El Yo asalta la literatura
Umm... es la primera reacci¨®n de casi todos de los 16 escritores y cr¨ªticos que han hecho este retrato del auge de la autoficci¨®n. Sus voces muestran un recurso literario en el que los dominios de la primera persona son cada vez m¨¢s diversos y atractivos para autores y lectores. Una tendencia por la que corre parte del futuro de la literatura y que en Espa?a tiene rasgos especiales que saldan cuentas con su Historia.
Los trazos principales de este retrato oral hablan de que se trata de libros con un tipo de argumento y de narraci¨®n m¨¢s acorde a estos tiempos de individualidad, del supuesto desprestigio de la ficci¨®n, de la avidez de los lectores por historias ver¨ªdicas, de la necesidad del lector de que le reconstruyan el mundo y poder reconocerse en ¨¦l, de lo dif¨ªcil que es competir con tantas historias incre¨ªbles divulgadas por los medios de comunicaci¨®n; y en Espa?a, por la desinhibici¨®n de hablar de s¨ª mismos tras un pasado de miedos y de la p¨¦rdida de prejuicios sobre los g¨¦neros que cuentan vidas.
"Ahora se subraya ese territorio deliberadamente indefinido en una ruptura con el pacto sobre lo que es la literatura", dice Mar¨ªas
"Aqu¨ª se han decantado por el lado m¨¢s novelesco. Tal vez por la falta de tradici¨®n del g¨¦nero biogr¨¢fico", seg¨²n Alberca
Un cuadro donde las experiencias del autor y lo inventado se funden desde la verdad del escritor. Desde lo ¨²ltimo de Enrique Vila-Matas, Esther Tusquets, Cristina Grande, Juli¨¢n Rodr¨ªguez y Gonzalo Hidalgo Bayal hasta las pr¨®ximas novedades de Ray Loriga, Cristina Fern¨¢ndez-Cubas, o los proyectos que preparan Marcos Giralt Torrente, Juan Mars¨¦ o Javier Mar¨ªas.
Tras la proliferaci¨®n de libros, la p¨¢tina final del retrato de la autoficci¨®n la dan los debates y encuentros internacionales, como el celebrado en julio en Normand¨ªa, Francia, o el que prepara la Universidad de Bremen (Alemania) para febrero sobre La autoficci¨®n en la literatura espa?ola y latinoamericana. Escritores y cr¨ªticos reconocen que es parte del ma?ana de la literatura. ?Y de pasado ma?ana? "Uff, puede ser una moda. Y como todas las modas tiene sus riesgos", advierte Sabine Schlickers, organizadora del seminario de Bremen, para luego sentenciar un: "Ya se ver¨¢".
No son autobiograf¨ªas, no son diarios, no son memorias, no son actas notariales, no son biograf¨ªas, no son ensayos novelados, no son novelas puras donde todo es imaginaci¨®n. Pero tambi¨¦n son todo eso. Es literatura. Son novelas, insiste Javier Mar¨ªas, "porque ella lo asimila todo".
Los escritores exploran "ese territorio deliberadamente indefinido que siempre ha existido sobre qu¨¦ es real e imaginado, pero donde algunos han hallado un filoncito al subrayar esa indefinici¨®n, en una ruptura del pacto sobre lo que es la literatura", asegura un Javier Mar¨ªas reci¨¦n llegado de unas vacaciones en Soria donde ha estado trabajando en lo que podr¨ªa ser una novela corta.
Y el retrato acabado muestra la autoficci¨®n como un nuevo amo del juego. Del Yo.
Lo que pone nerviosos a casi todos es el neologismo autoficci¨®n, del ingl¨¦s faction. Pero es el santo y se?a m¨¢s com¨²n para identificar esa perspectiva y estructura literaria que no es m¨¢s que "la autobiograf¨ªa bajo sospecha. Quien narra su vida la transforma en novela y cruza la frontera hacia los dominios de la fabulaci¨®n", seg¨²n escribi¨® Vila-Matas, maestro contempor¨¢neo de este enfoque con t¨ªtulos como Par¨ªs no se acaba nunca y el reciente Dietario voluble. Todo viene del bautizo que hizo de este recurso cl¨¢sico el escritor y profesor franc¨¦s Serge Doubrovsky en Fils (1977), donde ¨¦l era el objeto y el sujeto de la historia. Una palabra que tiene en su propia naturaleza fronteras movedizas y difusas. Ambig¨¹edad.
