus mejores retratos, el que hizo en 1511 al cardenal Ferry Carondelet (pr¨¦stamo de la Thyssen madrile?a), se atribuy¨® a Rafael durante siglos. En 1519, los expertos sentencian que su Resurrecci¨®n de L¨¢zaro era m¨¢s bella que la de Rafael.
Famoso de repente, reconocido y favorito de los M¨¦dicis, Luciani se convertir¨ªa en Del Piombo en 1531, y no por su dominio de los tonos met¨¢licos y grises, sino por un encargo del papa Clemente VII que antes s¨®lo hab¨ªa recibido Bramante: colocar el plomo en las bulas pontificias. Un trabajo burocr¨¢tico, bien remunerado, que le alej¨® de la pintura full time. "Lo llamaron lento, indolente", explica Strinati. Tras pelearse con Miguel ?ngel por un malentendido, su grandeza qued¨® demediada.
Poco antes de morir retrat¨® a hombres y mujeres an¨®nimos, santos, cristos y navegantes (ah¨ª est¨¢ su Crist¨®bal Col¨®n, enviado por el Metropolitan de Nueva York), dej¨® memorables escenas religiosas y domin¨® como pocos el color. Manierista y oscuro, fue a la vez c¨¢lido y brillante.
Resucitado ahora, como dijo Nabokov, el "genio indebidamente incomprendido" ha sido saludado como el acontecimiento de la temporada art¨ªstica romana. El montaje de Luca Ronconi y Margherita Palli, apoyado en las luces y las sombras del iluminador de Peter Greenaway, sit¨²a las cuatro decenas de obras y tres docenas de dibujos de Sebastiano -y algunos de Miguel ?ngel para confrontar influencias- tras unas ventanas-altar que permiten asomarse, y adorar, 500 a?os despu¨¦s, a un retratista de una potencia nada frecuente.
Babelia
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