"Cuando hablamos cambiamos el mundo"
[...] El a?o pasado, en esta misma ceremonia, se oyeron las voces de las v¨ªctimas del Holocausto. Quienes estaban aqu¨ª, asistieron al doloroso cuestionamiento que ellos les hac¨ªan a sus propios vecinos, aqu¨¦llos que los miraron en silencio partir hacia el infierno y que no hicieron nada.
?Qu¨¦ hubi¨¦ramos hecho nosotros? ?Hubi¨¦semos hecho como la mayor¨ªa, tratando de encontrar justificaciones a la infamia, para poder dormir en la tranquilidad de nuestra indiferencia? Todos queremos pensar que no. Todos quisi¨¦ramos vernos retratados del lado de los h¨¦roes an¨®nimos que se jugaron la vida por salvar la de ese hombre, la de ese ni?o que sufri¨®.
La vida nos ha tra¨ªdo a la consciencia la realidad amarga de los que est¨¢n presos de esa misma infamia en las selvas de Colombia, de esa misma locura revestida de otro uniforme, pero habitada de la misma crueldad. Hoy no podemos ignorar su situaci¨®n y la de cientos de seres humanos que padecen la arbitrariedad de la intolerancia pol¨ªtica, religiosa o cultural en cualquier lugar del mundo. En esta aldea global que es el mundo de hoy, todos somos vecinos. A diario podemos extender la mano y no lo hacemos.
"Todos querr¨ªamos vernos retratados del lado de los h¨¦roes an¨®nimos"
"Nadie puede sacrificar a un ser humano en el altar de su ideolog¨ªa"
Quiero contarles de esos vecinos m¨ªos, que nunca nos conocieron, pero que se movilizaron en el mundo entero para exigir nuestra liberaci¨®n. Personas que pod¨ªan quedarse en sus casas encerradas en sus propias preocupaciones, personas que no ten¨ªan, salvo su voz, ning¨²n medio para ayudarnos. Ellos no ten¨ªan fortunas, ni tampoco poder, y mucho menos influencia. S¨®lo ten¨ªan el insoportable peso de dolor nuestro.
Estos vecinos nuestros rompieron el c¨ªrculo vicioso de la indiferencia, y se pararon en la misma acera de los pocos, que hace a?os, no aceptaron el Holocausto. Lo que vino despu¨¦s, ya el mundo lo conoce: una red de seres humanos encontr¨¢ndose en su barrio, su ciudad, su pa¨ªs, uni¨¦ndose con marchas, camisetas y banderines para salvarnos del olvido. [...]
Es claro que nuestro mundo debe cambiar y que cada uno de nosotros debe romper la maldici¨®n de su propia indiferencia. Esa transformaci¨®n que nos urge, en momentos en que los rascacielos de las finanzas del mundo parecen desplomarse sobre nosotros, cuando las fragilidades de nuestra civilizaci¨®n se manifiestan con mayor claridad, esa transformaci¨®n, que sentimos imprescindible, comienza en lo profundo de cada coraz¨®n.
Porque lo que se est¨¢ cayendo es un mundo construido sobre la irresponsabilidad y el ego¨ªsmo. ?C¨®mo pensamos salvar el planeta del calentamiento clim¨¢tico si no aceptamos consumir de manera diferente, y por lo tanto, si no aceptamos cambiar nuestros h¨¢bitos y nuestros placeres?
?C¨®mo creemos que podremos sobrevivir a las mareas humanas de los que migran hacia Europa o Estados Unidos, si no aceptamos reconocerles el derecho a desear lo que nosotros deseamos? [...]
Tengo la profunda convicci¨®n que cuando hablamos, estamos cambiando el mundo. Las grandes transformaciones de nuestra historia siempre fueron anunciadas antes. As¨ª lleg¨® el hombre a la Luna, as¨ª se cay¨® el muro de Berl¨ªn, as¨ª se acab¨® el apartheid. As¨ª tiene que desaparecer el terrorismo. [...]
Las guerrillas de Colombia deben o¨ªr desde aqu¨ª las voces de quienes reclamamos la Libertad de todos los colombianos. En este llamado se resumen las grandes reivindicaciones de la humanidad. Nadie puede sacrificar a un ser humano en el altar de su ideolog¨ªa, de su religi¨®n o de su cultura. Si las FARC no quieren ser consideradas como terroristas por el resto del mundo, tienen que rectificar su acci¨®n, repudiando el secuestro para siempre. La deshumanizaci¨®n de sus tropas, necesaria para poder mantener seres humanos encadenados durante largos a?os, es una responsabilidad que recae sobre sus comandantes. Los miembros del secretariado saben que el mundo los se?ala con severidad.
Desde Asturias, hacemos un desgarrador llamado a nuestros pueblos hermanos, en toda Am¨¦rica Latina, para que impidan que el secuestro se generalice en nuestro continente.
Extracto del discurso de Ingrid Betancourt, premio de la Concordia.
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