De ah¨ª surgen los primeros esbozos de estos 16 retratistas unidos por aquel umm dudoso, aburrido o desde?oso. Insisten en recordar que esta herramienta literaria en la que el autor se inspira o utiliza episodios de su vida para su obra es tan antigua como la moda de escribir. Aunque, entrados en materia, poco a poco empiezan por reconocer que cada vez son m¨¢s los escritores seducidos por ese yo donde el autor se desdobla con su propio nombre o por uno prestado, o sus experiencias son reconocibles sea como protagonista o como mero espectador. Saben que ahora se juega de manera consciente, p¨²blica y desinhibida a trastocar la realidad de sus autores. A potenciar la intriga en el lector sobre si el escritor vivi¨® o no los hechos contados.
La reelaboraci¨®n y potenciaci¨®n de la primera persona tiene como gran fondo a escritores como Dante, el Arcipreste de Hita, Casanova, Marcel Proust, Louis-Ferdinand C¨¦line, Jorge Luis Borges, Thomas Bernhard, Jorge Sempr¨²n, Marguerite Duras, Philip Roth y W. G. Sebald. Mientras, en las ¨²ltimas tres d¨¦cadas entre los espa?oles que se han acercado a esos caminos bifurcados est¨¢n Carmen Mart¨ªn Gaite, Carlos Barral, Juan y Luis Goytisolo, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s y un Javier Mar¨ªas que en 1987 escribi¨® el art¨ªculo Autobiograf¨ªa y ficci¨®n, en el cual hablaba de una incipiente tercera manera de "enfrentarse con el material ver¨ªdico o verdadero", y expresaba inter¨¦s y tentaci¨®n por esta f¨®rmula de "abordar el campo autobiogr¨¢fico, pero s¨®lo como ficci¨®n". Dos a?os despu¨¦s public¨® Todas las almas, y en 1998 esa "falsa novela" titulada Negra espalda del tiempo.
M¨¢s all¨¢ o m¨¢s ac¨¢ de la autobiograf¨ªa y la novela, est¨¢ el legado de uno de los creadores paradigm¨¢ticos del yo, Marcel Proust, cuando dijo: "Para escribir un libro esencial, el ¨²nico libro verdadero, un gran escritor no tiene, en el sentido corriente, que inventarlo, porque ya existe en cada uno de nosotros, sino traducirlo. El deber y la tarea de un escritor son los de un traductor".
La versi¨®n espa?ola la dio P¨¦rez Gald¨®s en Fortunata y Jacinta: "Por doquiera el hombre va lleva consigo su novela". Lo invoca Andr¨¦s Trapiello, que desde hace 20 a?os publica sus diarios o "novela en marcha", de la que lleva 10.000 p¨¢ginas, agrupados en Sal¨®n de pasos perdidos. Este observador de vidas y realidades y ficciones cree que la fuerte presencia de la primera persona es una manera de escribir m¨¢s acorde con estos tiempos: "La sociedad urbana contempor¨¢nea ha fragmentado y roto de tal modo su identidad que no somos m¨¢s que trozos de desechos de naturaleza que necesita reconocerse en un relato de su tiempo".
Primera persona e introspecci¨®n es la mejor voz para el presente, seg¨²n algunos escritores. Marcos Giralt Torrente, que se aparta un momento de la escritura de un libro autobiogr¨¢fico, afirma que "la literatura de cada ¨¦poca refleja siempre la sociedad en la que nace: ah¨ª reside su ¨²nica autenticidad, su ¨²nica posibilidad de cambio, pues los temas de los que ¨¦sta se ocupa han sido siempre los mismos. Es normal, por eso, que al ser las luchas que la sociedad contempor¨¢nea nos reserva casi en exclusiva individuales, la novela de hoy se centre en el individuo. Vivimos en una sociedad individualista y los conflictos, las contradicciones y fricciones de los que la novela de hoy da cuenta, aunque sintom¨¢ticos de la sociedad, tienden a ser ejemplificados y visualizados en los efectos que tienen sobre el individuo a trav¨¦s de la exploraci¨®n de la subjetividad. Involucrar al individuo escritor, con todos sus espejos, que es en lo que consiste la autoficci¨®n, es tan s¨®lo un paso m¨¢s".
