Tocar la vejez
Ya lo dec¨ªa Sainte-Beuve: "Envejecer es todav¨ªa el ¨²nico medio que se ha encontrado para vivir mucho tiempo". Lo sabemos y, sin embargo, todos seguimos so?ando con la Fuente de la Eterna Juventud: la cosm¨¦tica, la diet¨¦tica, la moda, la cirug¨ªa est¨¦tica nos la prometen a diario con su resplandeciente publicidad juvenil. "El peligro de las arrugas" nos acecha, dicen. ?Ah! Pero, ?son un peligro las arrugas? ?Cu¨¢ntos viejos salen en los anuncios? ?Cu¨¢ntas series hay dedicadas a ellos (frente a las decenas de series protagonizados por jovencitos)? ?Alg¨²n canal de los muchos digitales est¨¢ dedicado espec¨ªficamente a cuestiones de inter¨¦s para ellos (frente a las decenas dedicadas a los jovencitos)? ?Y la moda? De vez en cuando salta la noticia de que alguna marca se ha lanzado a dise?ar tallas m¨¢s all¨¢ de la 44, y esos desfiles de modelos (que, por supuesto, no pasan apenas de los 20 a?os) se muestran como una extravagancia. ?Y la gente mayor? ?Es que las personas de 60 o de 90 a?os no se visten, no compran ropa?
La vejez no vende, la vejez no es glamorosa, la vejez hay que esconderla, hacerla invisible
La vejez no vende, la vejez no es glamorosa, la vejez hay que esconderla, hacerla invisible. Lo m¨¢s llamativo es que ya empieza a haber m¨¢s viejos que j¨®venes y que esa tendencia no har¨¢ sino aumentar en las pr¨®ximas d¨¦cadas. Por supuesto, todos queremos prolongar la vida (dar m¨¢s a?os a la vida) sin renunciar a la calidad de vida (dar m¨¢s vida a los a?os). Pero, ?c¨®mo se combina esa querencia con la invisibilidad de los mayores?
Estos d¨ªas ha aparecido la noticia de que en Guip¨²zcoa est¨¢ ocurriendo lo mismo que en otros sitios. A saber, que los geri¨¢tricos de la provincia no consiguen todo el personal que necesitan: faltan enfermeras y auxiliares de geriatr¨ªa. No tienen m¨¢s remedio que contratar cada vez m¨¢s inmigrantes. ?Por qu¨¦? Una raz¨®n fundamental es, sin duda, que las instituciones p¨²blicas no invierten dinero suficiente para que esos oficios se consideren dignamente pagados. A los auxiliares de geriatr¨ªa les ocurre lo que a los auxiliares de guarder¨ªa: ya les gustar¨ªa, ya, llegar al glorioso estatus de mileuristas. Sin embargo, entre estos ¨²ltimos no escasean las vocaciones: por muy delicado que sea tratar con un grupo de ni?os de poca edad, siempre conlleva algo de alegr¨ªa contagiarse de su energ¨ªa, tocarles, olerles, convivir con sus potencialidades de vida.
Tocarles, he dicho. ?Eso es algo que con los adultos hacemos tan poco! Vivimos y caminamos sin tocarnos, evitando el roce, como los coches entre s¨ª; de lo contrario, nos disculpamos en seguida. Ser auxiliar de geriatr¨ªa consiste en gran medida en tocar, tocar mucho y tocar bien: limpiar los cuerpos envejecidos, poner o cambiar pa?ales, dar cremas en pieles rugosas, coger la mano y escuchar. Convivir con los dolores f¨ªsicos y ps¨ªquicos, ser testigo cotidiano de la decadencia y, en medio de todo ello, ayudar a que esos ¨²ltimos a?os sean lo m¨¢s dignos posibles, contribuir a que la memoria se mantenga viva, a que la curiosidad no se adormile, a que los sufrimientos no hagan indeseable seguir viviendo.
?Por qu¨¦ tan pocas vocaciones para un oficio tan necesario? Escondemos la vejez y la muerte como si fueran contagiosas, porque nos recuerdan que la juventud y la jovialidad que permanentemente se nos muestran como ideales de vida tienen fecha de caducidad. Sin embargo, m¨¢s all¨¢ de la juventud o de sus apariencias hay una larga y hermosa vida para tocar y ser tocado...
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