El auditorio del s¨®tano
Un volumen de 1.720 metros c¨²bicos. No es mucho para un auditorio como el del s¨®tano de La Pedrera, capaz de acoger, tras la reforma, a 185 espectadores en platea, m¨¢s otros 78, si conviene, en los palcos laterales. Hab¨ªa que hacer vibrar esos escasos metros c¨²bicos y el encargado de la tarea era Higini Arau, el sabio catal¨¢n de la ac¨²stica que ha perdido la cuenta de los teatros en que ha intervenido. Los ¨²ltimos, La Scala de Mil¨¢n, un auditorio en Vilafranca del Pened¨¨s y el reci¨¦n reinaugurado teatro Goya.
Desde luego, unas cocheras, que tal fue el primer cometido de esta planta del edificio de Gaud¨ª, no es el mejor lugar donde escuchar m¨²sica. Y si s¨®lo fueran cocheras... En la presentaci¨®n de la reforma, Oriol Bohigas explicaba los varios usos que hab¨ªa tenido este espacio en el siglo XX. Fue refugio antia¨¦reo, cobij¨® posteriormente diversos talleres y una academia, y luego se convirti¨® en mercadillo, hasta que la Caixa de Catalunya adquiri¨® el edificio -?por 900 millones de pesetas!- en 1986. Tanto trasiego, inevitablemente, ha borrado la huella de Gaud¨ª. Un Rolls-Royce oblig¨® en su d¨ªa a desplazar una columna porque no pod¨ªa girar y a partir de ah¨ª las modificaciones fueron muchas, como demanda la historia de un edificio vivo.
Fue garaje, refugio antia¨¦reo, taller industrial y mercadillo. Ahora es una sala de conciertos
Contrariamente a otros s¨®tanos, Gaud¨ª no concedi¨® a ¨¦ste una especial relevancia art¨ªstica y ello se descubre en la confusa tipolog¨ªa de columnas que emple¨®: las m¨¢s nobles son de piedra, pero las hay tambi¨¦n de hierro colado, de ladrillo visto y algunas, probablemente posteriores, de cemento. Donde s¨ª quiso dejar huella de su genio es en la sala de enfrente del auditorio, ahora tambi¨¦n restaurada, donde coloc¨® unas vigas radiales que recuerdan a una rueda de bicicleta.
Arau ten¨ªa que encarar toda esa miscel¨¢nea de materiales y hacer que sonaran bien. Dispuso un cerramiento perimetral de vidrio para obtener una mayor reverberaci¨®n, un techo absorbente para las bajas frecuencias y un suelo de madera que actuara como membrana. Pero la ac¨²stica es caprichosa y hasta que se prueba no se sabe si funciona. La prueba de que sus c¨¢lculos eran acertados la tuvo la misma tarde del mi¨¦rcoles, con el concierto inaugural del III Festival de M¨²sica Contempor¨¢nea, dedicado a Joan Guinjoan.
Acertada dedicatoria, sin duda. Guinjoan es un compositor muy ligado a Gaud¨ª. Como ¨¦l, y con permiso de Reus, naci¨® en Riudoms, en 1931, y hace cuatro a?os estren¨® en el Liceo una ¨®pera dedicada al arquitecto. La velada repas¨® su obra de c¨¢mara m¨¢s significativa, interpretada con respeto y conocimiento de causa por el grupo Barcelona 216, dirigido por Nacho de Paz. Los conciertos monogr¨¢ficos permiten seguir la huella de una evoluci¨®n, lo cual no deja de ser una forma de voyeurismo: todo lo iconoclasta y rompedor que se muestra Guinjoan en GIC 79 (de ese a?o) se torna reflexivo y hasta m¨¦lodico en Barcelona 216, de 1995. Tambi¨¦n se escuch¨® una obra mayor, llena de iron¨ªa sin renunciar al lirismo, como es el Concert per a saxo i conjunt instrumental (1989), vigorosamente interpretado por Radek Knop. Pero el ¨¦xito de la tarde se lo llev¨® El diari, de 1977, sobre un texto de Josep Maria Espin¨¤s excelentemente cantado por Maria Hinojosa. Una reflexi¨®n acerada sobre ese artefacto extra?o que es un peri¨®dico: un lugar en que se recogen desde tremendas desgracias hasta conmovedores avisos de que se recompensar¨¢ a quien encuentre un perrito extraviado, pasando por abstrusas pol¨¦micas deportivas o por las perplejas cotizaciones de la Bolsa (?qu¨¦ actuales los glissandi de la voz de Hinojosa ridiculizando las oscilaciones!). O, cabe a?adir, por unos s¨®tanos que fueron garaje, refugio antia¨¦reo, taller industrial y mercadillo hasta que se convirtieron por fin en un auditorio de m¨²sica.
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