Pero cada d¨ªa con m¨¢s demiurgos de la fusi¨®n de lo real-ficticio y verdadero-falso.
Uno de los recursos m¨¢s usados por todas las artes desde hace treinta a?os, asegura la catedr¨¢tica de arte y cr¨ªtica Estrella de Diego. "Todo este tiempo hemos presenciado grandes cambios a la hora de entender la autobiograf¨ªa, quiz¨¢s porque ha ido proliferando eso que se ha dado en llamar las 'versiones culturales', saber que no hay una ¨²nica verdad, como nos han contado, sino interpretaciones de la verdad". Y De Diego otorga en esto un papel clave a las mujeres y a las minor¨ªas. Son ellas, a?ade, quienes m¨¢s han hablado de esto porque "al poseer una historia negada, sin g¨¦nesis, han tenido que buscar otros modos de narrar(se). Todo eso est¨¢ muy relacionado con la forma misma de escribir. Contamos las historias de un modo complaciente. Frente a este placer del texto surge la te¨®rica francesa H¨¦l¨¨ne Cixous, quien habla del goce, que es un discurso fragmentado. ?No es el fragmento el ¨²nico modo posible de hablar de la propia autobiograf¨ªa? Hablar de uno mismo es dividirse en dos, uno que narra al otro: somos y no somos nosotros. Son dos yoes que no han convivido ni en el tiempo ni en el espacio. Escribir la propia autobiograf¨ªa es siempre una verdad a medias; una ficci¨®n".
Desdoblamiento. Espejo. Transfiguraci¨®n. Impostura. H¨ªbrido. Camuflaje. M¨¢scara. Un resquicio para reescribir la vida con letras que hacen de eslabones entre lo real personal, lo deseado y lo imaginado.
Los rasgos de la autoficci¨®n no son r¨ªgidos. Sus fronteras son brumosas. En Espa?a los escritores han optado por un car¨¢cter m¨¢s escondido o l¨²dico, tensionando a¨²n m¨¢s el juego de la incertidumbre e indefinici¨®n de lo que es real o no, afirma Manuel Alberca, autor de El pacto ambiguo. De la novela autobiogr¨¢fica a la autoficci¨®n (Biblioteca Nueva). Se han decantado por el lado m¨¢s novelesco. Tal vez se deba, agrega, a la falta de tradici¨®n y subvaloraci¨®n que siempre se ha tenido en Espa?a por el g¨¦nero de la biograf¨ªa y el que da cuenta de la vida de alguien. "Err¨®neamente creen que eso no es tan creativo, y los autores quieren ser considerados como novelistas".
En Espa?a no hay tradici¨®n ni valoraci¨®n justa de los g¨¦neros biogr¨¢ficos, a diferencia del mundo anglosaj¨®n o del resto de Europa. Aunque eso ha empezado a cambiar desde finales de los a?os noventa. Un fen¨®meno que coincide con el proceso de una p¨¦rdida de pudor tras la dictadura de Franco en 1975. Aunque el pasado remoto persiste. El no hablar p¨²blicamente de la vida privada puede ser un rastro de la Inquisici¨®n, de no contar la vida para no exponerla al peligro, unido a la educaci¨®n cat¨®lica, coinciden Manuel Alberca y Juli¨¢n Rodr¨ªguez, autor de Unas vacaciones baratas en la miseria de los dem¨¢s y Cultivos, parte de un proyecto en el que explora estos predios.
La vida tambi¨¦n est¨¢ siendo reescrita. Para el autor y profesor Jordi Gracia, "la moral cat¨®lica del disimulo y el secreto quiz¨¢ han dejado de pesar como pesaron en las conciencias reprimidas y lo que antes era exhibicionismo o descaro de mal gusto ahora es verdad y valor para contarla con independencia de la opini¨®n ajena: seguramente son secuelas felices de una libertad ¨¦tica m¨¢s honda y responsable de s¨ª misma, de sus diferencias y sus flaquezas. Y nos atrae m¨¢s la peripecia de un sujeto que la de un colectivo".
Nuevas b¨²squedas de persuasi¨®n. Es el duelo de la literatura con la realidad.
Todos ven la autoficci¨®n como una buena coartada porque en ella confluye tradici¨®n literaria y presente del mundo. "Es una tendencia que vuelve en momentos oportunos. Yo la pondr¨ªa en relaci¨®n con el recurso ret¨®rico de decir: 'Estuve all¨ª, fui testigo, lo vi con mis ojos o lo o¨ª con mis propios o¨ªdos, lo viv¨ª o conozco a alguien que lo vivi¨® y me lo cont¨®, o lo averig¨¹¨¦'. Esto da fiabilidad al cuento, o respetabilidad, en una ¨¦poca de confesiones period¨ªsticas, televisivas y a trav¨¦s de internet, sensacionales, qui¨¦n sabe si falsas, novelescas o peliculeras en el peor sentido de la palabra", asegura Justo Navarro, que en 2007 se acerc¨® a esos dominios en Finalmusik. Tal vez la autoficci¨®n "sea hoy una forma de parodia, de reflexi¨®n, a veces humor¨ªstica, sobre los modos vigentes de contar, de lo que se supone verdad".
Es cuando el retrato de la autoficci¨®n intensifica sus colores por un supuesto desprestigio de la ficci¨®n pura. El descr¨¦dito podr¨ªa estar en que no se puede competir con la realidad, seg¨²n Trapiello. Cada persona, dice, tiene 400 historias hom¨¦ricas en la televisi¨®n, y la gente tiene un cierto cansancio de la narraci¨®n tradicional. M¨¢s que historias piden "un tono de naturalidad y la literatura nos ha ido alejando de ello. Lo que ha hecho este tono confesional es quitarle mucha ret¨®rica a la literatura".
Juan Mars¨¦ no est¨¢ de acuerdo. ?l achaca la proliferaci¨®n de esa idea a algunos escritores que alardean de ella. En cambio, el autor de ?ltimas tardes con Teresa y Teniente Bravo se declara amante de la ficci¨®n: "As¨ª sea de una historia inventada que naturalmente tiene elementos de realidad".
?Pero por qu¨¦ la gente siempre quiere convertir los personajes de una novela en autobiograf¨ªa?, se pregunta la Nobel inglesa Doris Lessing en Autobiograf¨ªa. Un viaje por la sombra. Y se lamenta: "Nos enfrentamos a un rechazo de la imaginaci¨®n. Hay un deseo general de saber lo real, lo aut¨¦ntico, lo que 'verdaderamente' ha sucedido. (...) Hubo un tiempo en que nuestras narraciones eran imaginaci¨®n, mito y leyenda, par¨¢bola y f¨¢bula, as¨ª era como nos cont¨¢bamos las historias entre nosotros y acerca de nosotros. Pero esa capacidad se ha atrofiado por la presi¨®n de la novela realista, por lo menos en la medida en que todos los aspectos imaginativos o fant¨¢sticos de la narraci¨®n se han convertido en categor¨ªas definidas".
En el secreto del cosquilleo por la certidumbre est¨¢ una de las razones que empuja a la gente a leer estos libros.
"Es pensar que esa experiencia puede haber sido la nuestra", explica la peruana Patricia de Souza, que acaba de publicar en su pa¨ªs 'Los rostros de la autoficci¨®n', incluido en el libro Venus proscrita (SIC), junto a textos de Luisa Valenzuela, Cristina Rivera Garza y Diamela Eltit. Y se pregunta: "?Hasta qu¨¦ punto no es justamente la aparici¨®n de un rostro lo que nos perturba en lo que se denomina autoficci¨®n?". De Souza agrega que "hemos llegado a un momento en el que quitarse la m¨¢scara se ha convertido en una apuesta arriesgada m¨¢s que en un strip-tease ordinario, en una b¨²squeda de verdad, verdad escrita, a trav¨¦s del lenguaje escrito, pero una b¨²squeda de verdad sobre la propia persona, sobre un sujeto que nos va a comunicar o entregar un mensaje. Pero sobre todo algo que tendr¨¢ que ver consigo mismo y con sus emociones, algo que de alguna forma le va dar un rostro definido, fuera de todo anonimato".
La novedad de esta tendencia, aclara Jordi Gracia, est¨¢ m¨¢s en la expansi¨®n y multiplicaci¨®n de una modalidad de po¨¦tica novelesca que en un g¨¦nero nuevo "y lo significativo es la ruptura del pudor que antes hizo que el novelista protegiese su identidad detr¨¢s de un narrador con atribuci¨®n de nombre y rasgos ajenos a ¨¦l mismo y hoy en cambio el juego consiste en lo contrario: la aproximaci¨®n del narrador y protagonista a los rasgos del autor f¨¢ctico, aunque esa identidad sea m¨®vil o difusa".
El eje de la novela, seg¨²n Gracia, "se ha ido desplazando desde la imaginaci¨®n hacia la veracidad de lo contado antes que a otros elementos del universo literario como el estilo, la capacidad de fabulaci¨®n, la construcci¨®n de mundos y dramas o conflictos colectivos. No se cuenta tanto el mundo de afuera como el de dentro de la conciencia".
Los motivos de cada autor para entrar en la autoficci¨®n son diferentes. Juan Cruz, que es sujeto y objeto de sus narraciones, como en Ojal¨¢ octubre, dice que escribe porque es una forma de entender: "Mientras escribo, voy entendiendo. No escribo de m¨ª mismo sino de uno a quien desconozco totalmente. Y cuanto m¨¢s s¨¦ de ¨¦l m¨¢s ins¨®lito me parece lo que veo de ¨¦l en el espejo".
Es el cuarto de hora del "fuera m¨¢scaras". De Souza cree que en el fondo toda escritura es una autoficci¨®n, "un movimiento como dec¨ªa Pascal entre Dios y la nada, una apuesta. Todo autor es su propio personaje y es tambi¨¦n su propia intriga, es esa frase de Flaubert, 'Madame Bovary soy yo'. Imposible renunciar a s¨ª mismo, imposible salir de su ipseidad".
Es una alternativa a un modelo narrativo de fuerte presencia en Espa?a, m¨¢s anglosaj¨®n y norteamericano, con la idea de que la gran novela era en tercera persona o con un yo colectivo, recuerda Juli¨¢n Rodr¨ªguez. "Ahora el yo se usa como conductor del discurso narrativo. Hay m¨¢s inter¨¦s en la exploraci¨®n y en lo metaliterario porque los autores han ido mirando hacia otros territorios. El eje es contar desde la verdad".
Es un paisaje y horizonte explorado por Vicente Verd¨². Est¨¢ convencido de que si la novela tiene alguna funci¨®n hoy es la de hacer esa introspecci¨®n. "En pa¨ªses donde la vida colectiva est¨¢ garantizada, no hay grandes historias de grupo y debe prevalecer el registro del yo". No tiene dudas de que la novela tradicional hizo su papel de sociolog¨ªa y psicolog¨ªa e incluso de filosof¨ªa, pero ahora al no haber filosof¨ªa ni teolog¨ªa, y la base de la filosof¨ªa es el YO, Verd¨² apuesta porque ese lugar lo explore la novela.
El riesgo es que se cuele un exceso de yo¨ªsmo, aunque eso ya no depende de quien narra, "sino de la enfermedad de protagonismo que sufre nuestra sociedad, que hace todo lo posible por invisibilizar a las personas como tales y darles a cambio los famosos 15 segundos de gloria trat¨¢ndoles como mercanc¨ªa", advierte J. Ernesto Ayala-Dip. A lo que se suma el problema, agrega, de que la experiencia vital narrada por el autor no siempre resulta interesante para el lector.
"Tiene que ver con la hipertrofia del Yo", afirma Antonio Mu?oz Molina, "y con la dificultad que tenemos muchas veces para hacer esa operaci¨®n literaria que es desplazar el yo temporalmente para ocupar esa experiencia bien sea como narradores o lectores. A m¨ª eso me aburre". El autor que es estudiado por ese registro en libros como Sefarad y El viento de la Luna recuerda que una prueba de ese expansivo dominio son los artilugios "que llevan en su nombre la marca del yo, de lo m¨ªo, del t¨², que no es otro sino el reflejo narcisista de la identidad: iPod, iPhone, MySpace, YouTube".
Aunque quiz¨¢ en el mismo v¨¦rtigo de la promoci¨®n de mundos aislados y competitivos est¨¦ la clave. Los lectores buscan refugio en historias que los acerquen al mundo que los rodea, explica Cristina Grande. "La gente necesita un contacto. Algo que sea veros¨ªmil y veraz. Busca autenticidad. Personas e historias parecidas a la suya", dice desde Nueva York, donde asiste a unas conferencias en el Instituto Cervantes, esta escritora que ha usado sus vivencias en sus relatos recientes, Naturaleza infiel, y otros por venir.
Retratada la autoficci¨®n y el papel estelar de la primera persona, escritores como Mar¨ªas, Mars¨¦ y Mu?oz Molina coinciden en que carece de inter¨¦s deslindar lo que es inventado o no. Lo importante es la realidad que transmita el libro y su valor literario que es lo que quedar¨¢ al margen de si lo narrado ocurri¨® o no. Aunque no faltar¨¢n, en un tic de yo¨ªsmo, quienes salden el tema haci¨¦ndose aliados de Oscar Wilde por su frase de que "las tragedias de los otros son siempre de una banalidad desesperante".
Bibliograf¨ªa reciente: Enrique Vila-Matas, Dietario voluble (Anagrama); Esther Tusquets, Hab¨ªamos ganado la guerra (Bruguera); Juan Cruz Ruiz, Muchas veces me pediste que te contara esos a?os (Alfaguara); Cristina Grande, Naturaleza infiel (RBA); Juli¨¢n Rodr¨ªguez, Cultivos (Mondadori); Marta Sanz, Lecci¨®n de anatom¨ªa (RBA); Manuel Rico, Verano (Alianza); Soledad Pu¨¦rtolas, Cielo nocturno (Anagrama). Once ejemplos en espa?ol (1977-2005): Mario Vargas Llosa, La t¨ªa Julia y el escribidor, 1977. C¨®mo la propia vida, contada dentro de una cadena de imaginarios seriales radiof¨®nicos, revela alegre y cr¨ªticamente su categor¨ªa de parodia melodram¨¢tica. Guillermo Cabrera Infante, La Habana para un infante difunto, 1979. La novela como diversi¨®n de referir con ingenio verbal lo vivido por uno mismo hace dos noches. Carlos Barral, Pen¨²ltimos castigos, 1983. La novela como examen de conciencia y ajuste de cuentas con los protagonistas de la propia vida, incluido el autor. Juan Goytisolo, Paisajes despu¨¦s de la batalla, 1982. C¨®mo despotricar de la actualidad en nombre de uno mismo, aunque no sea exactamente uno mismo. F¨¦lix de Az¨²a, Historia de un idiota contada por ¨¦l mismo, 1986. Parodia de la ¨¦poca como parodia de la propia vida. Javier Mar¨ªas, Todas las almas, 1989. Narrar la realidad como ficci¨®n y dar a lo fabuloso la autoridad de lo real, con inclusi¨®n de fotos que prueban la verdad de todo. Luis Goytisolo, Estatua con palomas, 1992. Representar novel¨ªsticamente la propia historia, con sus familiares guerras cotidianas, como parte del mismo relato que las historias romanas de T¨¢cito. Carlos Fuentes, Diana o la cazadora solitaria, 1994. Representaci¨®n del escritor como amante y part¨ªcipe en la gran vida de Hollywood y las intrigas del FBI. Fernando Vallejo, La virgen de los sicarios, 1994. El escritor como subh¨¦roe de la mala vida, en Medell¨ªn, Colombia. Ram¨®n Buenaventura, El a?o que viene en T¨¢nger, 1998. El escritor como reconstructor de magn¨ªficas vidas ajenas para autorretratarse. Enrique Vila-Matas, Par¨ªs no se acaba nunca, 2003. A trav¨¦s del humor y la autoiron¨ªa, ejemplo de que todo aquello que se cuente fabulosamente ser¨¢ f¨¢bula. Javier Cercas, La velocidad de la luz, 2005. Novelar para convertir las peripecias del novelista en parte de la gran historia del mundo, la de los Estados Unidos y la guerra de Vietnam, por ejemplo.
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